Los peinadores de canas recordarán una revista mítica de humor, La Codorniz, cuyo lema decía: “la revista más audaz, para el lector más inteligente”. Hace décadas que desapareció y, sin embargo, todavía forma parte de un acervo literario (el del humor) que cada vez se cultiva menos en España; fuente otrora de grandes nombres que contribuyeron con su obra a este género literario: Tono, Enrique Herreros, Álvaro de Laiglesia. Edgar Neville, Evaristo Acevedo, Ángel Palomino, Mihura… y muchos otros que, junto a los que se centraron más en el humor gráfico (Summers, Serafín, Chumy Chúmez etc.) formaron parte de la redacción de aquella inolvidable publicación.

Acaba de aparecer una novela breve y enjundiosa, que enseguida me ha llevado a evocar aquel humor fino, incisivo, a veces nostálgico y vitriólico de la revista (en ocasiones estos dos conceptos pueden amalgamarse, aunque parezca mentira) cuyo título es casi una declaración de intenciones, una especie de provocación al lector en clave de humor: “El destino se ha reído de Zeppelín de Ganímedes”. Con ella su autor, Fernando Yraola, nos presenta una suerte de fábula que nos adentra en un mundo que conoce muy bien: el del mercado del arte y sus entresijos. Lo barroco del nombre del protagonista (barroquismo o casi manierismo, que comparte con otros personajes de la historia) no tiene por qué coincidir con el relato mismo, en el que pueden apreciarse, sí, algunas escenas oníricas y paradójicas, pero que en el fondo posee una coherencia, una lógica interna que desembocará en un desenlace sorprendente. Y si cuando en las novelas se desarrolla una intriga, podríamos pensar en un género concreto (el policiaco) aquí no se trata en realidad de una novela de detectives ni nada parecido, aunque a veces pueda flirtear con el género.
¿Se trata, pues, de una novela de humor? Por supuesto, pero con matices. Que a Zeppelín se le haya instalado una radio de galena en el empaste de una muela y no deje de escuchar hasta la extenuación coplas entonadas por folclóricas, puede resultar divertido, pero no deja de ser un tanto angustioso. Así comienza la novela. Lo demás lo irá descubriendo el lector a lo largo de una veintena de capítulos no extensos; concebidos como compases de una obra que avanza hacia un clímax imprevisto.
Hace muchos años existió en Televisión Española un programa de entrevistas a personajes del mundo literario, artístico y científico. Lo presentaba el gran periodista Joaquín Soler Serrano y por él aparecieron numerosos pintores del momento: Dalí, Tápies, Miró, Viola, Benjamín Palencia, Durancamps y tantos otros. Uno de aquellos programas memorables fue dedicado a un personaje singular, ya entrado en la setentena, que no sólo era pintor (y de los grandes) sino que era a la vez “muchos pintores”, ya que había dedicado gran parte de su vida a realizar obras con el estilo, la técnica y el genio de los grandes maestros. Su nombre era Elmyr d´Hory. ¿Se trataba de un falsificador? Probablemente sí; aunque se dice que nunca puso firma alguna en sus lienzos y parece que fueron los galeristas y marchantes quienes lo hicieron. Orson Wells le dedico un documental (“F de falso”) y su leyenda quedaría ya definitivamente consagrada tras su suicidio en 1976.
Zeppelin, por un extraño azar, obtiene un conocimiento sobre las obras de Emyr d´Hory que bien podría hacer tambalear desde sus cimientos al mundo del mercado y las subastas de arte, al universo de los galeristas y de las grandes colecciones públicas y privadas.
No doy más pistas, ni hago eso que ahora, de manera terrible, llaman “spoiling” y que antes, en román paladino, era simplemente “destripar una novela o una película”. Pero me atrevo a sugerir que reflexionen sobre la diferencia que existe entre dos verbos, “reír” y “sonreír”, y lo apliquen al título del libro.
Fernando Yraola firmará ejemplares de su novela El destino se ha reído de Zeppelin de Ganímedes en la Feria del Libro de Madrid, caseta 26, el martes 10 de junio, a las 19.00 h.
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