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A. Morillo, Madrid

Fútbol vergonzante

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El fútbol fue mi mayor pasión durante mi juventud. Como tantos jóvenes soñé que sería jugador profesional; y, créanme, estuve a punto de serlo, pero me faltó decisión. El caso es que por culpa del bendito fútbol fui un pésimo estudiante. No puedo decir que por culpa del Régimen no estudié, fue porque no quise.

Fui simpatizante del Madrid, pero, mi rebeldía por “vivencias” que no entendí, me hizo cambiar al Atlético, que, dicho sea de paso, como señala su himno de Sabina, representaba para mi otra manera de vivir. Aunque jamás olvidaré a Diestefano (como lo llamábamos entonces y con el que cada partido había que quitarse el gorro), Puskas, Gento, Rial, Copa, Didí y otros con los que tuve la suerte de la época y disfruté in situ lo indecible.

Ya apenas veo algunos partidos por la tele. Solo alguno del Atlético y que sea importante, y alguno que otro que me pille aburrido. Pero, por lo poco que últimamente ha pasado por mi vista, hay un equipo, el Barcelona C.F., que, a mi corto entender futbolístico, muestra una superioridad manifiesta sobre todos los demás. Y un jugador que, aunque F. Pérez se empeñe en “comprarle” titulaciones a Ronaldo, destaca a más no poder sobre todos y que se llama Messi.

Y digo vergonzante en el titulo de este escrito, porque a raíz del famoso “procés” se ha creado una animadversión futbolística en media España contra el Barcelona y especialmente contra Messi y sus compañeros -aparte de contra las superfluas manifestaciones de Piqué- considerándolos automáticamente entre los “culpables” de lo que pasa en Cataluña. Es, como señala J. Marías, “la mayor perversión de la justicia, la que llevaron a cabo la inquisición y los totalitarismos, el franquismo y el nazismo y el stalinismo y el maoísmo y tantos otros. En lugar de ser el denunciante quien debía probar la culpa del denunciado, era éste quien debía probar su inocencia, lo cual es imposible”. “El veredicto de las manipuladas redes sociales erigidas en jurados populares como la misma chusma que exigió la ejecución de Jesús y la liberación de Barrabás en su día”, ha condenado a los jugadores del Barcelona que incluso la mayoría, para colmo, no son ni catalanes ni españoles y seguro que les importa un carajo (con perdón) lo que les pase a los políticos catalanes. ¡Muy vergonzante!

En los últimos partidos he podido comprobar por los reportajes de las televisiones como una serie de “tuercebotas” de los equipos de la primera división van, descaradamente, a la caza de las piernas de los jugadores del Barcelona sin que el árbitro se preocupe lo más mínimo. Algo, reitero, vergonzante, ¡muy vergonzante!, e impropio de quienes se consideran deportistas y además cobran un suculento salario. ¡Un aborrecible comportamiento caciquil!

La política y el futbol están muy relacionados (que se lo pregunten sino a F. Pérez, Villar y el Sr. Rajoy), pero, como con el machismo, con el futbol hay que irse con cuidado de no caer en la trampa de las acusaciones sin que se puedan demostrar y sólo se hagan por pura insidia para obtener algún beneficio. Qué está ocurriendo, claro que está ocurriendo.

Fútbol vergonzante

A. Morillo, Madrid
Lectores
viernes, 16 de febrero de 2018, 10:45 h (CET)
El fútbol fue mi mayor pasión durante mi juventud. Como tantos jóvenes soñé que sería jugador profesional; y, créanme, estuve a punto de serlo, pero me faltó decisión. El caso es que por culpa del bendito fútbol fui un pésimo estudiante. No puedo decir que por culpa del Régimen no estudié, fue porque no quise.

Fui simpatizante del Madrid, pero, mi rebeldía por “vivencias” que no entendí, me hizo cambiar al Atlético, que, dicho sea de paso, como señala su himno de Sabina, representaba para mi otra manera de vivir. Aunque jamás olvidaré a Diestefano (como lo llamábamos entonces y con el que cada partido había que quitarse el gorro), Puskas, Gento, Rial, Copa, Didí y otros con los que tuve la suerte de la época y disfruté in situ lo indecible.

Ya apenas veo algunos partidos por la tele. Solo alguno del Atlético y que sea importante, y alguno que otro que me pille aburrido. Pero, por lo poco que últimamente ha pasado por mi vista, hay un equipo, el Barcelona C.F., que, a mi corto entender futbolístico, muestra una superioridad manifiesta sobre todos los demás. Y un jugador que, aunque F. Pérez se empeñe en “comprarle” titulaciones a Ronaldo, destaca a más no poder sobre todos y que se llama Messi.

Y digo vergonzante en el titulo de este escrito, porque a raíz del famoso “procés” se ha creado una animadversión futbolística en media España contra el Barcelona y especialmente contra Messi y sus compañeros -aparte de contra las superfluas manifestaciones de Piqué- considerándolos automáticamente entre los “culpables” de lo que pasa en Cataluña. Es, como señala J. Marías, “la mayor perversión de la justicia, la que llevaron a cabo la inquisición y los totalitarismos, el franquismo y el nazismo y el stalinismo y el maoísmo y tantos otros. En lugar de ser el denunciante quien debía probar la culpa del denunciado, era éste quien debía probar su inocencia, lo cual es imposible”. “El veredicto de las manipuladas redes sociales erigidas en jurados populares como la misma chusma que exigió la ejecución de Jesús y la liberación de Barrabás en su día”, ha condenado a los jugadores del Barcelona que incluso la mayoría, para colmo, no son ni catalanes ni españoles y seguro que les importa un carajo (con perdón) lo que les pase a los políticos catalanes. ¡Muy vergonzante!

En los últimos partidos he podido comprobar por los reportajes de las televisiones como una serie de “tuercebotas” de los equipos de la primera división van, descaradamente, a la caza de las piernas de los jugadores del Barcelona sin que el árbitro se preocupe lo más mínimo. Algo, reitero, vergonzante, ¡muy vergonzante!, e impropio de quienes se consideran deportistas y además cobran un suculento salario. ¡Un aborrecible comportamiento caciquil!

La política y el futbol están muy relacionados (que se lo pregunten sino a F. Pérez, Villar y el Sr. Rajoy), pero, como con el machismo, con el futbol hay que irse con cuidado de no caer en la trampa de las acusaciones sin que se puedan demostrar y sólo se hagan por pura insidia para obtener algún beneficio. Qué está ocurriendo, claro que está ocurriendo.

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