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¡La ironía de ironías! Llevamos años acusando a los chinos de hurto en gran escala de nuestra propiedad intelectual con resultados predeciblemente inescrutables, claro está

Fantaseando “El Sueño Americano” en Mandarín

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Ahora que aparentan poseer ese “sueño americano”, muchos dirían en cuerpo y alma, nos preguntamos si es hora de que nuestra embajada en Beijing presente a la dinastía de Mao Zedong – Mao Tse-tung para aquellos que todavía romanizamos Beijing llamándolo Pekín – con una queja en toda regla, de protocolo… pidiendo que se nos devuelva el Sueño o, por lo menos, que se nos anule un billón de dólares en deuda del 1,2 billón que EEUU les debe.

Un flamante billón por un concepto que ni es ni nunca ha sido patentable seria una ganancia inesperada y considerable, pero no suficiente para rescatar a nuestra sociedad de la desigualdad económica en que vivimos.  Y hasta que establezcamos cuales son las causas de esta caída libre en desigualdad, no encontraremos el anillo que nos abra el paracaídas y permita tocar tierra sanos y salvos.

Algunos llevamos predicando por años que el llamado “sueño americano” no es nada más que un mito.  Ronald Reagan, pregonado como el Gran Comunicador, articuló este mito con grande resultados en la mayoría de los ciudadanos que sentían ese orgullo en el país, mientras que al mismo tiempo divulgaba las ideas mas perversas en moralidad para una sociedad moderna: el culto a la desigualdad – resultado inevitable de esa llamada economía de filtración o chorreo, y el homenaje a la avaricia.  Por tres décadas es lo que hemos estado viviendo en EEUU: un crecimiento mórbido en desigualdad, o bien patrocinado o permitido por el liderazgo en la Casa Blanca siguiendo los pasos de Reagan: los dos Bush, padre e hijo; Bill Clinton; y ahora nuestro desinflado-salvador, Barack Obama.  La verdad sea dicha, los dos partidos que monopolizan la política de Norteamérica han estado alimentando al país con la Gran Mentira y el placebo-golosina del sueño americano.

No hace falta-a-decir, aquellos que hemos criticando tanto al establishment Demócrata como al Republicano se nos ha considerado como pájaros de mal agüero.  No importaba que las señales que apuntaban a la creciente separación entre ricos y pobres fuesen el plato de cada día.  Éramos críticos dentro de una sociedad sedada y cerebralmente lavada por un capitalismo rapaz que nos ponía en ridículo o, aun peor, nos vinculaba a una conducta antipatriótica y hasta traición.  Pero, finalmente, un profesor de Columbia (la universidad neoyorquina) y laureado Nobel, Joseph Stiglitz, corrobora lo que llevamos diciendo por años con su libro, El Precio de la Desigualdad: Como la Sociedad Dividida de Hoy Pone en Peligro Nuestro Futuro, que estadísticamente, y deduciblemente, confirma lo que para nosotros ha sido obvio… sin ningún poder clarividente.

Datos del ultimo censo (2010) y estadísticas que continuamente salen a la luz del día nos subrayan el estado de nuestra economía y lo que es aun mas importante, el status de nuestra sociedad.  Y los números son desalentadores: la mitad de la nación está o en la pobreza o acercándose a ella, y la distancia entre ricos y pobres se ha convertido en abismal.  No es solo la desigualdad en ingresos lo que ha creado este abismo, sino también la desigualdad en oportunidad.  La movilidad social ascendente que en un tiempo fuera el principio básico en una sociedad norteamericana cohesiva, casi no existe hoy día, debido en su mayor parte a una desigualdad de acceso a la educación y un sistema tributario que de forma obscena favorece a los que poseen capital sobre los que producen los productos y servicios en la nación.

