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Messi genera estupor y desasosiego en el rival como lo hiciera Góngora con sus acrobáticos versos

Lionel Tmesis

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Escribí no hace mucho un artículo que se llamó “Política futbolera” en el que establecía curiosos paralelismos entre el balompédico deporte y el cada vez más desprestigiado ejercicio de la política. Ciertamente, se daban curiosos parecidos entre ambos dominios… y me acordé precisamente de dicho artículo cuando el otro día, de soslayo, visioné el televisor en el instante en que emitían uno de esos interminables espacios llamados deportivos, que, en puridad, son “mono-deportivos”, dado que solo abordan cuestiones relativas al mentado como “deporte rey”, copando apenas dos equipos los largos minutos de que disponen estos programas; pues bien, en ese preciso instante el delantero del Barcelona Lionel Messi desarrollaba una jugada de gran plasticidad que terminaba en gol. Observando la secuencia panorámica que ofrecía la realización del televisivo espacio me di cuenta de la base sintáctica en que se sustenta el fútbol… Tirando de la madeja pensé que los entrenadores son usuarios de la gramática (en su sentido funcional) que elaboran un discurso con el código de que disponen, haciendo uso de los términos que son los futbolistas (formando con ellos sintagmas y oraciones lo más eficaces posible). Así las cosas, se me antojaba feliz que se aluda a ciertas destrezas de algunos de estos futbolistas como “recursos”, pues recursos estilísticos son los que se me venían a la cabeza viendo progresar a Messi por las líneas del folio que es el rectángulo de juego. Con el balón en los pies desconcertaba a los defensores del equipo contrario. De repente, consideré que se podría aludir al interfecto más como Lionel Tmesis, pues dicha figura retórica es un “hipérbaton que se produce en el interior de una palabra al insertar elementos ajenos entre sus componentes”, como en este ejemplo de Lope de Vega: “¿Por qué me torques bárbara tan mente?” (cfr. en “Las figuras retóricas” de J. L. García Barrientos). Esa partición la realizaba Messi cuando rompía su presumible trayecto y, mediando virguería, regresaba sobre sus andanzas previas al rompimiento de la más presumible estructura y, como que no quiera la cosa, se tornaba “poliptoton”, ya que, de repente, parecía multiplicarse por aquí y por allá; repitiéndose las “distintas formas flexivas” del mismo lexema que es él cuando se desmelena de tal modo.

Messi/Tmesis genera estupor y desasosiego en el rival como lo hiciera Góngora con versos acrobáticos como “De este, pues, formidable de la tierra/ bostezo el melancólico vacío”.

Como la literatura, el fútbol tiene ritmo; sobre todo el fútbol lírico… pues hay fútbol lírico y prosaico (y una amplia pléyade de vías intermedias). En el primero cabe distinguir el ritmo métrico (el que traza el entrenador) del acentual (el que imprime el futbolista). El ritmo acentual de Messi es, ora trocaico, ora dactílico, ora mixto… Messi/Tmesis es polirrítmico. Con Argentina no acaba de cuajar porque hay conceptos y recursos que se adaptan mejor a un tipo u otro de estructuras, y nuestro delantero es la punta de lanza de un conjunto deportivo-textual en el que se ha conjuntado de manera afinada todo un engranaje de temas y remas; de proformas… Andrés Inhiesta es un surtidor de licencias poéticas, por ejemplo.

Tras darle un rato al caletre, recreado en tales líneas de conexión lingüístico-futbolística, me apunté a mí mismo: “Qué fascinante sería que la Literatura fuese una disciplina objeto de la atención de las masas, como el fútbol”. En algo se parecen, no obstante, ambos ámbitos: están dominados por una serie de pocos grandes organigramas, que son los que “parten el bacalao”; son mundillos hoy muy mercantilizados… y si hay afición fuera de tales órbitas, esta es sostenida más por eso que se acostumbra a llamar amor al arte. Desde luego, también es en cierto modo placentero leer obras ajenas al circuito comercial, escribir sin recibir grandes emolumentos, jugar y ver fútbol en pequeñas ligas… Y, en cualquier caso, no podemos negar que es fascinante ver a Messi en su calidad de “Lio Tmesis”.

