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¿Estaría la economía mejor o peor si saliera elegido presidente en 2012 un Republicano?

La montaña que tiene que escalar Obama

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WASHINGTON -- El reto electoral del tamaño del Everest al que se enfrenta el Presidente Obama queda plasmado en una única pregunta del sondeo Washington Post/ Bloomberg más reciente: ¿estaría la economía mejor o peor si saliera elegido presidente en 2012 un Republicano?

Las respuestas revisten tres aspectos interesantes: el resultado general de la encuesta, la situación dividida de los electores Demócratas, y la postura todavía más escéptica de los votantes independientes.

A tenor de la pregunta básica, casi la mitad de los encuestados (el 45 por ciento) se muestra seguro de que la situación económica sería idéntica si hubiera un Republicano o un Demócrata en la Casa Blanca. Esta conclusión no es irracional. La capacidad de un presidente de implantar mejoras a corto plazo en la economía es limitada, incluso si puede sacar la varita mágica del decreto presidencial ejecutivo y ver instantáneamente implantado su programa. En el actual clima de parálisis -- fíjese por ejemplo en el debate en torno a la batería de medidas de empleo del presidente -- el poder presidencial es todavía más limitado.

La paradoja para los votantes es que a la vez que casi la mitad no está nada convencido de que un presidente suponga diferencia alguna, la economía encabeza su lista de preocupaciones. Una posible explicación es que los votantes basen su decisión en las demás cuestiones o se aferren a la lealtad a su formación, de tener alguna. Otra, que parece igual de probable como poco, es que decidan que Obama ha tenido su oportunidad y que alguien diferente merece intentarlo.

Lo que lleva a la segunda faceta de las respuestas: la división, entre los Demócratas incluso, en torno a si la situación económica sería peor si Obama perdiera. Casi la mitad (el 48 por ciento) decía que estaría peor, pero la cifra de los convencidos de que la economía estaría igual es prácticamente la misma (el 44 por ciento). La división entre los Republicanos es mucho más acusada: el 63 por ciento cree que la economía estaría mejor elegido un presidente Republicano mientras que sólo el 29 por ciento está seguro de que estaría igual.
La llamativa diferencia plasma y explica en la misma medida la brecha de entusiasmo en estos comicios entre los votantes Demócratas y los Republicanos. Los electores de una formación -- los Republicanos -- piensan que el resultado tiene mucha mayor importancia de lo que creen los votantes de la otra formación. Esto no pinta bien de cara a la participación Demócrata.

La clave de las elecciones, por supuesto, la tendrán los votantes independientes, alrededor de la tercera parte del electorado. En el sondeo Post/ Bloomberg, los votantes independientes se muestran acusadamente más escépticos en torno a si un presidente distinto supondría una diferencia para la economía. Una mayoría clara (el 55 por ciento) dice que la economía iría igual con un presidente Republicano. Lo demás se reparte de forma ajustada, con el 17 por ciento que piensa que un presidente Demócrata es mejor para la economía y un 19 por ciento que dice que un Republicano es preferible. El desafío fundamental para Obama reside en convencer a estos votantes indecisos de que, a pesar de sus inquietudes actuales en torno a la economía, su reelección supondrá una diferencia -- o al menos que el otro candidato sería peor.

Se enfrenta a una batalla cuesta arriba. En el año 2008, los independientes prefirieron a Obama antes que a John McCain por un margen del 52 por ciento frente al 44 por ciento. Ahora, según un nuevo sondeo del Pew Research Center for the People and the Press, los independientes prefieren al ex gobernador de Massachusetts Mitt Romney por 13 enteros de margen, el 54 por ciento frente al 41 por ciento.

La campaña Obama replica que puede dar un vuelco a esta situación -- que de hecho, ya lo está haciendo. En un memorando difundido por la campaña el martes, el asesor David Axelrod cita sondeos que muestran mayor apoyo paulatino a la batería de medidas de empleo del presidente: "La confianza a la hora de crear puestos de trabajo ha pasado de estar en empate a principios de septiembre a una ventaja del 15 por ciento en favor del presidente. Y entre los independientes, los Republicanos han pasado de tener una ventaja del cinco por ciento a una desventaja del 13 por ciento".

Habiendo pasado una noche de la semana pasada viendo, vía enlace de vídeo, a grupos de estudio estadístico formados por amas de casa blancas indecisas, las "Wal-Mart Moms", en Florida, New Hampshire y Iowa, no tengo ninguna duda de que los votantes están desanimados con la situación económica y hartos de sus políticos. Hasta los que apoyaron a Obama en 2008 quedan decepcionados por su actuación; algunos que no votaron expresan simpatía hacia su tesitura. Pero se reservan su mayor indignación para el Congreso que, en palabras de un ama de casa de New Hampshire, "juega al balón prisionero".

Obama puede querer postularse contra el Congreso, al estilo Truman. Pero también dijo a los votantes hace tres años que él era el que iba a detener el balón del juego. Habiendo fracasado, por predecible que fuera, ahora tiene que convencer al votante de que se merece más tiempo y de que sus soluciones son mejores. A lo mejor es cierto -- pero, como insinúan las encuestas, también va a ser un argumento sin muchas posibilidades de convencer.

