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Batalla campal en Atenas. Decenas de edificios arden alrededor del Parlamento mientras se aprueban más sacrificios para la población

El Cuarto Reich

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Europa no reviste ningún propósito; ningún ideal; ningún empeño. Los festejos de Año Nuevo, las competiciones deportivas, o incluso el festival de Eurovisión sirven para hacer creer a los pueblos que forman parte de algún intangible. Desde su comienzo, el viejo sueño continental se concibió económicamente. Europa es simplemente un gran mercado cuyo producto son las personas. Es también el objetivo y el alimento del Leviatán. Quién sabe si al igual que Orfeo, sus habitantes estén abocados a mirar atrás, siendo arrastrados al XIX.

El Banco Central Europeo tiene prohibido prestar dinero a sus Estados. ¿Cómo se entiende semejante despropósito? Fue una condición innegociable exigida por la propia Alemania. La consecuencia de una unión económica sin anhelo identitario alguno, concebida desde el primer momento, para optimizar el máximo beneficio de su banca. Una clase política clientelar y acomodada, hizo posible un marco cuya praxis se refinancia prometeicamente, a costa del bienestar y el endeudamiento de los Estados. La ecuación es sencilla: se suscriben nuevos préstamos para pagar una deuda que sigue aumentando; la cancelación imposible de la misma, se hace a costa de la desprotección social y el desmantelamiento de los Estados.

Hace tiempo que presentar a Angela Merkel como Presidenta de Alemania resulta una broma de mal gusto. Verla hablar en nombre de Europa es ya una tomadura de pelo. Merkel atiende única y exclusivamente a los intereses de la Banca alemana y es sin duda, la principal prescriptora y consejera delegada del Deutsche Bank. No es que la economía alemana dicte a Merkel lo que ha de hacer, todo lo contrario; es Merkel quien encarna y representa los intereses de la economía alemana. No es Alemania la que tira del carro de Europa. Es la Banca alemana la que estudia cómo maximizar sus beneficios, sus préstamos y sus intereses, respecto al resto de clientes europeos de su entorno. En definitiva, no existen países cuyas relaciones bilaterales sean buenas o malas. Existen bancos que prestan y países/clientes que son capaces de soportar un determinado tipo de endeudamiento hasta que, finalmente, revientan.

Los Fondos y grandes bancos (el mayor volumen de negocio pertenece a los alemanes y en menor medida, a los franceses) siguen adquiriendo al 1% el dinero del BCE, para prestarlo a nuestros gobiernos/países al 7%. No se trata de una falla legislativa o pendiente de revisión. Se trata de un expolio perfectamente planificado, cuyo beneficio no tiene previsto saciarse: sin reajustes ni sacrificios no hay más préstamos ni nuevos rescates. La válvula de oxigeno se cierra si los Estados no hipotecan antes, lo último que les queda. Buscan seguir respirando como agónicos peces, en la canasta del pescador.

El Cuarto Reich

Batalla campal en Atenas. Decenas de edificios arden alrededor del Parlamento mientras se aprueban más sacrificios para la población
Alex Vidal
lunes, 13 de febrero de 2012, 08:35 h (CET)
Europa no reviste ningún propósito; ningún ideal; ningún empeño. Los festejos de Año Nuevo, las competiciones deportivas, o incluso el festival de Eurovisión sirven para hacer creer a los pueblos que forman parte de algún intangible. Desde su comienzo, el viejo sueño continental se concibió económicamente. Europa es simplemente un gran mercado cuyo producto son las personas. Es también el objetivo y el alimento del Leviatán. Quién sabe si al igual que Orfeo, sus habitantes estén abocados a mirar atrás, siendo arrastrados al XIX.

El Banco Central Europeo tiene prohibido prestar dinero a sus Estados. ¿Cómo se entiende semejante despropósito? Fue una condición innegociable exigida por la propia Alemania. La consecuencia de una unión económica sin anhelo identitario alguno, concebida desde el primer momento, para optimizar el máximo beneficio de su banca. Una clase política clientelar y acomodada, hizo posible un marco cuya praxis se refinancia prometeicamente, a costa del bienestar y el endeudamiento de los Estados. La ecuación es sencilla: se suscriben nuevos préstamos para pagar una deuda que sigue aumentando; la cancelación imposible de la misma, se hace a costa de la desprotección social y el desmantelamiento de los Estados.

Hace tiempo que presentar a Angela Merkel como Presidenta de Alemania resulta una broma de mal gusto. Verla hablar en nombre de Europa es ya una tomadura de pelo. Merkel atiende única y exclusivamente a los intereses de la Banca alemana y es sin duda, la principal prescriptora y consejera delegada del Deutsche Bank. No es que la economía alemana dicte a Merkel lo que ha de hacer, todo lo contrario; es Merkel quien encarna y representa los intereses de la economía alemana. No es Alemania la que tira del carro de Europa. Es la Banca alemana la que estudia cómo maximizar sus beneficios, sus préstamos y sus intereses, respecto al resto de clientes europeos de su entorno. En definitiva, no existen países cuyas relaciones bilaterales sean buenas o malas. Existen bancos que prestan y países/clientes que son capaces de soportar un determinado tipo de endeudamiento hasta que, finalmente, revientan.

Los Fondos y grandes bancos (el mayor volumen de negocio pertenece a los alemanes y en menor medida, a los franceses) siguen adquiriendo al 1% el dinero del BCE, para prestarlo a nuestros gobiernos/países al 7%. No se trata de una falla legislativa o pendiente de revisión. Se trata de un expolio perfectamente planificado, cuyo beneficio no tiene previsto saciarse: sin reajustes ni sacrificios no hay más préstamos ni nuevos rescates. La válvula de oxigeno se cierra si los Estados no hipotecan antes, lo último que les queda. Buscan seguir respirando como agónicos peces, en la canasta del pescador.

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