Lionel Tmesis

Messi genera estupor y desasosiego en el rival como lo hiciera Góngora con sus acrobáticos versos
Diego Vadillo López
viernes, 3 de noviembre de 2017, 07:44 h (CET)
Escribí no hace mucho un artículo que se llamó “Política futbolera” en el que establecía curiosos paralelismos entre el balompédico deporte y el cada vez más desprestigiado ejercicio de la política. Ciertamente, se daban curiosos parecidos entre ambos dominios… y me acordé precisamente de dicho artículo cuando el otro día, de soslayo, visioné el televisor en el instante en que emitían uno de esos interminables espacios llamados deportivos, que, en puridad, son “mono-deportivos”, dado que solo abordan cuestiones relativas al mentado como “deporte rey”, copando apenas dos equipos los largos minutos de que disponen estos programas; pues bien, en ese preciso instante el delantero del Barcelona Lionel Messi desarrollaba una jugada de gran plasticidad que terminaba en gol. Observando la secuencia panorámica que ofrecía la realización del televisivo espacio me di cuenta de la base sintáctica en que se sustenta el fútbol… Tirando de la madeja pensé que los entrenadores son usuarios de la gramática (en su sentido funcional) que elaboran un discurso con el código de que disponen, haciendo uso de los términos que son los futbolistas (formando con ellos sintagmas y oraciones lo más eficaces posible). Así las cosas, se me antojaba feliz que se aluda a ciertas destrezas de algunos de estos futbolistas como “recursos”, pues recursos estilísticos son los que se me venían a la cabeza viendo progresar a Messi por las líneas del folio que es el rectángulo de juego. Con el balón en los pies desconcertaba a los defensores del equipo contrario. De repente, consideré que se podría aludir al interfecto más como Lionel Tmesis, pues dicha figura retórica es un “hipérbaton que se produce en el interior de una palabra al insertar elementos ajenos entre sus componentes”, como en este ejemplo de Lope de Vega: “¿Por qué me torques bárbara tan mente?” (cfr. en “Las figuras retóricas” de J. L. García Barrientos). Esa partición la realizaba Messi cuando rompía su presumible trayecto y, mediando virguería, regresaba sobre sus andanzas previas al rompimiento de la más presumible estructura y, como que no quiera la cosa, se tornaba “poliptoton”, ya que, de repente, parecía multiplicarse por aquí y por allá; repitiéndose las “distintas formas flexivas” del mismo lexema que es él cuando se desmelena de tal modo.

Messi/Tmesis genera estupor y desasosiego en el rival como lo hiciera Góngora con versos acrobáticos como “De este, pues, formidable de la tierra/ bostezo el melancólico vacío”.

Como la literatura, el fútbol tiene ritmo; sobre todo el fútbol lírico… pues hay fútbol lírico y prosaico (y una amplia pléyade de vías intermedias). En el primero cabe distinguir el ritmo métrico (el que traza el entrenador) del acentual (el que imprime el futbolista). El ritmo acentual de Messi es, ora trocaico, ora dactílico, ora mixto… Messi/Tmesis es polirrítmico. Con Argentina no acaba de cuajar porque hay conceptos y recursos que se adaptan mejor a un tipo u otro de estructuras, y nuestro delantero es la punta de lanza de un conjunto deportivo-textual en el que se ha conjuntado de manera afinada todo un engranaje de temas y remas; de proformas… Andrés Inhiesta es un surtidor de licencias poéticas, por ejemplo.

Tras darle un rato al caletre, recreado en tales líneas de conexión lingüístico-futbolística, me apunté a mí mismo: “Qué fascinante sería que la Literatura fuese una disciplina objeto de la atención de las masas, como el fútbol”. En algo se parecen, no obstante, ambos ámbitos: están dominados por una serie de pocos grandes organigramas, que son los que “parten el bacalao”; son mundillos hoy muy mercantilizados… y si hay afición fuera de tales órbitas, esta es sostenida más por eso que se acostumbra a llamar amor al arte. Desde luego, también es en cierto modo placentero leer obras ajenas al circuito comercial, escribir sin recibir grandes emolumentos, jugar y ver fútbol en pequeñas ligas… Y, en cualquier caso, no podemos negar que es fascinante ver a Messi en su calidad de “Lio Tmesis”.

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