Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Políticamente incorrecta

La ceguera ideológica

“Caridad ha pasado a la historia por uno de las actos más repugnantes que puede cometer una mujer: sacrificar a su propia prole en el altar del fanatismo ideológico”
Almudena Negro
lunes, 12 de marzo de 2012, 08:50 h (CET)
Se llamaba María Eustaquia Caridad del Río Hernández y nació en Cuba en 1892, cuando la isla aún era colonia española. Hija de un rico industrial, educada en los mejores colegios religiosos de su época, destacaría como militante comunista y espía soviética española. Ha pasado a la historia por uno de los actos más repugnantes que puede cometer una mujer: sacrificar a su propia prole en el altar del fanatismo ideológico.

Caridad, quien en su juventud había llegado a ser novicia, abandonó después de una década de matrimonio a su esposo llevándose consigo al extranjero a su prole. Insatisfecha con su vida, intentó suicidarse en al menos un par de ocasiones. Fue precisamente después de su separación matrimonial, en 1928, coincidente en el tiempo con la tiranía de Stalin, cuando el comunismo, de la mano de un amante, entró con fuerza en su vida.

Caridad Mercader, enamorada de la vida lujosa, de joyas y de perfumes, se transformó en una fanática colectivista. Fue ella, militante en Cataluña del PSUC durante la Guerra Civil, quien educó a sus cinco hijos en el odio y puso al segundo de ellos, Ramón Mercader, en contacto con el temible NKVD. Fue ella quien animó a su hijo a cometer el asesinato por el que se haría mundialmente conocido: el de León Trotski. Incluso lo acompañó el día del asesinato hasta el domicilio mejicano del enemigo de Stalin, a sabiendas de lo que iba a suceder.

Para esta mujer, cegada por la ideología colectivista, el Partido siempre estuvo antes que la familia. El sacrificio de su propia sangre bien valía la pena si con ello se contribuía a “la causa”. Previamente había sacrificado a Pablo Mercader, el tercero de sus descendientes. El joven fue enviado en 1937, sin protesta alguna por parte de su ya influyente madre, acusado de indisciplina por los comunistas catalanes, a la peligrosa capital. Murió en el frente madrileño. Nadie vio jamás a Caridad derramar una sola lágrima en público por él. Y es que ya se sabe que los sentimientos humanos son cosa de la pequeña burguesía.

Caridad, quien a diferencia de otros comunistas consiguió sobrevivir a todas las purgas soviéticas, fue premiada por el régimen criminal más brutal del siglo XX con la Orden de Lenin, lo que le permitiría, a diferencia de numerosos compatriotas de izquierdas exiliados, vivir desahogadamente el resto de su vida. Falleció, financiada por el terror rojo, en su casa de París, bajo un gran retrato de Stalin que decoraba su habitación. Su entierro parisino fue costeado por la embajada soviética.

¿Y por qué les cuento esto hoy? Porque ayer, cuando conocí las declaraciones de Pilar Manjón, arremetiendo desde la ceguera ideológica, contra víctimas de ETA, no pude evitar pensar en Caridad. Qué cosas.

Noticias relacionadas

Fuera esperaba el amanecer… Últimamente sus días acababan al mediodía; el tiempo de colgarse de un cigarrillo y fumarse toda la niebla de unas pocas horas en que podría deslizar su fantasma por entre las cosas. No recordaba de seguro su edad; el espejo le traicionaba y sólo le reflejaba la mitad que nunca sospechó ser. 

Es normal que aparezcan palabras nuevas porque la lengua está viva, y es estupendo cuando ayudan a reconocer que el lenguaje es pensamiento. Ocurrió con el neologismo ‘aporofobia’, acuñado por la catedrática Adela Cortina a partir de los términos griegos áporos (sin recursos) y fobos (temor, pánico), que la RAE incorporó en 2017 para dar nombre al miedo, el rechazo o la aversión a los pobres.

Llevamos años y todos cuantos se imaginen ustedes, seguirán siendo pacto con el silencio de siempre. Una mudez que no cesa. Uno que lleva bastantes años jubilado y se ha tenido que enganchar en AVE, ha visto en ese tiempo las sacudidas, las esperas en plena vía del tren y en mitad del campo. Los plantones y sacudidas, con las esperas a que nos tienen acostumbrados la Renfe, a veces con periodos de cuatro y cinco horas en mitad de la nada en la ruta de Algeciras-Antequera.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto