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Marcos Carrascal Castillo
Marcos Carrascal Castillo
La semana pasada se ha sabido que el conocido periodista y abogado, y ahora político, Javier Nart se ha dado de baja de C´s; pero no se ha apeado de su dignidad de eurodiputado

El polifacético Javier Nart fue un fichaje estrella para C´s en los comicios europeos de 2014. Con él como cabeza de lista del partido naranja, todavía sin apenas tentáculos en el Estado aparte de en Cataluña, la formación dio una gran sorpresa al sumar dos heraldos en Estrasburgo. Esas elecciones dieron lugar a una nueva época política, una suerte de continua campaña electoral en la que seguimos inmersos.

La semana que viene se despertará con la investidura de Pedro Sánchez. Se augura fracaso; pero solo es la primera batalla

Y lo peor de todo para los que siempre han soñado con la unidad de las izquierdas es que éstas no sabrían capitalizar la división de la derecha y el centro, e incluso podría haber sorpresas en cuanto a la medalla de oro, por el naufragio en el que se ahoga VOX y la leve fuga de Ciudadanos que fortalece al PP de Pablo Casado.En cualquier caso, aunque la dinámica de bloques no presente muchos cambios, puede modificar todo el escenario, con un nuevo actor con el que compartir un pastel más pequeño.

Una semana después, el Orgullo 2019 ha dejado un importante debate: ¿será porque ha estado politizado?

Claro que éste ha sido un “Orgullo” politizado, como lo son cada una de las decisiones. La ideología política impregna nuestras vidas y empapa nuestras entrañas: desde la decisión de madrugar para agolparse en un vagón atestado de más transeúntes o madrugar para anegar las carreteras con coches y respirar aire negro y nocivo. Tampoco el “Orgullo” se escapa de esta liza ideológica que nos tensiona a diario.

El nuevo mosaico parlamentario no solo deja los juegos de poder en el bloque vencedor. También en el bloque derrotado

Pablo Fraga o Manuel Casado, coloquialmente conocido como Pablo Casado, líder del PP, aceptó ser el “líder de la leal oposición de Su Majestad”, como acuñara a principios de los ochenta Manuel Fraga. En otras palabras, firmó su pleitesía a Pedro Sánchez.

Todos los análisis coinciden en lo mismo: el PSOE ha sabido hacer gala de su gobernanza durante estos diez meses y ha arrancado a no pocos votantes de Podemos, que, reducidos a la esquina zurda del tablero, asiste a una erosión que ya sufrió el PCE post-Carrillo y la IU post-Anguita. El bloque de izquierdas ha vencido, aun fracasando Unidas Podemos, con su mejor campaña electoral, y entronizando a Pedro Sánchez y a su PSOE.

Lucía fue una de esas españolas que en aquel lejano verano de 2014 se entusiasmó con el nuevo y flamante secretario general del PSOE. Su verbo afilado y su contundencia lograron que un arrollador Pablo Iglesias no hegemonizara a la izquierda española. Lucía le dio su confianza en las urnas tantas veces se lo pidió el secretario general socialista. Sin embargo, aunque las encuestas le auguren una firme victoria, Lucía tiene claro que no votará a Pedro Sánchez.

Durante la pasada tarde del lunes, los trovadores digitales anunciaban que la catedral de Notre-Dame estaba siendo engullida por un piélago de llamas. No pocos nos pegamos al teléfono móvil, como si esta ansiedad redujera el incendio que evaporaba la catedral parisina. Para nuestra desazón, el fuego se incrementaba, y las primeras imágenes mostraban cómo se derrumbaba la aguja.

Bea lidera la lista por Vizcaya del PP; y, en un alarde de generosidad, ha decidido aceptar nuestra entrevista. Tiene 27 años y trabajaba en el sector privado hasta que decidió dar el paso y presentarse a candidata de diputada con el partido en el que lleva militando desde los 18 años: el PP. Es una mujer llena de convicciones y con unas ideas muy claras. Hoy, os presentamos a Bea Fanjul.


Que si España es una o no cincuenta y dos —aunque en según qué manifestaciones teñidas de colores rojos y gualdos se afanen a decir que cincuenta y una— no me quita el sueño. Que España tenga que disculparse ante México por la conquista de los aztecas o si los romanos tienen que disculparse ante nosotros por la invasión de la Península Ibérica tampoco me quita el sueño.

La sociedad moderna estructuraba la política en un contexto de colectividad y bases: la militancia. Sin embargo, la modernidad ha dejado paso a un laberíntico paisaje basado en vistazos, oídas, imágenes y smartphones -con sus fake news, por ejemplo-: la posmodernidad. Estamos ante un modelo político en el que la militancia del partido ha sido sustituida por los personalismos; y esto adultera la política.

Es decir, se han sustituido el amor y la lealtad por el Prozac y el Captorix.Vivimos en una selva, en una barbarie, en la que la empatía dura un instante.

Pero vayamos a la raíz, y agudicemos el ingenio para, como Lorca, encontrar la forma a través de la cual el arte consiga transformar la sociedad, privándola de las ideas que le despojaron de la vida y que no se consternan ante la séptima obra de misericordia corporal que manda la Iglesia católica —la de enterrar a los difuntos—.Con Lorca vivo en los teatros, en nuestras bibliotecas y en nuestros corazones, con la osadía manando cual fuente inagotable de nuestro interior y con el legado de nuestros padres y nuestros abuelos, los que sí nos dieron una lección al desafiar al fascismo que les encarcelaba con cuarenta años por militar en política, seremos capaces de teñir este panorama desolador que nos circunda, y podremos transformarlo en versos sueltos que revoloteen por la Historia.

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