Lo que encuentro notable en el libro de Stiglitz es la afirmación de que el nivel más alto en desigualdad entre los países industrializados lo tenemos nosotros, nuestra población orgullosa y bombardeada-con-mentiras, tanto en acceso a la educación como en la movilidad social ascendente.  De acuerdo con Stiglitz hemos ido de la vanguardia a la retaguardia en todos los aspectos de la desigualdad social y económica.  Esto es algo que al norteamericano ni le gusta leer ni oír, pero las conclusiones de este profesor, respaldadas con apropiadas estadísticas, no tienen como objetivo el reproche político o económico sino tan solo el traer a la superficie este problema para resolverlo antes de que EEUU se convierta en una sociedad de dos-clases, una economía del tercer mundo. Y esa advertencia no tiene nada de antipatriótica.

En un tiempo Norteamérica se destacaba como prototipo de país no solo en diversidad sino en oportunidad en el mayor mercado del mundo, algo que permitía a un gran numero de individuos el lograr éxito económico y ascenso social.  Desafortunadamente, en una economía global esto ya no es el caso, sin embargo tenemos otras economías emergentes, naciones ricas en recursos naturales y/o humanos, donde muchos individuos pueden ahora lograr ese éxito económico y ascenso social… lo que pudiéramos llamar su “sueño americano”.  Debemos sentirnos orgullosos de que se utilice en forma genérica este termino de “sueño americano” por brasileños, chinos, indios, rusos y otros.

Por supuesto, dejemos que esos pobladores de China que nos proveen una buena parte de los productos que usamos, fantaseen el lograr su “sueño americano”…  ya que son mas propensos en obtenerlo que los que vivimos en Estados Unidos.

Fantaseando “El Sueño Americano” en Mandarín

¡La ironía de ironías! Llevamos años acusando a los chinos de hurto en gran escala de nuestra propiedad intelectual con resultados predeciblemente inescrutables, claro está
Ben Tanosborn
martes, 12 de junio de 2012, 06:53 h (CET)
Ahora que aparentan poseer ese “sueño americano”, muchos dirían en cuerpo y alma, nos preguntamos si es hora de que nuestra embajada en Beijing presente a la dinastía de Mao Zedong – Mao Tse-tung para aquellos que todavía romanizamos Beijing llamándolo Pekín – con una queja en toda regla, de protocolo… pidiendo que se nos devuelva el Sueño o, por lo menos, que se nos anule un billón de dólares en deuda del 1,2 billón que EEUU les debe.

Un flamante billón por un concepto que ni es ni nunca ha sido patentable seria una ganancia inesperada y considerable, pero no suficiente para rescatar a nuestra sociedad de la desigualdad económica en que vivimos.  Y hasta que establezcamos cuales son las causas de esta caída libre en desigualdad, no encontraremos el anillo que nos abra el paracaídas y permita tocar tierra sanos y salvos.

Algunos llevamos predicando por años que el llamado “sueño americano” no es nada más que un mito.  Ronald Reagan, pregonado como el Gran Comunicador, articuló este mito con grande resultados en la mayoría de los ciudadanos que sentían ese orgullo en el país, mientras que al mismo tiempo divulgaba las ideas mas perversas en moralidad para una sociedad moderna: el culto a la desigualdad – resultado inevitable de esa llamada economía de filtración o chorreo, y el homenaje a la avaricia.  Por tres décadas es lo que hemos estado viviendo en EEUU: un crecimiento mórbido en desigualdad, o bien patrocinado o permitido por el liderazgo en la Casa Blanca siguiendo los pasos de Reagan: los dos Bush, padre e hijo; Bill Clinton; y ahora nuestro desinflado-salvador, Barack Obama.  La verdad sea dicha, los dos partidos que monopolizan la política de Norteamérica han estado alimentando al país con la Gran Mentira y el placebo-golosina del sueño americano.

