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Manuel Villegas
Empecé a trabajar en una Empresa Nacional de Construcciones a los 19 años. Tiempo después pasé a trabajar en Butano, S. A. mientras opositaba a Magisterio. Posteriormente hice Graduado Social y fui propietario de dos academias de enseñanza. Más adelante estudié Filosofía y Letras en la Universidad de Sevilla, obteniendo en la tesina la calificación de sobresaliente. Tras prejubilarme comencé a elaborar la Tesis Doctoral que defendí en diciembre de 2002 y que fue calificada con Sobresaliente “cum laude”. Soy miembro fundador de HISALEM (Historia Social de la Administración Localen la edad Moderna) así como de ES. HI. MO. (Estudios de Historia Moderna), ambas de la UCO, también integrante del Instituto de Historia de Andalucía, dentro de la sección de HISTORIA MODERNA, desde el 4-7-1995. Igualmente pertenezco a la AHEF (Asociación Hispánica de Estudios Franciscanos), desde el 2-5-2007. He participado con Ponencias sobre la materia de mi estudio en los dos Congresos haabidos de Historia Sobre Andalucía. Soy académico correspondiente de la Real de Córdoba. |
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No soy feminista ni partidario del masculinísimo, simplemente soy una persona que deseosa de que, como dicen los juristas, se aplique la justicia distributiva, o sea, que a cada cual se le entregue lo que le corresponde, yo añado, según sus cualidades y valía. El hombre, por serlo, no tiene más derechos que la mujer porque no es varón.
Es como un axioma y, como tal, es tan claro y evidente que se admite sin demostración. Serios, conspicuos y sesudos historiadores, ya por titularidad o por afición, dan por bueno que en el suelo hispano estuvieron los musulmanes ochocientos años, admitamos que por redondear se acepte esa cifra, cuando solamente se aposentaron en nuestras tierras 781, pero lo totalmente incierto es que se admita que éstos estuvieron asentados en toda España ocho siglos.
“Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo” (Mt 5,11-12). No son palabras mías, sino de la Persona más Excelsa Sublime e Inimitable que ha convivido con los humanos, como resumen del mandamiento, casi incumplible que son las Bienaventuranzas.
No he colocado a España en primer lugar, porque sea más importante que Ucrania, sino porque las acciones que voy a referir son más antiguas. Ambas naciones, cada una en su momento, han sido invadidas por un enemigo muy superior en armamento, y soldados con mayor efectividad y preparación militar que el pueblo al que han intentado sojuzgar. Ninguna de ellas ha inclinado la cerviz ante el tirano.
Como premisa ineludible hemos de dejar bien sentado que nadie tiene potestad, ni debe de acabar con la vida de otra persona, sin embargo esta pregunta se la han hecho a lo largo de la historia grandes pensadores, filósofos y teólogos principalmente, santos incluidos.
Repugnantes, inadmisibles, intolerables e imperdonables. Merecedores del mayor castigo que la Ley pueda tener para ellos. Son la mayor aberración que, junto con el aborto y la eutanasia, se puede cometer contra un ser humano. Los desalmados que los cometen son indignos de ser considerados como personas.
En su desorbitado deseo de recibir cada vez más enormes beneficios, están suprimiendo las sucursales bancarias, a las que acudíamos a depositar o retirar nuestro peculio, obligándonos a utilizar los servicios de unos cajeros automáticos con los consiguientes despidos de personal. Están eliminando sucursales en pueblos en los que no les son rentables, sin tener en cuenta el enorme perjuicio que causan a las personas mayores.
Los españoles denigramos y rechazamos todo lo nuestro, la envidia es nuestro principal pecado, y basta con que alguno sobresalga en algún arte, disciplina o cualquier otro tipo de valía, para que lo ataquemos sin piedad. La Historia de España está llena de gestas incomparables que no han podido ser superadas, pero denostadas por nosotros mismos.
Sí, ¡gracias Rafael Nadal! Otra vez has vuelto a triunfar, pero no solo has sido tú, sino todos los españoles por haber elevado el nombre de España, con tu esfuerzo y trabajo a lo más alto que se puede llegar en el deporte del Tenis. ¡Nos sentimos orgullosos de ti!
Esta frase la he oído, como decían los latinos “a teneris unguiculis” (desde que tenía tiernas las uñas, es decir, desde mi niñez). Nos la decía nuestra madre cada vez que venía al caso. Soy miembro de una familia numerosa de cuatro hermanos todos ya de edad provecta, pues bien, no recuerdo que hayamos discutido en ningún momento. ¿Cómo es posible eso? Simplemente, porque nuestra madre estaba sobre nosotros para sembrar paz y concordia.
Cuando considero la futilidad de la vida humana y me percato de la preponderancia, engolamiento y ¿por qué no, soberbia? con la que algunas personas se consideran más importantes, poderosas y superiores a los demás, no puedo menos que acordarme de las palabras con las que S. Juan Crisóstomo (Boca de oro; pico de oro, diríamos hoy), tomadas del Eclesiastés, comienza su homilía en defensa de Eutropio.
Sí, inconcebible, inadmisible, inaudito inaguantable e intolerable y por desgracia irrefutable, lo manifestado por esta desdicha de Ministro que, para nuestra perdición padecemos lo españoles, denominada Alberto Garzón. Es el hombre de las paparruchadas, de las sandeces sin cuento y de las tonterías sin remedio.
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