Otro triunfo rutinario para el Real Madrid. Sumó su décima victoria consecutiva en Liga Endesa, conservando su imbatibilidad como local y asegurándose el tener el factor cancha de cara a la fase hacia el título. En resumen: 24 triunfos y sólo 3 derrotas domésticas mientras, cita de Fuenlabrada de por medio, se descuentan los días de enfrentarse al Panathinaikos. Eso será otra historia. Será una cita europea con también aroma a clásico, como lo había en el ambiente de esta noche, aunque en este caso, el clásico con solera de Liga Endesa está en clara decadencia. El Joventut no atraviesa unos momentos nada positivos. Economía aparte, con esta derrota sigue como colista y con nubarrones en el horizonte.
Hace ya un tiempo que los problemas se instalaron en Badalona. Deportivos y económicos que progresivamente han causado un futuro preocupante para un clásico del baloncesto patrio: cuatro trofeos y diez subcampeonatos se almacenan en su palmarés. Y por no hablar de su prolífica cantera (Ricky, Ribas, Vives, Rudy…) o de una buena ristra de grandes jugadores (Buscató, Villacampa, Margall, Morales o los hermanos Jofresa) que han vestido su camiseta verdinegra. Fueron buenos tiempos y ahora toda esa historia se concentra en las siete jornadas que restan hasta el cierre del campeonato regular. La permanencia se antoja (21 derrotas) ciertamente complicada, aunque con los refuerzos de Laprovittola y Conger se ha insuflado aire fresco a las tropas de la Penya. Llegaban a Madrid después de ganar a Gran Canaria y Zaragoza.
No se reeditó una tercera en Madrid. Enfrente estaba el Real Madrid. El líder. Demasiado adversario para contra el colista. Los verdinegros alcanzaron el primer cuarto a rebufo de los blancos (22-18). Sucedió porque el cuadro de Laso afrontó la cita con grandes dosis de calma. Andando que se diría. Y pese a todo, hubo buenas ventajas (21-13) antes de abrazarse, sin remordimientos, a la relajación. El Joventut se aprovechó de tal circunstancia, con canastas relativamente sencillas, y hasta se sacudió la presión del que se sabe con el agua al cuello. Es más. Tuvo una exigua ventaja (26-28). Inercia positiva que alimentó a la tropa hasta que ello se transformó en su virus.
El Real Madrid se desperezó antes del susto. Sin querer, sin un enorme derroche, encauzó el encuentro. Se calibró el tiro y acabaron con las concesiones en defensa. Aparecieron los triples (de manera testimonial con un 3 de 12 intentos) con la mano de Carroll (11 puntos en el segundo cuarto) y Doncic (quedó cerca del triple doble: 9 puntos, 10 asistencias y 7 rebotes); y Ayón y Reyes impusieron su cuerpo en la zona. Se pasó, en cuestión de dos, tres minutos, del susto del 26-28 a un psicológico 38-38. Los diez de diferencia. La barrera mental del baloncesto. Y ya no se detuvo, aumentando a la máxima al descanso, con un 46-32. Ya nada se alteró a la vuelta. El Real Madrid se mantuvo centrado y sin alardes infló su distancia (70-46) hasta convertir -con mención para Yusta, con buenos minutos, el encuentro en un entrenamiento.