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"Al analizar la situacion del país eslavo se insiste en los síntomas y no en la enfermedad"

Timoshenko o el síntoma ucraniano

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A pocas jornadas del pitido inicial de la Eurocopa, el otro país que junto con Polonia, será sede del evento deportivo, Ucrania, acapara los focos de la atención internacional por el todos conocido "caso Timoshenko". Las declaraciones de Merkel acusando al régimen de Kiev de "dictadura a la bielorrusa" -mientras los embajadores de la UE regresan al sovjós- y amenazando con boicotear políticamente el torneo en la "Pequeña Rusia", coloca por enésima vez en un aprieto al dirigente ucranio Yanukóvich.

El maltrato sufrido por Yulia, arrestada por presunto abuso de poder durante su etapa como primera ministra, desató una cascada de protestas pidiendo su excarcelación y un juicio justo para la política ucrania. Todo esto en un país, que desde que accediese a la independencia hace dos décadas, tiene como denominador común junto al de otras repúblicas ex-soviéticas, la corrupción generalizada, la inexistencia de garantías procesales, amén de la asunción del ejercicio del poder típico de despotismo heredado.

Ucrania, el segundo país más extenso de Europa, no cerró su configuración actual hasta 1954. Y aquí tenemos una de las claves para entender la realidad del país y su marasmo sociopolítico. Al analizar la situación del país eslavo se insiste en los síntomas y no en las raíces de la enfermedad.

Supone mostrar un diagnóstico de difícil remedio. La existencia de dos Ucranias: la que mira hacia Moscú y la que ansía Bruselas, claramente delimitadas geográfica y culturalmente. Producto, no de solo de opciones políticas, que también, sino de la Historia. Mientras sus zonas centro-occidentales se han situado en la órbita de tradición austrohúngara y polaca, el Este y el área póntica hunde sus raíces en la unión multisecular con Rusia, de la que es origen junto a la septentrional Nóvgorod.

Pese a los esfuerzos del joven país por homogeneizar el Estado, en la primavera de 2012 la construcción y el ensamblaje de Ucrania sigue siendo precario. Y con pucherazos o sin ellos, las urnas así lo constatan una y otra vez. Como telón de fondo, de un lado las ambiciones del Kremlin, para quien su vecino meridional es imprescindible en la reconstrucción del Imperio. Del otro, la UE y Washington, para quiénes Ucrania juega un papel de primer orden en la contención de tales ambiciones. Presa de intereses externos y profundos problemas internos, Kiev mantiene un frágil equilibrio.

El Parlamento Europeo pide una reforma judicial para retomar las conversaciones, a la vez que el juicio a la líder de la que se llamó Revolución Naranja se pospone a fines de junio. Pero el veredicto de fondo no es otro que el de un país tal vez viable, pero aún fallido. Y Timoshenko no es más que un llamativo síntoma.

Timoshenko o el síntoma ucraniano

"Al analizar la situacion del país eslavo se insiste en los síntomas y no en la enfermedad"
Nicolás de Miguel
miércoles, 23 de mayo de 2012, 13:53 h (CET)
A pocas jornadas del pitido inicial de la Eurocopa, el otro país que junto con Polonia, será sede del evento deportivo, Ucrania, acapara los focos de la atención internacional por el todos conocido "caso Timoshenko". Las declaraciones de Merkel acusando al régimen de Kiev de "dictadura a la bielorrusa" -mientras los embajadores de la UE regresan al sovjós- y amenazando con boicotear políticamente el torneo en la "Pequeña Rusia", coloca por enésima vez en un aprieto al dirigente ucranio Yanukóvich.

El maltrato sufrido por Yulia, arrestada por presunto abuso de poder durante su etapa como primera ministra, desató una cascada de protestas pidiendo su excarcelación y un juicio justo para la política ucrania. Todo esto en un país, que desde que accediese a la independencia hace dos décadas, tiene como denominador común junto al de otras repúblicas ex-soviéticas, la corrupción generalizada, la inexistencia de garantías procesales, amén de la asunción del ejercicio del poder típico de despotismo heredado.

Ucrania, el segundo país más extenso de Europa, no cerró su configuración actual hasta 1954. Y aquí tenemos una de las claves para entender la realidad del país y su marasmo sociopolítico. Al analizar la situación del país eslavo se insiste en los síntomas y no en las raíces de la enfermedad.

Supone mostrar un diagnóstico de difícil remedio. La existencia de dos Ucranias: la que mira hacia Moscú y la que ansía Bruselas, claramente delimitadas geográfica y culturalmente. Producto, no de solo de opciones políticas, que también, sino de la Historia. Mientras sus zonas centro-occidentales se han situado en la órbita de tradición austrohúngara y polaca, el Este y el área póntica hunde sus raíces en la unión multisecular con Rusia, de la que es origen junto a la septentrional Nóvgorod.

Pese a los esfuerzos del joven país por homogeneizar el Estado, en la primavera de 2012 la construcción y el ensamblaje de Ucrania sigue siendo precario. Y con pucherazos o sin ellos, las urnas así lo constatan una y otra vez. Como telón de fondo, de un lado las ambiciones del Kremlin, para quien su vecino meridional es imprescindible en la reconstrucción del Imperio. Del otro, la UE y Washington, para quiénes Ucrania juega un papel de primer orden en la contención de tales ambiciones. Presa de intereses externos y profundos problemas internos, Kiev mantiene un frágil equilibrio.

El Parlamento Europeo pide una reforma judicial para retomar las conversaciones, a la vez que el juicio a la líder de la que se llamó Revolución Naranja se pospone a fines de junio. Pero el veredicto de fondo no es otro que el de un país tal vez viable, pero aún fallido. Y Timoshenko no es más que un llamativo síntoma.

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