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Una terapia musical

El solista

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Steve Lopez no es familiar mío. Es columnista en el periódico Los Angeles Times. Su sección se llama Points West (puntos del Oeste o señalando el Oeste podrían ser las traducciones). Steve es un reputado profesional en el sector que se hizo muy conocido a través de una serie de publicaciones sobre Nathaniel Anthony Ayers. Este vagabundo afroamericano, diagnosticado de esquizofrenia, poseía un don, era músico.

Steve tuvo la suerte de coincidir con él, mientras le arrancaba las notas a un violín desvencijado de sólo dos cuerdas, en un parque presidido por la estatua de Beethoven. A partir de ese momento, nació una amistad. Steve buscaba una historia para la siguiente columna. Nathaniel estaba allí. Y la relación dura hasta hoy.

De esta colaboración surgieron varios lazos. El primero y más importante es que Nathaniel empezó a dormir en un apartamento propiedad de la beneficencia local. No es tarea fácil para un sin techo acostumbrado a descansar bajo las estrellas, sin horarios ni ataduras, encarar las responsabilidades propias de un hogar. Y menos aún si ese individuo es un enfermo mental. Tiene que existir una motivación enorme en su interior para afrontar el desafío. Sin duda la había. La música sostenía a Nathaniel en este mundo, a pesar de habitar en Skid Row, uno de los rincones olvidados por dios en pleno Los Angeles. Nathaniel había sido alumno de cello en la escuela Juilliard, uno de esos lugares donde se presiona a los jóvenes talentosos hacia la explosión de su capacidad o hasta la implosión de su carácter. La esquizofrenia brotó en segundo curso. Los siguientes años fueron cuestión de inercia. Una espiral de fracasos, llena de medicaciones, desencuentros familiares y la mendicidad.

Las columnas de Steve Lopez profundizaban cada vez más en su amigo, su don y su enfermedad. Y los lectores no fueron indiferentes. Enviaron instrumentos desde todas las esquinas del país para Nathaniel, que por entonces se había convertido en un personaje mediático. La repercusión fue tremenda. El alcalde angelino visitó de incógnito Skid Row y quedó tan impresionado que ofreció un plan de remodelación y mayor atención a los indigentes de su ciudad. La orquesta sinfónica tampoco se rezagó. Ofrecieron a Nathaniel un abono vitalicio para que fuera a los conciertos que quisiera. Hollywood no quiso ser menos y tras la publicación de El Solista por Steve Lopez (Espasa, 2010) produjo la target="_blank"> película con dos estrellas en los papeles principales.

Todo esto surgió a raíz de un encuentro casual entre dos personas. La esquizofrenia es incurable, pero existen medios para mejorar la calidad de vida del enfermo. Gracias al ejemplo de Nathaniel se puso el foco en el sistema de salud mental estadounidense, y en cómo se trataba a miles de personas que sufrían día a día sin que a nadie pareciera importarle. El grado de civilización de un país se mide por su comportamiento hacia los que no pueden defenderse; la infancia, los enfermos y los presos. No todos pueden llamar la atención pública a través de la música como Nathaniel. Requieren que los miremos y cuidemos.

El solista

Una terapia musical
Luis López
martes, 18 de octubre de 2011, 08:28 h (CET)
Steve Lopez no es familiar mío. Es columnista en el periódico Los Angeles Times. Su sección se llama Points West (puntos del Oeste o señalando el Oeste podrían ser las traducciones). Steve es un reputado profesional en el sector que se hizo muy conocido a través de una serie de publicaciones sobre Nathaniel Anthony Ayers. Este vagabundo afroamericano, diagnosticado de esquizofrenia, poseía un don, era músico.

Steve tuvo la suerte de coincidir con él, mientras le arrancaba las notas a un violín desvencijado de sólo dos cuerdas, en un parque presidido por la estatua de Beethoven. A partir de ese momento, nació una amistad. Steve buscaba una historia para la siguiente columna. Nathaniel estaba allí. Y la relación dura hasta hoy.

De esta colaboración surgieron varios lazos. El primero y más importante es que Nathaniel empezó a dormir en un apartamento propiedad de la beneficencia local. No es tarea fácil para un sin techo acostumbrado a descansar bajo las estrellas, sin horarios ni ataduras, encarar las responsabilidades propias de un hogar. Y menos aún si ese individuo es un enfermo mental. Tiene que existir una motivación enorme en su interior para afrontar el desafío. Sin duda la había. La música sostenía a Nathaniel en este mundo, a pesar de habitar en Skid Row, uno de los rincones olvidados por dios en pleno Los Angeles. Nathaniel había sido alumno de cello en la escuela Juilliard, uno de esos lugares donde se presiona a los jóvenes talentosos hacia la explosión de su capacidad o hasta la implosión de su carácter. La esquizofrenia brotó en segundo curso. Los siguientes años fueron cuestión de inercia. Una espiral de fracasos, llena de medicaciones, desencuentros familiares y la mendicidad.

Las columnas de Steve Lopez profundizaban cada vez más en su amigo, su don y su enfermedad. Y los lectores no fueron indiferentes. Enviaron instrumentos desde todas las esquinas del país para Nathaniel, que por entonces se había convertido en un personaje mediático. La repercusión fue tremenda. El alcalde angelino visitó de incógnito Skid Row y quedó tan impresionado que ofreció un plan de remodelación y mayor atención a los indigentes de su ciudad. La orquesta sinfónica tampoco se rezagó. Ofrecieron a Nathaniel un abono vitalicio para que fuera a los conciertos que quisiera. Hollywood no quiso ser menos y tras la publicación de El Solista por Steve Lopez (Espasa, 2010) produjo la target="_blank"> película con dos estrellas en los papeles principales.

Todo esto surgió a raíz de un encuentro casual entre dos personas. La esquizofrenia es incurable, pero existen medios para mejorar la calidad de vida del enfermo. Gracias al ejemplo de Nathaniel se puso el foco en el sistema de salud mental estadounidense, y en cómo se trataba a miles de personas que sufrían día a día sin que a nadie pareciera importarle. El grado de civilización de un país se mide por su comportamiento hacia los que no pueden defenderse; la infancia, los enfermos y los presos. No todos pueden llamar la atención pública a través de la música como Nathaniel. Requieren que los miremos y cuidemos.

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