La montaña que tiene que escalar Obama

¿Estaría la economía mejor o peor si saliera elegido presidente en 2012 un Republicano?
Ruth Marcus
sábado, 15 de octubre de 2011, 08:10 h (CET)
WASHINGTON -- El reto electoral del tamaño del Everest al que se enfrenta el Presidente Obama queda plasmado en una única pregunta del sondeo Washington Post/ Bloomberg más reciente: ¿estaría la economía mejor o peor si saliera elegido presidente en 2012 un Republicano?

Las respuestas revisten tres aspectos interesantes: el resultado general de la encuesta, la situación dividida de los electores Demócratas, y la postura todavía más escéptica de los votantes independientes.

A tenor de la pregunta básica, casi la mitad de los encuestados (el 45 por ciento) se muestra seguro de que la situación económica sería idéntica si hubiera un Republicano o un Demócrata en la Casa Blanca. Esta conclusión no es irracional. La capacidad de un presidente de implantar mejoras a corto plazo en la economía es limitada, incluso si puede sacar la varita mágica del decreto presidencial ejecutivo y ver instantáneamente implantado su programa. En el actual clima de parálisis -- fíjese por ejemplo en el debate en torno a la batería de medidas de empleo del presidente -- el poder presidencial es todavía más limitado.

La paradoja para los votantes es que a la vez que casi la mitad no está nada convencido de que un presidente suponga diferencia alguna, la economía encabeza su lista de preocupaciones. Una posible explicación es que los votantes basen su decisión en las demás cuestiones o se aferren a la lealtad a su formación, de tener alguna. Otra, que parece igual de probable como poco, es que decidan que Obama ha tenido su oportunidad y que alguien diferente merece intentarlo.

Lo que lleva a la segunda faceta de las respuestas: la división, entre los Demócratas incluso, en torno a si la situación económica sería peor si Obama perdiera. Casi la mitad (el 48 por ciento) decía que estaría peor, pero la cifra de los convencidos de que la economía estaría igual es prácticamente la misma (el 44 por ciento). La división entre los Republicanos es mucho más acusada: el 63 por ciento cree que la economía estaría mejor elegido un presidente Republicano mientras que sólo el 29 por ciento está seguro de que estaría igual.
La llamativa diferencia plasma y explica en la misma medida la brecha de entusiasmo en estos comicios entre los votantes Demócratas y los Republicanos. Los electores de una formación -- los Republicanos -- piensan que el resultado tiene mucha mayor importancia de lo que creen los votantes de la otra formación. Esto no pinta bien de cara a la participación Demócrata.

La clave de las elecciones, por supuesto, la tendrán los votantes independientes, alrededor de la tercera parte del electorado. En el sondeo Post/ Bloomberg, los votantes independientes se muestran acusadamente más escépticos en torno a si un presidente distinto supondría una diferencia para la economía. Una mayoría clara (el 55 por ciento) dice que la economía iría igual con un presidente Republicano. Lo demás se reparte de forma ajustada, con el 17 por ciento que piensa que un presidente Demócrata es mejor para la economía y un 19 por ciento que dice que un Republicano es preferible. El desafío fundamental para Obama reside en convencer a estos votantes indecisos de que, a pesar de sus inquietudes actuales en torno a la economía, su reelección supondrá una diferencia -- o al menos que el otro candidato sería peor.

Se enfrenta a una batalla cuesta arriba. En el año 2008, los independientes prefirieron a Obama antes que a John McCain por un margen del 52 por ciento frente al 44 por ciento. Ahora, según un nuevo sondeo del Pew Research Center for the People and the Press, los independientes prefieren al ex gobernador de Massachusetts Mitt Romney por 13 enteros de margen, el 54 por ciento frente al 41 por ciento.

La campaña Obama replica que puede dar un vuelco a esta situación -- que de hecho, ya lo está haciendo. En un memorando difundido por la campaña el martes, el asesor David Axelrod cita sondeos que muestran mayor apoyo paulatino a la batería de medidas de empleo del presidente: "La confianza a la hora de crear puestos de trabajo ha pasado de estar en empate a principios de septiembre a una ventaja del 15 por ciento en favor del presidente. Y entre los independientes, los Republicanos han pasado de tener una ventaja del cinco por ciento a una desventaja del 13 por ciento".

Habiendo pasado una noche de la semana pasada viendo, vía enlace de vídeo, a grupos de estudio estadístico formados por amas de casa blancas indecisas, las "Wal-Mart Moms", en Florida, New Hampshire y Iowa, no tengo ninguna duda de que los votantes están desanimados con la situación económica y hartos de sus políticos. Hasta los que apoyaron a Obama en 2008 quedan decepcionados por su actuación; algunos que no votaron expresan simpatía hacia su tesitura. Pero se reservan su mayor indignación para el Congreso que, en palabras de un ama de casa de New Hampshire, "juega al balón prisionero".

Obama puede querer postularse contra el Congreso, al estilo Truman. Pero también dijo a los votantes hace tres años que él era el que iba a detener el balón del juego. Habiendo fracasado, por predecible que fuera, ahora tiene que convencer al votante de que se merece más tiempo y de que sus soluciones son mejores. A lo mejor es cierto -- pero, como insinúan las encuestas, también va a ser un argumento sin muchas posibilidades de convencer.

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En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

En el pasar de los años, las paredes de las iglesias han sido testigos silenciosos de un fenómeno que trasciende las fronteras del tiempo: el flujo constante de generaciones que acuden a los servicios religiosos en busca de consuelo, reflexión y conexión espiritual. 

 
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