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Gracias al Atlético, el Real Madrid cuenta cada temporada con seis puntos asegurados

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Si no existiera, habría que inventarlo. Me refiero, para empezar, al Atlético de Madrid. Reconozco que, cuando alguna vez me han preguntado si me gustaría que volviera a bajar a Segunda, he dudado durante unos segundos. Es una opción tentadora. Sin embargo, siempre respondo lo mismo: prefiero que esté en Primera. Mi explicación va desde la lógica general, pues es un club que siempre pone alicientes a la Liga, a la personal, porque es un chollo para el Real Madrid. Gracias a los colchoneros, el club blanco cuenta cada temporada con seis puntos asegurados y, además, de vez en cuando le complica la vida al Barcelona. A los hechos me remito, un derbi más, y ya van…

Si hay un equipo que tiene como lema el “quiero y no puedo”, ése es el Atleti. Lo demostró con su extraordinario arranque en partido del sábado. Admito que  por un momento, tras el gol de Adrián, pensé que su maleficio tocaba a su fin. Sin embargo, los rojiblancos son capaces de gafarse a sí mismos y después echar la culpa al destino. La acción de Courtois es expulsión y penalti. Le guste o no al señor Gregorio Manzano, es lo que pone en el reglamento. Será justo o injusto (ése es otro debate) pero la jugada no admite dudas. Quizá el profesor Manzano, en vez de tanto llorar, debería ir a clases de fútbol. Parece que las necesita, sobre todo por cómo se acobardó tras el empate. Vio amenaza de tormenta (de goles) en el Bernabéu y cumplió su amenaza: retiró a Diego, su mejor baza (¿alguien lo entiende?), y se pasó al juego feo y bronco del que había advertido. Lógicamente, su equipo se llenó de amarillas e, incluso, mereció acabar con menos de nueve.

Los rojiblancos, que siempre intentan buscar excusas (y obtienen el mismo resultado que al preguntarse a qué huelen las nubes), se consuelan en su hipotética superioridad si no hubieran tenido expulsados. Está bien que vean ahí la luz al final del túnel, aunque aún pueda estar muy lejana. Lo cierto es que la victoria del Real Madrid fue merecida, tanto como los seis puntazos que saca al Barcelona. Aun a riesgo de ser repetitivo, alguien debería decirle a Pep Guardiola que poseer el balón no sirve de nada si no se crean ocasiones. Ahora, claro, el clásico se plantea como una final para los azulgranas, y esa ansiedad, desconocida hasta ahora para ellos, les puede jugar una mala pasada. Una derrota supondría teñir la Liga de blanco en diciembre (lo que estaría muy acorde con las fechas), con la obligada cautela de decir que aún quedaría mucho por recorrer. Una victoria culé todavía dejaría a los blancos con un cómodo colchón de tres puntos, aunque Mourinho no se conformará con eso.

Junto con el fútbol, estos días centra la atención el tenis, deporte que nos ha devuelto a otro “imprescindible”: Roger Federer. En una temporada que estaba apuntando a decadencia, se ha coronado Maestro entre los Maestros. Su sexta victoria en esta cita le devuelve a su lugar habitual, lo más alto. Sigue siendo pronto para jubilarle. Al reencontrarse con su magia y sus golpes magistrales, además de con la confianza en sí mismo, el suizo ha recuperado el número tres de la ATP, clasificación que, en justicia con lo visto este año, termina 2011 con Novak Djokovic como líder seguido de Rafa Nadal.

Ninguna de las dos principales raquetas del mundo concluye la temporada con buenas sensaciones, aunque en el caso del balear esto puede remediarse este fin de semana. España aspira a ganar una nueva Copa Davis y, aunque parte como favorita, no debe confiarse ante la desconcertante e imprevisible Argentina. Eso sí, el guión prevé el triunfo de nuestra Armada. Tanta o más confianza que en Nadal tengo depositada en David Ferrer, sobre todo tras su buen juego exhibido en Londres. Con el número dos del mundo desmotivado (en breve tendrá unas semanas para recuperar la “pasión por el juego” que dice que ha perdido), Ferru se merece pasar de ser un grande en la sombra a un campeón reconocido. En definitiva, un imprescindible del tenis español.

