A partir de esta noticia los expertos se han puesto a valorar el origen y consecuencias de esta circunstancia. Que si la culpa es de los bancos que no dan dinero. Que si el problema es que el valor de los inmuebles no cubre la garantía. Que si el ciudadano no se embarca en aventuras hasta que no vea claro el futuro, y este no se ve nada claro.
El problema es que hemos estado quince años viviendo como señores a cargo de los préstamos que recibíamos de los bancos. Y estos, inconscientes, estaban tan tranquilos porque tenían asegurado el pago con el valor de unos pisos, casas y adosados que no hacia más que subir, gracias a las amañadas tasaciones inmobiliarias que hacían las empresas encargadas para ello.
Y nos acostumbramos a vivir así: de prestado. Y ahora resulta que, cuando no se conceden hipotecas, no hay paraíso. En nuestras casas entró el equilibrio presupuestario muchísimo antes que en la Constitución. Hace cuatro años que solo sale lo que entra.
No estamos en tiempos de crisis. Estamos ante tiempos de transformación radical de nuestras formas de pensar, de nuestras economías. Y deben aparecer líderes políticos que piensen de forma imaginativa e ilusionante, y que no se queden sólo en el mensaje sino que actúen con valentía ante los retos que se nos presentan.
Necesitamos auténticos “McGuiver”, aquel de la serie de TV de los 90 que, con un clip, dos chicles, un mechero, y la ayuda de su navaja suiza multiusos, montaba un artilugio con el que escapaba o hacía escapar a los malos. Y a esos, todavía no se les ve en el horizonte electoral.