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Llucià Pou Sabaté
Llucià Pou Sabaté
Si aprendemos a reconocer nuestras trampas mentales, podemos vivir con más verdad, más libertad y mucho menos sufrimiento

El capítulo 10 del libro "Sentirse bien", del psiquiatra David D. Burns, lleva un título tan breve como decisivo: “La causa de todo”. Y no es una exageración. En pocas páginas, el autor condensa la raíz del sufrimiento emocional disfuncional, más allá de los síntomas o circunstancias dolorosas que lo detonan. El mensaje es claro: no es lo que vives, sino cómo lo piensas.

Para los empresarios en proceso de transformación digital, adquirir habilidades para gestionar el estrés y clarificar la información es tan vital como tener un buen plan estratégico

Tomar decisiones bajo presión es uno de los grandes desafíos a los que se enfrenta cualquier empresario o autónomo. En momentos de incertidumbre, urgencia o carga emocional, nuestra capacidad de análisis y racionalidad se ve comprometida. Pero, ¿por qué ocurre esto exactamente?

La relación entre estos conceptos no está demostrada científicamente, pero puede tener un valor práctico si se utiliza con criterio

En el campo del bienestar emocional, diversas corrientes alternativas han explorado la relación entre factores biológicos y estilos de afrontamiento del estrés. Una de estas propuestas, procedente de enfoques naturopáticos, plantea una hipótesis sugerente: el grupo sanguíneo podría influir en la manera en que las personas regulan la ansiedad y descargan su activación emocional. Esta idea carece de una validación científica sólida.

La respuesta podría estar en tus creencias silenciosas

Muchas personas que han pasado por una depresión describen con alivio el momento en que todo empieza a mejorar: el ánimo sube, la motivación regresa, la mente parece más clara. Sin embargo, no son pocos los casos en que, meses después, sin una razón clara, la depresión vuelve.

Muchas personas que han pasado por una depresión lo saben: no basta con sentirse mejor durante unas semanas o unos meses. La recaída no siempre llega por un nuevo golpe externo, sino porque algo en el interior no ha cambiado del todo. Una idea, una creencia, una exigencia... que sigue allí, operando en silencio.

"No es que tenga miedo de que Dios no exista. Me preocupa que exista, pero que sea cruel". Con esta frase cruda y luminosa a la vez, C. S. Lewis abre las primeras páginas de 'Una pena observada', el diario de duelo que escribió tras la muerte de su esposa, Joy Davidman. El pensador cristiano, que había defendido la fe desde la razón y la apologética, se enfrenta aquí a un dolor sin fórmulas, a un sufrimiento que desarma toda respuesta lógica.

"Me siento tan desbordada que solo puedo escribir," podría decir Virginia Woolf, condensando así con precisión la forma en que convirtió el dolor en materia literaria. Escritora de la conciencia, del fluir interior, de los bordes difusos entre pensamiento y percepción, Woolf no solo retrató la depresión: la habitó y la transformó en forma artística.

La literatura no solo refleja la condición humana, sino que a menudo la disecciona con una lucidez que duele. En las obras de Virginia Woolf, Lev Tolstói y C.S. Lewis, la depresión y la angustia existencial no son meros temas, sino fuerzas que moldean personajes, estilos y preguntas sin respuesta. Estos autores no escribieron sobre el dolor: lo habitaron, lo transformaron en lenguaje, y en el proceso, dejaron mapas para navegar territorios oscuros.

En una época en que la salud mental parece estar cada vez más dominada por diagnósticos, protocolos y pastillas, la voz de Irvin D. Yalom suena como un faro suave, pero firme. Psiquiatra, psicoterapeuta y escritor, Yalom propone una psicoterapia existencial que no gira en torno a técnicas, sino a lo esencial: el encuentro humano.

Durante décadas, la psicología cognitiva ha defendido una idea poderosa y sencilla: lo que pensamos determina cómo nos sentimos. Esta premisa, que ha dado origen a terapias tan efectivas como la cognitivo-conductual, ha ayudado a miles de personas a enfrentar la depresión, la ansiedad o los estados de ánimo negativos. Pero, como toda idea fuerte, también necesita matices.

Cuenta Tony de Mello de uno: “Durante años me sentí atrapado en mis propios conflictos: me sabía neurótico, angustiado, deprimido. Todos me decían que tenía que cambiar. Yo lo sabía… pero no podía. Hasta que un día, mi mejor amigo hizo algo diferente: Me dijo que no necesitaba cambiar para ser querido. ‘No cambies. Te quiero tal como eres.’ Y entonces cambié”.

La depresión no se manifiesta de una sola manera. Es una condición compleja que afecta a la persona en múltiples dimensiones: emocional, cognitiva, conductual y física. Reconocer sus distintos síntomas es clave para comprender el alcance del trastorno y dar los primeros pasos hacia una intervención adecuada.

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