Imprescindibles

Gracias al Atlético, el Real Madrid cuenta cada temporada con seis puntos asegurados
Alberto Mendo
lunes, 28 de noviembre de 2011, 08:49 h (CET)

Si no existiera, habría que inventarlo. Me refiero, para empezar, al Atlético de Madrid. Reconozco que, cuando alguna vez me han preguntado si me gustaría que volviera a bajar a Segunda, he dudado durante unos segundos. Es una opción tentadora. Sin embargo, siempre respondo lo mismo: prefiero que esté en Primera. Mi explicación va desde la lógica general, pues es un club que siempre pone alicientes a la Liga, a la personal, porque es un chollo para el Real Madrid. Gracias a los colchoneros, el club blanco cuenta cada temporada con seis puntos asegurados y, además, de vez en cuando le complica la vida al Barcelona. A los hechos me remito, un derbi más, y ya van…

Si hay un equipo que tiene como lema el “quiero y no puedo”, ése es el Atleti. Lo demostró con su extraordinario arranque en partido del sábado. Admito que  por un momento, tras el gol de Adrián, pensé que su maleficio tocaba a su fin. Sin embargo, los rojiblancos son capaces de gafarse a sí mismos y después echar la culpa al destino. La acción de Courtois es expulsión y penalti. Le guste o no al señor Gregorio Manzano, es lo que pone en el reglamento. Será justo o injusto (ése es otro debate) pero la jugada no admite dudas. Quizá el profesor Manzano, en vez de tanto llorar, debería ir a clases de fútbol. Parece que las necesita, sobre todo por cómo se acobardó tras el empate. Vio amenaza de tormenta (de goles) en el Bernabéu y cumplió su amenaza: retiró a Diego, su mejor baza (¿alguien lo entiende?), y se pasó al juego feo y bronco del que había advertido. Lógicamente, su equipo se llenó de amarillas e, incluso, mereció acabar con menos de nueve.

Los rojiblancos, que siempre intentan buscar excusas (y obtienen el mismo resultado que al preguntarse a qué huelen las nubes), se consuelan en su hipotética superioridad si no hubieran tenido expulsados. Está bien que vean ahí la luz al final del túnel, aunque aún pueda estar muy lejana. Lo cierto es que la victoria del Real Madrid fue merecida, tanto como los seis puntazos que saca al Barcelona. Aun a riesgo de ser repetitivo, alguien debería decirle a Pep Guardiola que poseer el balón no sirve de nada si no se crean ocasiones. Ahora, claro, el clásico se plantea como una final para los azulgranas, y esa ansiedad, desconocida hasta ahora para ellos, les puede jugar una mala pasada. Una derrota supondría teñir la Liga de blanco en diciembre (lo que estaría muy acorde con las fechas), con la obligada cautela de decir que aún quedaría mucho por recorrer. Una victoria culé todavía dejaría a los blancos con un cómodo colchón de tres puntos, aunque Mourinho no se conformará con eso.

Junto con el fútbol, estos días centra la atención el tenis, deporte que nos ha devuelto a otro “imprescindible”: Roger Federer. En una temporada que estaba apuntando a decadencia, se ha coronado Maestro entre los Maestros. Su sexta victoria en esta cita le devuelve a su lugar habitual, lo más alto. Sigue siendo pronto para jubilarle. Al reencontrarse con su magia y sus golpes magistrales, además de con la confianza en sí mismo, el suizo ha recuperado el número tres de la ATP, clasificación que, en justicia con lo visto este año, termina 2011 con Novak Djokovic como líder seguido de Rafa Nadal.

Ninguna de las dos principales raquetas del mundo concluye la temporada con buenas sensaciones, aunque en el caso del balear esto puede remediarse este fin de semana. España aspira a ganar una nueva Copa Davis y, aunque parte como favorita, no debe confiarse ante la desconcertante e imprevisible Argentina. Eso sí, el guión prevé el triunfo de nuestra Armada. Tanta o más confianza que en Nadal tengo depositada en David Ferrer, sobre todo tras su buen juego exhibido en Londres. Con el número dos del mundo desmotivado (en breve tendrá unas semanas para recuperar la “pasión por el juego” que dice que ha perdido), Ferru se merece pasar de ser un grande en la sombra a un campeón reconocido. En definitiva, un imprescindible del tenis español.

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