Los medios de comunicación de todo el mundo llevan meses informando de los recortes de Elon Musk en Estados Unidos ejecutados con incesantes soflamas contra el Estado y el despilfarro con que gasta el dinero público. Ahora se pelea con su jefe, el presidente Trump, porque dice que su ley presupuestaria va a producir más déficit y deuda, y este último lo amenaza con quitarle los miles de millones de dólares que recibe del gobierno.
No es sólo la crónica de un esperpento. Es una muestra más de la incompetencia, la ignorancia, el cinismo y la maldad criminal de los nuevos multimillonarios que están secuestrando a los Estados para estrujarlos como a un limón en su beneficio y que usan como escuadrón ideológico que lo justifique a los economistas libertarios o anarcocapitalistas, como ellos mismos se autodenominan.
Musk, es un buen paradigma y expresión del nuevo tipo de capital tecnológico que se propone dominar el mundo. Existe gracias al dinero público que durante muchos años se ha dedicado a promover la investigación básica y no puede hacer negocios sin ayudas millonarias de los gobiernos, pero ataca sin piedad la intervención del Estado porque quiere tenerlo todo y no está dispuesto a poner ni un dólar en impuestos para contribuir al gasto común.
Musk ha mostrado ser un incompetente. Aseguró que ahorraría dos billones de dólares y sólo ha ahorrado, según la web de su propio departamento, 180.000 millones de dólares. A pesar de haber dispuesto de todos los medios necesarios, lo más probable es que, en realidad, no haya ahorrado ni la mitad de esta última cifra. Y eso, teniendo en cuenta que no se contabilizan los costes que esos recortes van a producirle al gobierno por otras vías.
Musk ha mostrado que es un ignorante. Se extraña ahora de que los recortes presupuestarios añaden más déficit y deuda, cuando ese ha sido el resultado de todas y cada una de las operaciones de recortes de inspiración neoliberal y libertaria que se han hecho en las últimas décadas. No puede ser de otro modo, cuando lo único que se hace es recortar impuestos a los ricos y gasto social a los más pobres y, al mismo tiempo, se aumenta en mayor medida el gasto militar y el de ayudas a las grandes empresas y al sector financiero.
Musk es un cínico porque despotrica contra el gasto público, cuando sus empresas han podido existir y ganar dinero gracias a las ayudas gubernamentales: al menos 38.000 millones de dólares en los últimos cinco años, según The Washington Post. Y sus empresas no han sido las únicas en recibir esas ayudas. Aunque no es fácil determinarlo con exactitud, se calcula que las 500 cotizadas más grandes de Estados Unidos reciben entre 500.000 millones de dólares y 750.000 millones anualmente de dinero público en forma de ayudas, rescates, beneficios fiscales o contratos. Y es imposible calcular el beneficio que reciben por el uso de infraestructuras, investigación o fondos federales por el que no pagan.
Elon Musk y quienes han alentado, apoyado, aplaudido y permitido sus recortes se han comportado, por último, como seres malvados y auténticos criminales. Sólo el desmantelamiento de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) va a provocar la muerte de millones de personas. Y la nueva ley presupuestaria, entre otras consecuencias de ese tipo, va a limitar el acceso a la atención médica a más de 11 millones de ciudadanos de ese país, mientras que baja los impuestos y da ayudas millonarias a los más ricos.
Las industrias y empresas que reclaman la no intervención pública buscan, en realidad, que esta se mantenga con toda su contundencia, pero a su favor. Es lo que ha ocurrido con las grandes tecnológicas que han conseguido que el Estado federal intervenga para prohibir (en la reciente ley presupuestaria) que los diferentes estados legislen sobre Inteligencia Artificial en los próximos diez años para combatir la manipulación y los fraudes. Intervención del Estado a favor de los demás, no; en el suyo, toda la que sea necesaria y mucho más.
Mientras que Elon Musk y Donald Trump han estado haciendo todo esto, han gozado del apoyo y la complacencia de un ejército magníficamente bien pagado de palmeros de medio mundo. Una legión de economistas y periodistas que se dedican a promover la religión de los mercados libres que nadie ha visto nunca, y a justificar bajadas de impuestos y recortes de gastos con datos falsos y teorías económico de las que sólo se ha podido contrastar que, cuando se han puesto en práctica, siempre han tenido el efecto contrario al anunciado (más deuda y peor economía) y el que nunca reconocen (más riqueza y privilegios para los más ricos).
Para semejante proyecto no se puede recurrir sino a lo que se está recurriendo: a la mentira, a la extrema derecha totalitaria y a personajes estrambóticos, drogadictos y viciosos, delincuentes convictos, maleducados y enfermos de avaricia, de poder y egolatría. Lo peorcito de cada casa, pero que sacarán adelante su negocio si no se levanta frente a ellos una oleada de denuncia y transparencia, y un reclamo planetario de verdad, libertad, democracia, justicia y paz.
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