“Digo que juego con la gravedad que dicen los niños. Toda poesía que merezca ese nombre es un juego” Julio Cortázar
La relectura de un autor es la que el tiempo considera un clásico, luego merecido es recordar tras los años transcurridos del autor de Rayuela desde su último adiós, su permanencia perenne entre nosotros, la creadora vida de prosa y verso, verso y prosa, que al ser leída una y otra vez alcanza la categoría de clásico sublime. Porque Julio Cortázar (1914-1984), permanece en el espacio literario y poético volando con sus cronopios y famas (como al principio de aquella Revolución cubana, hoy chocante desencanto), paseando con su inmensa obra a modo de cola de pandero formada por los nueve gruesos tomos que suman miles de páginas, siendo uno de ellos el IV el dedicado a la Poesía y poética que a igual que toda la obra mantiene la dimensión sólida de novedad fresca y permanente. Se cumple pues con Julio Cortázar lo que Italo Calvino consideraba la manera acertada para definir o saber ¿qué es clásico? ”Los clásicos son esos libros de los cuales se suelen oír decir “Estoy releyendo…” y nunca “Estoy leyendo…” Luego afirmemos, que este fabuloso escritor que logró dar “La vuelta al día en ochenta mundos” Resulta ser un prosista cuyos libros se releen, un poeta cuyos perfectos sonetos estremecen. Luego, “decíamos ayer”: Cuando leemos a Cortázar tenemos entre las manos a un clásico del siglo XX.
En el espacio infinito de su creatividad fue el padre que consideró su poesía como excesivamente personal. Aparentemente nunca creyó mucho en la necesidad de publicarla, por estimar sus poemas “demasiados =marginales”, pero la marginalidad no significa siempre sinónimo de poca calidad ni tampoco “herbarios para los días de lluvia”. Y esto no son meras futilidades por parte de quien escribe. Es firme razón poética por ser la calidad y riqueza de los poemas, sus conceptos poéticos, de una mareante emoción dado el lenguaje y la temática, algo muy de Julio Cortázar, pues en su raíz el vivir poético se encuentra ese amor - pasión suya por John Keats.
Porque Cortázar, como bien señala Saúl Yurkievich, reivindica su pertenencia a esta estirpe de poetas cuyo corazón es capaz de ritmos antagónicos: “El poeta camaleón. Camaleón y también esponja”, constante provocación y ridiculación del sujeto: “la siesta de barrigas rellenas de pan dulce” o “meter las mitras en la mayonesa, / actividades subversivas claro” En su poesía se encuentra la crítica revestida de ironía provocadora, pero también existe el amor: “Venus de Milo, tu secreto es éste / todos al fin yacemos en tus brazos” Muy de Quevedo y Góngora a quienes adoraba. Y lo que puede sorprender en tan prolífico autor rebosante de variaciones creativas, es la perfección en el soneto. LA PRESENCIA EN LA MÚSICA Tan inútil buscar sonido ausente en tu voz. Hoy viniste en un Rabel, y estás ahora en el violín aquel que dialoga con Bach un hilo huyente. Ayer te conocí, tras el relente de la guitarra huésped del burdel. Latigazo, saber que estabas, fiel, reproche, exasperante, hiel caliente. Si se caen los pétalos, asomas para decir tu voz. Y si levanta plumas la brisa malvas de la tarde te ciñes a mi talle, le haces bromas, vienes a mi ventana… ¡Canta, canta, hazte música viva, y luego arde…! J Cortázar
Aquí la imaginación poética tampoco encuentra limitaciones, su capacidad creadora se dilata con la metáfora, imagen y música, formas perfectas y severas en la medida exacta que el soneto exige. Cortázar es mucho menos conocido como poeta que como prosista. Sin embargo él mismo: “Se jactaba de tres habilidades, tres proezas: hacer paquetes perfectos, cortar el césped con guadaña al ras del pasto de la terraza de su casa provenzal y componer sonetos retóricamente perfectos” con giros heredados de Quevedo y Góngora. Excelentes veneros para calmar la sed de lírica, de este otro maestro de la escritura de ingenio.
Más no queda atrás su verso libre, con disciplina igual de justa e idéntica exigencia al soneto. Aunque si es cierto que el verso libre ofrece una amplia libertad. Seamos solidarios con su poema:
LA PATRIA Esta tierra sobre los ojos, este paño pegajoso de estrellas impasibles, esa noche continua, esta distancia. Te quiero, país abajo del mar, pez panza arriba, pobre sombra de país, lleno de vientos, de monumentos y estamentos, de orgullo sin objeto, sujeto para saltos escupido curdela inofensivo puteado y sacudiendo banderitas, repartiendo escarapelas en la lluvia, salpicando de babas y estupor canchas de fútbol y rigideces. J Cortázar
Queda abundante riqueza en este tomo de Poesía y poética, igual que los dedicados al ensayo y crítica, sin desdeñar su prosa crítica. No necesario recordar los cuentos y novelas. Valga pues, este artículo como merecido recordar los años transcurrido desde su último adiós, aunque queda con nosotros su creadora vida de prosa y verso, verso y prosa, que de tanto releerla alcanza la esfera de clásico altura sublime de voz propia. Tal vez, en un futuro artículo escribiremos sobre el desbordante y extenso ensayo “Imagen de John Keats” Pues ya dijo: “Simplemente me divierte ir paseándome por mi memoria, del brazo de John Keats, y favorecer toda clase de encuentros, presentaciones y citas”.
El pasado 23 de mayo, en el marco del VII Encuentro Internacional de Poesía Sabersinfin, llevamos a cabo una mesa de diálogo que, sin temor a exagerar, considero histórica. Quizá por primera vez —al menos en Latinoamérica— se reunieron tres rectores universitarios para dialogar en torno al tema Poesía, universidad y educación superior.
En los albores de la historia, entre el murmullo de los olivos griegos y los árboles Bodhi de la India, dos filosofías florecieron como flores en el desierto del sufrimiento humano. El estoicismo, con su armadura de razón, y el budismo, con su manto de compasión, surgieron para responder a la misma pregunta eterna: ¿cómo vivir en un mundo de caos y dolor sin quebrarnos?
Los peinadores de canas recordarán una revista mítica de humor, La Codorniz, cuyo lema decía: “la revista más audaz, para el lector más inteligente”. Hace décadas que desapareció y, sin embargo, todavía forma parte de un acervo literario (el del humor) que cada vez se cultiva menos en España. Acaba de aparecer una novela breve y enjundiosa, que me ha llevado a evocar aquel humor fino e incisivo de la revista: “El destino se ha reído de Zeppelín de Ganímedes”.