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Baloncesto
Etiquetas | Real Madrid | DARUSSAFAKA DOGUS | Euroliga
El cuadro de Laso se apuntó el primer triunfo de la serie después de un intenso ejercicio de resistencia ante un correosos adversario turco comandado por Wanamaker (20 puntos).

Llull y Ayón conectan al Real Madrid al triunfo sobre Darussafaka (83-75)

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Fotonoticia 20170419231812 640

Ser el mejor conjunto de Europa carece de valor. Haberse coronado como líder después de treinta jornadas (balance de 23-7) se olvida en cuando aparecen los cruces. Surge entonces la verdadera Euroliga. A vida o muerte. O consigues el billete hacia esa ansiada Final Four o emborronas tu temporada. En esa situación se encuentra el Real Madrid. Todo lo anterior no importa. Y tampoco interesan los pronósticos. El Darussafaka no es un adversario menor. Tiene dinero, un patrocinador influyente, un entrenador de renombre y jugadores que quizá no suenen tanto como su calidad. Éstos, en sólo diez minutos, demostraron que no hincarán fácilmente su rodilla ante el Real Madrid. Habrá que sudar, trabajar, relucir calidad y mantener una concentración militar.

Superado el ecuador del primer cuarto, empezó a comprobarse el verdadero sentido de estos cruces de la Euroliga. Hay otra motivación. Hace unos meses, este mismo adversario se desintegró en cuestión de minutos. Hubo huracán Llull. Recuerden sus 19 puntos en el primer asalto. Ésta vez, Blatt tenía la lección bien aprendida. Lo sujetó. Lo maniató. No sólo eso, su logro fue más allá: desconectó al Real Madrid. De un 12-12 se pasó a un 16-28 en los primeros compases del segundo acto. El Darussafaka estaba infalible: gobernaba el rebote (11 contra 5); anotaba la mitad de sus tiros a canasta; apenas tenía errores (sólo dos balones perdidos); defendían con ayudas e intensidad. Y concentración máxima. Era un aviso en toda regla a un Real Madrid tan ansioso como impreciso, y escasamente colectivo en su juego.

Llull, en ebullición
Ante estas situaciones, no hay mejor medicina que jugarse todo a la calidad. Y en eso el Real Madrid mantiene una distancia de años luz con los nuevos ricos del baloncesto europeo. Y para esa misión de exhibir músculo de talento qué mejor que Llull. Había estado desaparecido, pero dos ramalazos, en apenas un minuto y medio, desde el perímetro –más el aporte de Hunter (7 puntos al descanso) en la zona- elevaron al Real Madrid, desembocando con un 36-37 al descanso. Se salvaba una discreta primera parte y se confirmaba que el Darussafaka estaba jugando en un grado superlativo. Sus porcentajes se congelaron en cuanto a efectividad, en especial desde el exterior (30%), y no es suficiente con encomendarse a Wanamaker.

Entre Llull y Ayón
Equilibradas las fuerzas, y quizá hasta los estados de ánimos, se abría otro encuentro. Otros veinte minutos para resolver el primer enigma de una serie que pulverizó esos pronósticos que otorgaban una distancia sideral al Real Madrid sobre el Darussafaka. Andados los dos primeros minutos del tercer cuarto, una canasta de Ayón (había sustentado con sus puntos al equipo en el primer cuarto, con 6 puntos), el cuadro blanco se subió en el marcador a lo más alto: 41-40. Era una anécdota. La verdadera señal estaba en defensa: se defendía. Y Draper era el antídoto a Wanamaker. Los turcos ya sudaban sus canastas. Otra señal estaba en Llull; seguía firme desde el perímetro. Y Ayón repetía actuación: otros 8 puntos. Había conexión entre ambos. Al ecuador del cuarto: 48-43; y al final del mismo: 61-53. Aceptable renta; no fue superior debido a una ansiedad blanca por distanciarse rápidamente y por el buen hacer de Clyburn (6 puntos en cuarto).

Carroll, la puntilla
No obstante, el ritmo se había volteado. El Real Madrid tenía el mando. Había sintonizado su juego y su actitud. Faltaba confirmar ese cambio de canal. El intercambio de canastas del comienzo del acto final se descontroló con un triple de Carroll. Faltaban 7 minutos. El Real Madrid ponía la barrera psicológica: 68-58. Y poco después, otro triple suyo: 72-60. Alcanzados estos terrenos, el cuadro de Laso no dejó escapar, sin estar exento de sufrimiento (notable final de partido de Wanamaker), la opción de apuntarse el primer asalto de una serie alejada de cualquier paseo. El Darussafaka exigirá al Real Madrid. Hubo aviso antes de la conexión Llull (23 puntos) y Ayón (14 puntos).

