Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Partidos Políticos | Instituciones | Promesas | Mentiras | Corrupción | Ciudadanía

Entre farsas y cenizas

España no se merece esta descomposición moral. No puede ser gobernada por el cinismo, la mentira y el descaro
Conchi Basilio
jueves, 12 de junio de 2025, 11:46 h (CET)

Ya no se cree en nada. Ni en los discursos, ni en los partidos, ni en las promesas que se repiten como mantras huecos, cada vez que hay elecciones. España vive una desilusión profunda, una especie de hartazgo cívico que se ha incrustado en el ánimo colectivo, como una llaga que no cicatriza. Y no es para menos.


Vivimos bajo una lluvia constante de titulares que se contradicen entre sí. Un día hay una trama de corrupción, al siguiente se desmiente, luego se reactiva, después desaparece y nadie vuelve a hablar de ella. La justicia avanza a trompicones, los medios manipulan según convenga a su línea editorial y los políticos usan la confusión como estrategia. Todo vale si sirve para mantenerse en el poder o para tumbar al adversario.


La información ya no informa, intoxica. Es difícil distinguir qué es cierto y qué no, porque todo parece un juego de sombras. Se filtran informes, se sueltan globos sonda, se crean narrativas que luego se abandonan, como quien tira una colilla por la ventanilla. La verdad ha dejado de ser un objeto común para convertirse en un arma de guerra política. Y en medio de este fuego cruzado estamos los ciudadanos, agotados, desconcertados, abandonados.


La confianza en las instituciones está por los suelos. El congreso parece un circo, los debates públicos son solo broncas televisadas, y los casos judiciales se archivan o se eternizan hasta que el interés mediático se disuelve. Hay ministros que dimiten por escándalos que no se investigan del todo, y otros que no dimiten ni cuando hay pruebas palmarias. Se aprueban leyes de un día para otro sin debate real, mientras otras se quedan atascadas durante años. La política se ha convertido en un lodazal donde todos se tiran barro, pero nadie limpia.


La ciudadanía, por su parte, sobrevive. Y sobrevive mal. Con sueldos bajos, alquileres imposibles, listas de espera sanitarias eternas, precariedad crónica y una inflación que se come los ahorros, si es que los hay. Pero ni eso parece importar, porque el foco está siempre en otra parte, en el último rifirrafe parlamentario, en el nuevo bulo, en la siguiente cortina de humo. El pueblo solo sirve para pagar impuestos y para votar cada cuatro años. El resto del tiempo es tratado como un espectador más de una farsa mal escrita.


Y, sin embargo, seguimos aquí, hastiados, sí, cabreados, también. Pero vivos, y esa es nuestra última resistencia. Porque, aunque quieran anestesiarnos con ruido, hay algo que no han podido apagar del todo, “la dignidad”. Esa pequeña llama que aún arde cuando vemos la injusticia, cuando nos mienten, cuando intentan convencernos de que esto es normal. No lo es, no puede serlo.


España no se merece esta descomposición moral. No puede ser gobernada por el cinismo, la mentira y el descaro. O recuperamos la verdad, la decencia y la justicia o lo que se desmorona ya no será solo la política, sino la sociedad entera. Y lo más hiriente de todo es que da igual quién gobierne. Unos y otros se han contagiado del mismo desprecio por la verdad, por la transparencia y por la ciudadanía.

Cambian los colores, cambian los rostros, pero no cambian las formas. Se insultan entre ellos mientras nos insultan a nosotros, a nuestra inteligencia, a nuestra memoria, a nuestra paciencia.

Porque creen que no pensamos, que no recordamos, que no entendemos. Pero sí entendemos, lo que pasa es que estamos cansados. Profundamente cansados de que nos traten como si fuéramos tontos.

Noticias relacionadas

Las élites políticas a las que el capitalismo entregó el poder, para controlarlo desde la trastienda, ven que a los ojos de la muchedumbre se deteriora su papel, porque, como a todos, además del poder interesa el dinero. En realidad se trata de un acto de hipocresía actual porque no es nada nuevo.

En una época marcada por la inmediatez, las redes sociales y el ruido constante, recuperar la voz de los sabios antiguos puede parecer un acto subversivo. La sabiduría de Epicteto, filósofo estoico del siglo I, resuena hoy con una vigencia inquietante. Su propuesta, sencilla en apariencia, es radicalmente transformadora: para vivir con paz y alcanzar una felicidad sólida, hay que comenzar por distinguir con claridad qué depende de nosotros… y qué no.

El olor del verano, ya casi aquí, sugiere algunas reflexiones sobre el galimatías de la nutrición, que nos invade en realidad todo el año por tierra, mar y aire, así en la publicidad como en los medios o las redes, si bien el estío acrecienta el asunto en recurrencia y cantidad. Es una especie de letanía “in crescendo” que va invadiendo nuestra realidad, en la Web sobre todo, pero que está presente en cualquier otro medio.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto