Sus peores enemigos

MADRID, 29 (OTR/PRESS) Me quedan pocas dudas de que Benjamín Netanyahu es una "máquina" para lograr que crezca en el mundo la animadversión al Estado de Israel. Como tampoco tengo dudas de que Hamas es un grupo terrorista que se ha constituido en el principal enemigo de los propios palestinos, a los que tiene secuestrados bajo su bota militar y les utiliza sin piedad para sus fines políticos.

Hay voces en Israel que explican que su gobierno no podía dejar de dar una respuesta contundente al criminal ataque perpetrado por Hamas el pasado 7 de octubre.

Pero la comunidad internacional no puede permanecer impasible ante las imágenes diarias de familias enteras huyendo de los ataques del Ejército israelí, de niños llorando aterrorizados, de casas destruidas hasta los cimientos, de los continuos impedimentos de Israel para que llegue ayuda a Gaza. Sí, todo esto exige una respuesta de la comunidad internacional pero esa respuesta debe de estar exenta de demagogias y abordar el problema de la región tal y como es sin obviar algo evidente: Hamas es un grupo terrorista. El salvajismo demostrado por los milicianos de Hamas en el ataque el 7 de octubre de 2023 no puede dejar indiferente a nadie: destriparon a bebés y niños, violaron mujeres, incluso ancianas, y asesinaron a sangre fría a ciudadanos indefensos. Tampoco se puede obviar que Gaza es un queso gruyere donde Hamas ha construido cientos de kilómetros de túneles y que sus dirigentes se refugian en los túneles situados bajo escuelas o centros sanitarios. Túneles donde se encuentran secuestrados los rehenes, aunque estos poco parecen importar a ciertos sectores politicos de los países europeos. Por decirlo claramente: la izquierda además de condenar lo que hace Israel, de paso deberia condenar cuanto hace Hamas.

Y sí, la realidad es que Netanyahu ha conseguido azuzar los sentimientos antisemitas tan presentes en Europa, que también han llegado hasta Estados Unidos, porque no hay nadie en su sano juicio que pueda avalar la máquina de destrucción que Netanyahu ha puesto en marcha contra Gaza.

Podrá destruir la Franja, pero no logrará destruir el deseo de miles de palestinos de seguir viviendo en su tierra. Por tanto, lo que Netanyahu pretende está condenado al fracaso.

He escrito en muchas otras ocasiones que para el conflicto entre israelíes y palestinos no hay otra salida que dos Estados.

El 29 de noviembre de 1947, Naciones Unidas aprobó la resolución 181 estableciendo la partición del territorio.

Ben Gurión la aceptó, pero los dirigentes palestinos y los países árabes no lo hicieron porque la creyeron injusta y desde entonces la violencia se ha instalado en aquel pedazo de tierra.

Pero insisto en mi opinión de que no habrá paz hasta que palestinos e israelíes acepten la solución de dos Estados.

Hoy Hamas ha ganado la batalla de la opinión pública a cuenta del sacrificio de miles de palestinos y Benjamín Netanyahu ha perdido esa batalla azuzando ese antisemitismo que a poco que se rasque aflora, pero que en esta ocasión se sustenta en los propios errores del gobierno de Israel.

Netanyahu y su gobierno se han convertido en un problema para su propio país. En el caso de Netanyahu, llevado, no solo por las ministros más reaccionarios de su gobierno, sino por su temor personal a terminar siendo enjuiciado y condenado por la Justicia de su país con la que tiene cuentas pendientes.

Sí, claro que hay que parar lo que está sucediendo en Gaza y eso implica que Netanyahu de un paso atrás y termine con su propio secuestro de la sociedad israelí y que Occidente deje de ignorar que Hamas es una organización terrorista.

Los peores enemigos de la paz en Oriente Medio no son otros que Hamas y Benjamin Netanyahu. Y aunque a muchos les fastidie, es Estados Unidos quien puede poner punto final a la locura desatada.