Llull y Ayón conectan al Real Madrid al triunfo sobre Darussafaka (83-75)

El cuadro de Laso se apuntó el primer triunfo de la serie después de un intenso ejercicio de resistencia ante un correosos adversario turco comandado por Wanamaker (20 puntos).
Rafael Merino
miércoles, 19 de abril de 2017, 22:33 h (CET)

Fotonoticia 20170419231812 640

Ser el mejor conjunto de Europa carece de valor. Haberse coronado como líder después de treinta jornadas (balance de 23-7) se olvida en cuando aparecen los cruces. Surge entonces la verdadera Euroliga. A vida o muerte. O consigues el billete hacia esa ansiada Final Four o emborronas tu temporada. En esa situación se encuentra el Real Madrid. Todo lo anterior no importa. Y tampoco interesan los pronósticos. El Darussafaka no es un adversario menor. Tiene dinero, un patrocinador influyente, un entrenador de renombre y jugadores que quizá no suenen tanto como su calidad. Éstos, en sólo diez minutos, demostraron que no hincarán fácilmente su rodilla ante el Real Madrid. Habrá que sudar, trabajar, relucir calidad y mantener una concentración militar.

Superado el ecuador del primer cuarto, empezó a comprobarse el verdadero sentido de estos cruces de la Euroliga. Hay otra motivación. Hace unos meses, este mismo adversario se desintegró en cuestión de minutos. Hubo huracán Llull. Recuerden sus 19 puntos en el primer asalto. Ésta vez, Blatt tenía la lección bien aprendida. Lo sujetó. Lo maniató. No sólo eso, su logro fue más allá: desconectó al Real Madrid. De un 12-12 se pasó a un 16-28 en los primeros compases del segundo acto. El Darussafaka estaba infalible: gobernaba el rebote (11 contra 5); anotaba la mitad de sus tiros a canasta; apenas tenía errores (sólo dos balones perdidos); defendían con ayudas e intensidad. Y concentración máxima. Era un aviso en toda regla a un Real Madrid tan ansioso como impreciso, y escasamente colectivo en su juego.

Llull, en ebullición
Ante estas situaciones, no hay mejor medicina que jugarse todo a la calidad. Y en eso el Real Madrid mantiene una distancia de años luz con los nuevos ricos del baloncesto europeo. Y para esa misión de exhibir músculo de talento qué mejor que Llull. Había estado desaparecido, pero dos ramalazos, en apenas un minuto y medio, desde el perímetro –más el aporte de Hunter (7 puntos al descanso) en la zona- elevaron al Real Madrid, desembocando con un 36-37 al descanso. Se salvaba una discreta primera parte y se confirmaba que el Darussafaka estaba jugando en un grado superlativo. Sus porcentajes se congelaron en cuanto a efectividad, en especial desde el exterior (30%), y no es suficiente con encomendarse a Wanamaker.

Entre Llull y Ayón
Equilibradas las fuerzas, y quizá hasta los estados de ánimos, se abría otro encuentro. Otros veinte minutos para resolver el primer enigma de una serie que pulverizó esos pronósticos que otorgaban una distancia sideral al Real Madrid sobre el Darussafaka. Andados los dos primeros minutos del tercer cuarto, una canasta de Ayón (había sustentado con sus puntos al equipo en el primer cuarto, con 6 puntos), el cuadro blanco se subió en el marcador a lo más alto: 41-40. Era una anécdota. La verdadera señal estaba en defensa: se defendía. Y Draper era el antídoto a Wanamaker. Los turcos ya sudaban sus canastas. Otra señal estaba en Llull; seguía firme desde el perímetro. Y Ayón repetía actuación: otros 8 puntos. Había conexión entre ambos. Al ecuador del cuarto: 48-43; y al final del mismo: 61-53. Aceptable renta; no fue superior debido a una ansiedad blanca por distanciarse rápidamente y por el buen hacer de Clyburn (6 puntos en cuarto).

Carroll, la puntilla
No obstante, el ritmo se había volteado. El Real Madrid tenía el mando. Había sintonizado su juego y su actitud. Faltaba confirmar ese cambio de canal. El intercambio de canastas del comienzo del acto final se descontroló con un triple de Carroll. Faltaban 7 minutos. El Real Madrid ponía la barrera psicológica: 68-58. Y poco después, otro triple suyo: 72-60. Alcanzados estos terrenos, el cuadro de Laso no dejó escapar, sin estar exento de sufrimiento (notable final de partido de Wanamaker), la opción de apuntarse el primer asalto de una serie alejada de cualquier paseo. El Darussafaka exigirá al Real Madrid. Hubo aviso antes de la conexión Llull (23 puntos) y Ayón (14 puntos).

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