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El tiempo atmosférico se ha puesto de acuerdo con el maremágnum político para azotarnos por todos los lados.
Se supone que debajo de la túnica y el capirote hay una persona creyente que quiere manifestar su sintonía con Aquél que fue el único que vivió la Pasión. Dentro de cada nazareno convive la fe con la duda, la alegría con la pena y el miedo con la esperanza.
Los que hemos tenido la oportunidad de vivir la Semana Santa desde dentro, con túnica o llevando el trono, hemos podido comprobar la fe del carbonerillo que hay detrás de todos aquellos que nos hemos criado en una sociedad que llevaba implícita la pertenencia a la Iglesia Católica.
A lo largo de nuestra vida los vientos de toda clase que azotan nuestros sentimientos nos hacen olvidar, cuando no renegar, aquellos principios que recibimos de pequeños en nuestra familia, en nuestro colegio o en nuestra parroquia. Casi todos hemos sido sacramentalizados muchas veces como una tradición más. Como al nazareno del campanario, los vientos positivos y negativos nos zarandean casi siempre de una forma violenta cuando no dolorosa. Ahí tenemos que asentar firmemente los pies en la confianza en lo esencial. Dios no falla jamás al que pone su esperanza en Él. Los seres humanos lo hacemos casi siempre.
Por eso a mí me transmite una buena noticia ese viejo nazareno que como este humilde escribidor se agarra a esa verdad que se transmite desde dentro de esa capilla-basílica que te permite encontrarte con la Madre que nunca te abandona y ese Dios que te lleva de la mano.
Un 23 de abril de 1934, según el diario El Mundo de Buenos Aires, la Sociedad de las Naciones había desmentido actos de canibalismo en las tropas bolivianas que combatían en el Chaco. El New York Times había publicado trascendidos que circulaban en La Paz, dando cuenta de que nativos del Chaco, sin ningún respeto, habían matado y devorado a oficiales bolivianos, en protesta por el reclutamiento forzozo de los pueblos originarios.
Tenemos un país donde miles de personas votan a asesinos. Algo no está bien. Adoctrinados en el odio a España, desde pequeños, votan. El problema es que representan el 0,7% pero influyen en España al 100%. Poco que hacer. Puede ir a peor. Aficiones y aflicciones del personal de allí, allá o acullá; y el de aquí. Por lo que hay y pueda ocurrir, el resultado importa. En el País Vasco sobre todo, también en el resto de España y en la UE.
Las conductas de riesgo son aquellos comportamientos que implican un efecto placentero inmediato pero carecen de una valoración de las consecuencias posteriores. Es preciso comprender que son los mecanismos cognitivos los que guían al adolescente y joven a la asunción de conductas de riesgo.
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