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Los eficaces siempre llegan a tiempo a la salida del tren; de hecho, apenas ocupan su asiento, la máquina silba y sus ruedas corren sobre la vía como espuma en el agua. Los torpes llegan siempre cuando el tren ya ha salido y sobre la estación cae un polvo de mariposas muertas. Ellos suspiran ausentes mientras imaginan el pasar de los árboles tras las ventanillas como pájaros suicidas.
Es tiempo de unirse y de reunirse para trazar juntos espacios de concordia. También es el instante preciso y precioso, para conseguir poblar los caminos de vida y repoblar los horizontes de luz. Sabemos que la tarea no es fácil, que hemos de permanecer firmes, con los pies bien plantados en la tierra, para beber la realidad y no embobarnos de apariencias.
Qué impresión sacaríamos al observar un grupo social integrado por sujetos con la cabeza gacha, indecisos, plegados a cualquier programación, vociferantes pero incapaces de articular razones, aturdidos en definitiva. La manifiesta ausencia de vitalidad es todo un indicador de su servilismo amodorrado cargado de carencias.
Lo normal en un discurso subjetivo es que se equivoque “ensoñación con realidad.” La naturaleza nos ha dado personajes con estructuras mentales cercanas al “metaverso”, que enlaza la realidad física con la virtualidad, de tal forma que, dependiendo del momento y del espacio, su propia “realidad” es transformada en el idilio de los sueños.
Hace ya algún tiempo tuve ocasión de asistir a una boda, la primera en muchos años. Quienes me conocen saben bien que no soy precisamente forofo irredento de tales eventos sociales. Siempre me parecieron un tanto decadentes, dicho sea sin ánimo de ofender a nadie (y con la esperanza de no estar jodiendo el artículo ya en su primer párrafo).
Necesitamos reanimarnos y restablecernos, llenar el santuario íntimo de nuestro espíritu con vocablos comprensivos, más positivos que negativos, clementes y placenteros. Por desgracia, la atmósfera actual no suele acompañarnos en ninguna parte del planeta. Proliferan los conflictos, las catástrofes diversas, los actos violentos, los abusos de todo tipo, así como una fuerte carga de sensación de aislamiento y abandono, que pueden generar conductas suicidas.
En los tiempos actuales abundan los recursos y conocimientos en sectores impensables. Ni siquiera esos ventajosos adelantos son bien aprovechados, ni paramos mientes en otras consideraciones importantes; inmersos en una rutina hiperactiva caemos en una indeterminación alarmante.
Me encuentro frente a un símbolo antiguo de origen celta, la piedra a la que va adherida toda su carga simbólica se encuentra dividida y uno de los espirales se halla casi olvidado debido a la erosión propia de la naturaleza; recordé al rozar con mis dedos el círculo infinito que leí por primera vez acerca del trisquel en la leyenda irlandesa de Bride, diosa de la primavera, la fertilidad y el amanecer.
El secreto de nuestros andares por aquí abajo reside en la honestidad y en el juego limpio, si en verdad queremos aflorar hacia otros horizontes menos tortuosos, con sendas más tranquilizadoras y sin tantas revueltas. Hoy más que nunca, necesitamos un rayo de esperanza en mitad de estos tiempos oscuros.
Basta con acercarse a los titulares de un telediario para sentirse agobiado por la cantidad de determinaciones de todo tipo que intentan regular nuestra vida, nuestro pasado, nuestro presente y, desgraciadamente, nuestro futuro. A través de decretos, insinuaciones, recomendaciones e, incluso, sanciones, te dicen en qué tienes que creer, cómo te has de comportar.
Nada es imposible a los ojos existenciales, es nuestro deber ser operantes para liberarnos del mal, practicar la justicia y enmendar situaciones verdaderamente atroces. Tampoco es cuestión de combatir, sino de resistir y de extender el espíritu del bien para que reine la verdad en la vida; y, por ende, la armonía.
Ya pasaron los siglos y agentes minúsculos generan enormes tribulaciones, en el plano corto de las actuaciones directas y en los efectos a distancia no siempre visibles.
En medio de un progresivo temporal de despropósitos humanos, con un creciente huracán de incertidumbres, un aluvión de crisis diversas, un tremendo desconcierto atmosférico y una honda injusticia global; reivindico otros posicionamientos más lícitos y equitativos, que sirvan de apoyo a esas gentes desfavorecidas y abandonadas.
The Water of Tyne es una canción tradicional inglesa, delicada y sencilla, como los guijarros que desgasta el agua hasta hacerlos suaves como hoja de palma. En ella, en la canción, una joven amante llora por la separación de su amado. Entre los dos corren las caudalosas aguas del río Tyne —“the water of Tyne runs between him and me”, dice la letra—, así que la chica no puede hacer otra cosa que quedarse ahí, en su lado de la orilla.
A poco que rastreemos por los caminos terrestres, percibiremos que la decencia y la compasión humana acostumbran a brillar por su ausencia, sobre todo entre los desfavorecidos, que suelen ser los más vulnerables y marginados. Debemos evitar que esto suceda o que se prolongue en el tiempo.
Los entuertos son naturales, no estamos ubicados en parajes idílicos; en el curso de las actividades de cada momento abundan las contradicciones. Aunque los humanos somos gente engreída, no damos abasto en cuanto a las disposiciones resolutivas. Con la sin par introducción de novedades tecnológicas, no conseguimos neutralizar las severas complicaciones que tantos sufrimientos nos provocan.
Dice le diccionario de la lengua que se cae en una incongruencia “cuando se produce una falta total de coherencia entre varias ideas, palabras, acciones o cosas”. Sigue diciendo que una persona es coherente “cuando actúa en consecuencia con sus ideas o lo que expresa”. Es decir que existe una correlación entre lo que se piensa, se dice y se hace.
Los pasajes vivenciales no son más que un manto silvestre de aromas que nos resucitan cada día, lo que requiere de nosotros unos hábitos saludables y un deseo de vivir, desvividos por preservar los hábitats naturales, para poner a nuestro planeta en el camino de la curación.
Aunque no lo parezca, lo que era algo utópico hace siglos se ha convertido en una realidad palpable. Lo que nos está deparando el presente en cuanto a desarrollo tecnológico es impresionante, algo que parece casi imposible, si pensamos en lo que sucederá en el futuro. Luchar por la justicia y por la expresión efectiva de los valores éticos y humanos es algo valioso en sí mismo, aunque sea una tarea difícil. Lo fácil no tiene mérito.
En los espacios naturales, el estado de alerta es la regla; el dinamismo vital pone a prueba los diferentes mecanismos de subsistencia. Las cualidades requeridas por cada ser vivo introducen matices relevantes en dicha controversia; en especial, la participación del intelecto humano, aporta mayores posibilidades de adaptación.
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