No hace falta-a-decir, aquellos que hemos criticando tanto al establishment Demócrata como al Republicano se nos ha considerado como pájaros de mal agüero.  No importaba que las señales que apuntaban a la creciente separación entre ricos y pobres fuesen el plato de cada día.  Éramos críticos dentro de una sociedad sedada y cerebralmente lavada por un capitalismo rapaz que nos ponía en ridículo o, aun peor, nos vinculaba a una conducta antipatriótica y hasta traición.  Pero, finalmente, un profesor de Columbia (la universidad neoyorquina) y laureado Nobel, Joseph Stiglitz, corrobora lo que llevamos diciendo por años con su libro, El Precio de la Desigualdad: Como la Sociedad Dividida de Hoy Pone en Peligro Nuestro Futuro, que estadísticamente, y deduciblemente, confirma lo que para nosotros ha sido obvio… sin ningún poder clarividente.

Datos del ultimo censo (2010) y estadísticas que continuamente salen a la luz del día nos subrayan el estado de nuestra economía y lo que es aun mas importante, el status de nuestra sociedad.  Y los números son desalentadores: la mitad de la nación está o en la pobreza o acercándose a ella, y la distancia entre ricos y pobres se ha convertido en abismal.  No es solo la desigualdad en ingresos lo que ha creado este abismo, sino también la desigualdad en oportunidad.  La movilidad social ascendente que en un tiempo fuera el principio básico en una sociedad norteamericana cohesiva, casi no existe hoy día, debido en su mayor parte a una desigualdad de acceso a la educación y un sistema tributario que de forma obscena favorece a los que poseen capital sobre los que producen los productos y servicios en la nación.

Lo que encuentro notable en el libro de Stiglitz es la afirmación de que el nivel más alto en desigualdad entre los países industrializados lo tenemos nosotros, nuestra población orgullosa y bombardeada-con-mentiras, tanto en acceso a la educación como en la movilidad social ascendente.  De acuerdo con Stiglitz hemos ido de la vanguardia a la retaguardia en todos los aspectos de la desigualdad social y económica.  Esto es algo que al norteamericano ni le gusta leer ni oír, pero las conclusiones de este profesor, respaldadas con apropiadas estadísticas, no tienen como objetivo el reproche político o económico sino tan solo el traer a la superficie este problema para resolverlo antes de que EEUU se convierta en una sociedad de dos-clases, una economía del tercer mundo. Y esa advertencia no tiene nada de antipatriótica.

En un tiempo Norteamérica se destacaba como prototipo de país no solo en diversidad sino en oportunidad en el mayor mercado del mundo, algo que permitía a un gran numero de individuos el lograr éxito económico y ascenso social.  Desafortunadamente, en una economía global esto ya no es el caso, sin embargo tenemos otras economías emergentes, naciones ricas en recursos naturales y/o humanos, donde muchos individuos pueden ahora lograr ese éxito económico y ascenso social… lo que pudiéramos llamar su “sueño americano”.  Debemos sentirnos orgullosos de que se utilice en forma genérica este termino de “sueño americano” por brasileños, chinos, indios, rusos y otros.

Por supuesto, dejemos que esos pobladores de China que nos proveen una buena parte de los productos que usamos, fantaseen el lograr su “sueño americano”…  ya que son mas propensos en obtenerlo que los que vivimos en Estados Unidos.

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

Algo ocurre con la salud de las democracias en el mundo. Hasta hace pocas décadas, el prestigio de las democracias establecía límites políticos y éticos y articulaba las formas de convivencia entre estados y entre los propios sujetos. Reglas comunes que adquirían vigencia por imperio de lo consuetudinario y de los grandes edificios jurídicos y filosófico político y que se valoraban positivamente en todo el mundo, al que denominábamos presuntuosamente “libre”.

Pienso que habrá cada vez más Cat Cafés y no solamente cafeterías, cualquier ciudadano que tenga un negocio podría colaborar. Sólo le hace falta una habitación dedicada a los gatos. Es horrible en muchos países del planeta, el caso de los abandonos de animales, el trato hacia los toros, galgos… las que pasan algunos de ellos… Y sin embargo encuentro gente que se vuelca en ayudarles y llegan a tener un número grande de perros y gatos.

 
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