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Europa, Europa

"¡Tú no eres ciudadano, tú eres un español! se me espetó, exabrupto que cifra y sintetiza la verdad del totalitarismo, lo que es y representa el paleoizquierdismo patriota vasco"
Nicolás de Miguel
miércoles, 25 de julio de 2012, 08:01 h (CET)
Ocurrió durante una mesa debate, con el pretexto de homenajear a participantes del mal llamado "contubernio de Múnich" y de determinar si se necesita de un nuevo Múnich que salve a la UE y por extensión a España y a Europa de la crisis que padece. Como telón de fondo los cursos de verano de la UPV (Universidad del País Vasco) organizado por Eurobask - Consejo Vasco del Movimiento Europeo- con un magnífico curso: La Metamorfosis de Europa: ¿triunfo de los mercados? y el mentado coloquio. Como escenario, el centro Koldo Mitxelena de San Sebastián. En la cita, todos los grupos políticos representados en el Parlamento Vasco. Cada representante político expuso sus tesis acerca de qué fórmulas nos pueden sacar del atolladero en que nos hallamos inmersos y se habló de naciones, de pueblos, de estados....y hasta nuestra intervención no se escuchó ni una sola vez la palabra ciudadano. Fue entonces y no antes, cuando desde el público, sin terminar la argumentación, que pivotaba sobre la idea de una Unión Europea de ciudadanos libres y críticos, se me espetó: " ¡Tú no eres ciudadano, tu eres un español!” . Hubo otros insultos, atroces, pero ese exabrupto primero, esa frase, cifra y sintetiza la verdad del totalitarismo, que sin resultado intenta esconder lo que el paleoizquierdismo patriota vasco es y representa. Cuando el auge de fuerzas ultranacionalistas, y en consecuencia excluyentes, cercan la UE e incluso penetran (si alguna vez se fueron) por el sur y el este, hace que fijemos nuestra mirada sobre el Danubio o los Cárpatos, si la prima de riesgo o el rescate que parece inminente nos lo permiten. Y algunos olvidan que aquí, enquistadas en el Golfo de Vizcaya las tenemos perennes, trágica herencia recibida de la dictadura franquista y continuadora del Terror en un pequeño espacio que nunca conoció la libertad. Mientras las luces del viejo continente se apagan, aquí la antorcha del miedo, siempre estuvo y esta bien encendida. El abismo de la crísis que se abre bajo nuestros pies hace pues una doble y penosa labor, pues nos nubla la vista.

¿Cómo intentar explicar, desde la perspectiva de la europeidad convencida, el concepto de ciudadanía? Un concepto, el de ciudadano, incomprensible para quien vive, se regocija, en el mundo de la oscuridad prepolítica. Pero no claudicaremos. Y seguiremos siendo el referente de la resistencia democrática, por duro e ingrato que sea. Continuaremos defendiendo aquí, en Euskadi y allá, en Tombuctú, la idea de una Europa de ciudadanas y ciudadanos frente a la tribu, frente al dogma y el sectarismo, con el argumento por bandera y la palabra como única arma. Si defendemos el respeto a los Derechos Humanos como requisito indispensable en las relaciones entre la UE y terceros, ¿cómo no hacerlo aquí?. Si denunciamos la hipertrofia burocrática de la Unión, ¿como no hacerlo aquí?, agravada hasta la náusea en España por las duplicidades, el nepotismo más atroz y una arquitectura política e institucional en avanzado estado de descomposición. Pero no se ataca el foco de la infección. Porque ello significaría la finiquitación de una partitocracia que en sus estertores prefiere liquidar los despojos del estado del bienestar antes que renunciar al entramado político e institucional tejido. Si abogamos por una cesión de la soberanía en la UE, ¿cómo no hacerlo aquí?, con diecisiete taifas. Si apostamos firmemente por un gobierno económico y financiero común, con unas Instituciones creíbles y eficaces. Entre nuestros propósitos se aspira al Tesoro y fiscalidad comunes para la UE, un verdadero e independiente BCE supervisado por un parlamento con poder legislativo y de control. Si perseguimos la consecución de una Unión formada de, con y para ciudadanos, federal y simétrica como garantía de igualdad sería incoherente, impensable, que no lo propugnásemos para España. Si pretendemos unas reformas con el consenso y participación de sus habitantes, que impida que un grupo de paises hegemónicos impongan su voluntad sobre los demás, que no sean únicamente los más débiles quienes cedan soberanía ¿cómo no pedirlo de puertas adentro? Un mercado único sí una moneda única también: pero con un diseño funcional e institucional adecuado y no lo que tenemos ahora.

No nos merecemos una Comisión o un Consejo europeos descoordinados, desdibujados, supeditados al diktat tedesco. Como nos nos merecemos unas CCAA descoordinadas, desiguales, asimétricas y supeditadas a sus reyezuelos o virreinas frente al bien común. Pero claro, para acometer las profundas, urgentes reformas que pide toda la estructura de nuestro país, se necesitan políticos eficaces y vocacionales. Frente al cortoplacismo, para combatir a los llamados mercados con el mal de la macrocefalia financiera, cuya máxima es la depredación y la recolección, hace falta verdad, voluntad política y liderazgo. Y eso es precisamente lo que no hay. Al menos entre la casta dirigente, en muchos casos devenida en ambiente tabernario como pudimos ver y escuchar recientemente en el Congreso. Si no queremos que España, y junto a ella otros países europeos, nos recuerde las sombras que retratara Lars Von Triers en su "Europa, Europa" , sin un modelo social, sin valores, debemos implicarnos hasta los tuétanos, y el tiempo se agota.

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