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Al paso del tiempo se están perdiendo los valores que inspiraron los juegos olímpicos y, especialmente el Maratón. Y no solo por la incorporación de nuevas disciplinas, sino por la pérdida de la mayor parte del espíritu que animó a aquellos amantes de los deportes, que a finales del siglo XIX, en Paris, decidieron reeditar la celebración de aquellos juegos olímpicos de la antigüedad, que se celebraban desde el siglo VIII a.C. en la ciudad helénica de Olimpia.
Estoy viviendo una etapa de mi vida en la que reitero que mi capacidad de asombro no tiene límite. Se une mi vuelta a las aulas universitarias, rodeado de jóvenes que apenas llegan a la veintena y mi inmersión en los estudios de la prehistoria y el desarrollo del progreso, de manos de un grupo de profesores jóvenes, que imparten sus conocimientos de una forma amena y participativa, que me hace olvidar los estirados docentes de tiempos pretéritos.
Comprendo el porqué de la cuestión. Si ni siquiera el presidente del Gobierno se ha dignado participar de forma directa en el mismo, al resto de los españolitos de a pie nos resbala cuanto digan unos y otros, dado que los resultados los tienen pactados y vendidos de antemano.
Por primera vez en mucho tiempo, la pasada semana, mi “segmento” no llegó a las manos de mis lectores. Entre la compañía telefónica, que ha demorado durante siete días el traslado de mi instalación de Internet, y el cambio radical en mi actividad diaria, que ha revolucionado toda mi vida de forma impensable, no pude acudir a mi cita con mi columna de los jueves.
Yo la conocía desde siempre. Compartió el bachillerato en las Teresianas con mi hermana y después siguieron siendo muy amigas hasta el día de hoy. Cada año se reunían en alguna ocasión para rememorar viejos tiempos. Pronto dio paso a la “Mari Tere” que todos recordamos. Aquella que se incorporó rápidamente a “la radio de la juventud”.
Los niños y los jóvenes regresan a las aulas para iniciar un nuevo curso. Los adultos a su trabajo habitual (o a la búsqueda del mismo). ¿Y los miembros del “segmento de plata”? ¿Qué haremos a lo largo de los próximos meses? Todo depende de la voluntad y el esfuerzo. Nos podremos esconder en los puzzles y en los crucigramas, en la visita a los médicos, en el intercambio de medicamentos, en la abulia y en el “dolce far niente”. Entonces nos quejaremos de “crisis en el proyecto vital”.
Hay personas que se exceden en su expresividad. Creen que el mundo del deporte lo aguanta todo. Y no es así. Se trata de lo que los antiguos denominaban como “vestir el cargo”. Cuando uno dirige o preside una institución, se convierte en la imagen de la misma. El que la detenta –por eso le han elegido- debe ser el “primus inter pares”.
Somos unos dignos herederos de aquellos pueblos romanos que acallaban sus necesidades por medio de la comida y la fiesta. En tiempos más cercanos se acuñó también la frase: “pan y toros” como un ejemplo de una manera de gobernar y de vivir. Desgraciadamente, lo de los toros tiene un corto recorrido, dado que a las mentes pensantes les ha invadido un desmesurado amor a los animales.
En el paraíso en que habito buena parte del año, se está produciendo este verano una tremenda alteración en la paz que disfrutamos ante una playa deliciosa y unas condiciones vitales extraordinarias. Se trata de la instalación de una tubería gigante que transportará las aguas entre Málaga y la Axarquía.
No acabo de asombrarme ante la vitalidad de los miembros del “segmento de plata” de la Axarquía. Por ellos no pasan ni los tiempos, ni las modas, ni los modos. Han convivido imperturbables por diversos ambientes, pero siguen aferrados a “lo suyo”. A lo largo de su vida han pasado por la “mili”, la emigración al norte de España o a Centroeuropa, los buenos y los malos tiempos, etc.
Cada día, al abrir el correo o conectar el whastApp, me encuentro con un intento de sustraerme mis datos, entrar en mi cuenta bancaria, obligarme a cambiar de compañía de luz, gas o telefónica, recordarme que tengo un paquete pendiente, cambiarme las conducciones de gas, “regalarme” un seguro de vida o de muerte, etc. En una palabra: timarme.
El pasado día 6 de julio yo escribía, muy ufano, jactándome de haber superado toda esta etapa sin caer en las garras del “bicho”. ¡Para qué dije nada! Desde entonces como fruta madura hemos ido cayendo mi nieta pequeña, una de mis hijas, mi esposa y, como colofón, yo
Con la presencia ante las cámaras de los dos candidatos más importantes a la presidencia, parece que nos acercamos a unas elecciones presidencialistas, aunque la realidad es que se trata de unas elecciones al Congreso de los Diputados y al Senado. Una vez concluidas las mismas, la gestión del gobierno quedará en manos de los elegidos.
A pesar del tiempo transcurrido, el resquemor ante un posible contagio nos hace estar un tanto mosqueados ante cualquier noticia. Los miembros del “segmento de plata” seguimos siendo candidatos “preferentes” a contagiarnos del dichoso “coronavirus”.
A los pertenecientes al “segmento de plata”, el paso delos años nos trae consigo la pérdida de alguna de las facultades. En mi caso se trata de la pérdida del sentido común. Todo ello proviene de mi trabajo como voluntario a lo largo de este curso como profesor de un alumno mayorcete que preparaba su graduado escolar.
El edadismo es una forma de discriminación social por cuestión de edad que afecta a muchas personas mayores. Se trata de la puesta en práctica de un uso inadecuado del lenguaje en lo referente a dicho segmento de población. Una forma de hablar y de escribir que va minando nuestra mente basándose en lugares comunes y prejuicios.
Desde siempre me ha gustado mucho conocer el significado de las palabras. Cuando escucho un término que desconozco o que me crea dudas, recurro a la RAE a través de su diccionario en Internet, al que tenemos un acceso rápido y sencillo. (Parece ser que las nuevas generaciones han perdido esta sana costumbre. Acabo de ver publicada una normativa para los aspirantes a profesores de lengua, en la que se les suspende si cometen ¡¡diez faltas de ortografía!!).
El pasado martes pudimos asistir durante el programa “El hormiguero” de Antena 3 a una experiencia sociológica bastante enriquecedora. En dicho espacio en algunas ocasiones se realizan experiencias con cámara oculta muy interesantes. Normalmente enfrentan a distintas generaciones, solicitándoles opiniones y reacciones ante un tema concreto.
Creo que se trata de una consecuencia de la enfermedad que una vieja amiga mía denominaba como la PV (puñetera vejez). Los síntomas comienzan a aparecer misteriosamente, en la medida en que el número de velas que soplamos en nuestro aniversario impide su colocación en una tarta de tamaño respetable.
Supongo que todos lo conocerán, pero paso a recordárselo. Se trata de un hombre mayor que pasaba sus últimos momentos en una chabola paupérrima rodeado de sus familiares. El sacerdote que le acompañaba en este trance, le transmitía conformidad recordándole las bondades de la otra vida y la maravillosa situación que iba a alcanzar tras la muerte. El abuelete meneaba la cabeza diciendo. “Todo eso está muy bien… Pero, como la casa de uno…”.
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