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Francisco Castro Guerra
Francisco Castro Guerra
Poema para una mañana de verano de Francisco Castro
​La mañana va desdibujando las sombras de lo que fue el amanecer.
Microcuento de ‘Trilogía Circuito cerrado de Tiempo’

En un banco de la avenida hay dos mujeres discutiendo. Por su conversación, deben ser madre e hija aunque parecen prácticamente de la misma edad.

Microcuento de ‘Trilogía circuito cerrado de Tiempo’ (I)

El recepcionista del hotel mantenía una sonrisa postiza, impuesta por la normativa interna de atención al cliente. El viajero, un hombre todavía joven, se acercó al mostrador y solicitó la habitación que reservó el mes pasado.

Un microcuento de Francisco Castro

El viajero llevaba tanto tiempo en la estación que casi era ya parte de ella. Iba cargado de equipaje, prácticamente se podía decir que más que de viaje iba de mudanza.

Al despertar ella ya no estaba. En su lugar, en el lado de la cama que ocupaba cuando se durmieron, había un nido de golondrinas.

La calle está desierta. Es el mes de julio, sábado, a la hora de la siesta. La ciudad de provincias dormita con esa vetusta tranquilidad burguesa del que sabe que nada va a pasar.

​La siesta se siente joven en las tardes en que la semana pesa como la piedra de Sísifo.
​Unos viajeros caminan apresurados hacia la estación. Entre ellos van dos estudiantes que tienen que realizar los exámenes de reválida en la cuidad. España rural en la década de1960, nada está cerca, para llegar a todo siempre hay que viajar.
​En la sala de espera de la planta de cardiología hay dos chicas muy jóvenes llorando. El abuelo, pobrecito, ¡cuánto vamos a echarlo en falta! –decía la más bajita con un nudo en la garganta.
​Paseo en una tarde de junio, hay fútbol y la ciudad arde, desierta y con el vapor del verano manando de la tierra. La avenida huele a vacío, a humanidad desertando.
El cursor quedó ahí, junto a la última letra de esa palabra, parpadeando en un bucle imparable, igual que el latido de un corazón joven.
​Al fin han soltado a la turba infantil de los colegios. La oleada en forma de invasión bárbara ya ha tomado los parques, calles y plazas en el antes tranquilo horario escolar.
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