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Los blancos son mulatos de neandertales

Un breve repaso al racismo
Isaac Bigio
martes, 12 de julio de 2011, 07:22 h (CET)
Hace cinco siglos los europeos fueron sometiendo o esclavizando a diversos pueblos del resto de continentes hablando de la superioridad de la piel más clara sobre la oscura. Ese racismo, que aún sobrevive en uno u otro grado en muchas sociedades, llegó a su clímax cuando Hitler liberó la peor de las guerras mundiales buscando la hegemonía de la raza aria.

Cuando los portugueses fueron los primeros navegantes europeos en circunnavegar el África negra ellos fueron produciendo hijos con la población local. A ellos denominaron ‘mulatos’ equiparando al cruce de blancos y negros con las mulas. Mientras el apareamiento de dos especies equinas (caballos y asnos) produce híbridos, el que se da entre distintas razas humanas sí produce descendientes.

La historia se vengó del racismo de los portugueses de hace medio milenio pues hoy la mitad o la mayoría de los 240 millones de personas que hablan esa lengua en el mundo son de tez oscura. La lengua materna número uno dentro de los morenos del mundo es el portugués y Brasil es el país con la mayor población mulata del globo.

En los últimos años todos los estudiosos de los fósiles o de los genes de los primeros humanos concuerdan en que nuestra especie nació en el África. Estudiando el ADN de miles de personas la genética concluye que todos los humanos fuera del continente negro provenimos de unos pocos africanos que hace unos 60,000 años salieron hacia el medio oriente y de allí se esparcieron por todo el planeta. De allí que todos los blancos y amarillos de hoy sean negros que el frío y el menor sol fue haciendo que su piel se torne más clara.

Después, en una cueva de Portugal se encontró un esqueleto infantil que mostraba una ‘mula’ entre dos especies humanas: la nuestra y la neandertal. Esta última había dominado Europa y el Asia occidental por cientos de miles de años.

Ellos tenían mayor cerebro, visión y musculatura que nosotros. Su fuerza y apetito eran dos o tres veces mayores al nuestro. Al analizar el órgano del balance que está en el oído se ve que ellos no saltaban ni corrían tanto. Mientras nuestra especie se desarrolló para caminar largos tramos y cazábamos con lanzas en las praderas, los neandertales se especializaron en la caza cuerpo a cuerpo con animales en bosques y climas más fríos.

Hace un año un estudios de los genes de distintas poblaciones del mundo concluyó que todos los humanos fuera del África tenemos un pequeño porcentaje de herencia neandertal.

Los africanos no lo tienen porque ellos se quedaron en el continente donde no había neandertales. En cambio, todos los que descendemos de ese pequeño núcleo de cazadores que salió del cuerno de África sí llevamos la marca del cruce que éstos produjeron al entrecruzarse con la población nativa de las tierras bíblicas: los neandertales.

Nuestros ancestros eran negros delgados y oscuros y los neandertales eran achatados robustos de piel y ojos claros y tupidas barbas rojizas. Sin embargo, esas diferencias de color o tamaño no solo expresaban razas diferentes sino especies que habían desarrollado morfologías y genes diferentes. Debido a que la separación entre ambas especies no era tan grande en tiempo y en características como las que tienen los burros y las yeguas es que sí fue posible que el cruce entre ambas desarrollase nuevas generaciones, de las que hoy todos los blancoides, pardos, amarillos, cobrizos y aborígenes australianos somos sus resultados.

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