Al principio, las comedias y el teatro ocuparon el ocio. Según algún alumno de Feuebarch, hasta las religiones y la mitología no eran sino un enredo con el que llenar el tiempo libre.
La Posmodernidad también ha trocado las formas de disfrutar los espectáculos. Recuerdo que, de pequeño, estaban en boga las Salsas Rosas y demás programas de corazón. En la primera década del siglo XXI, y antes, se utilizó la vida de las celebridades como forma de llenar las vidas de la ciudadanía. Este mismo modelo cambió la temática cuando, inmersos en la crisis, la población dejó de interesarse por los famosos y se empezó a centrar en las cuestiones sociales, políticas y económicas. El formato, no obstante, se mantuvo. Salsa Rosa parió a La Sexta Noche; y prueba de la influencia de este fenómeno es que el tercer partido político nacional, Podemos, ha nacido al calor de estos debates.
Las olimpiadas también sirvieron como espectáculo para los helenos. En el siglo pasado, los deportes volvieron a reunir la atención de los humanos. Las jugadas y las hazañas gimnásticas no bastaban para rellenar toda la expectación del deporte. Entonces, llegó el mercadeo de deportistas. En la última semana, los millones de futboleros se han mantenido en ascuas, sin conocer, aunque anhelándolo, el futuro de Neymar. Siempre hay un culebrón de verano; un sí pero no; una historia de suspense; una novela de Agatha Christie en terreno de juego… Este culebrón, empero, agrega a la esencia deportiva elementos ajenos: los humanos. De hecho, la historia de cualquier estrella deportiva que barrunta su futuro podría ser una telenovela de éxito.
Habrá quienes nos adviertan, y con razón: no todo el espectáculo ha cambiado. El teatro y la literatura, que otrora sedujo a los antiguos, hoy también lo consigue. Algunos hablan de que esta forma de espectáculos ha decaído. Sin embargo, yo no lo tengo claro. El teatro se mantiene impertérrito, pese al aluvión de rémoras. Asimismo, este arte ha fraguado nuevos modelos, en muchos casos televisados. El cine bebe de este tipo de espectáculo, y la completan sus propias singularidades. La novela también prosigue en su periplo, labrando nuevos géneros acorde al período histórico que vivimos. La épica y la novela histórica resurgen, venciendo al ocio. También existen espectáculos, como el circo, que llevan sobreviviendo desde la génesis de la raza humana.
El espectáculo es necesario para el ser humano. Este deseo es casi tan imprescindible como la sanidad o la alimentación. ¿Qué sería de un sujeto aburrido? Probablemente, por no decir seguramente, se moriría del asco. Todo es espectáculo, si tratamos de escudriñar nuestro alrededor. El espectáculo nos mantiene vivos.
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