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Pablo Bargueño

'La pianista', de Elfriede Jelinek

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Erika Kohut es una profesora de piano que vive con su madre en un piso de Austria. Erika no es una persona convencional. Es una pianista frustrada. La señora Kohut es culpable de que su hija tenga una psicología delicada. Siempre le educó para ser la mejor; aseguraba que su niña era diferente al resto de las niñas, por lo que no podía jugar con ellas, sino que debía pasar las horas ensayando con el piano.

'La pianista' (Editorial Mondadori) refleja el yugo de una madre oprime tanto a su hija que no le permite acercarse a lo hombres. Sólo pueden traerle todo tipo de desgracias. Sin embargo, la vida de Erika dará un giro radical al conocer a Walter Klemmer, su alumno más privilegiado. Entre ambos se va a desarrollar una de las historias de amor más brutales de la literatura universal.

No se trata de la narración lineal de una historia de amor convencional, sino de una relación absolutamente tormentosa, fraguada a fuego lento. Uno de los aciertos de Jelinek consiste en transmitir al lector grandes dosis de tensión y ansiedad a medida que aumenta el grado de convivencia entre Erika y Klemmer.

La autora configura con maestría los espacios clave en donde se desarrolla la novela, que se convierten en duros ejemplos de crítica social. Así, la casa de Erika representa los valores de la sociedad de consumo, el mundo de la televisión, el armario lleno de ropa. La crítica de la moda se convierte en una constante a lo largo del relato: "Y a Erika no se le ocurre nada mejor que comprar un vestido; casi más perecedero que una pizca de mayonesa en un panecillo con pescado. Este vestido estará pasado de moda no ya el próximo año, sino el próximo mes. El dinero, en cambio, nunca pasa de moda".

Klemmer es un chico joven; Erika ha sobrepasado ya los treinta y cinco. Él representa el mundo de los sentidos, la alegría de vivir. Es un deportista nato, un amante de la naturaleza y de la música. Ella está por encima de las personas, por las cuales siente verdadero asco. Klemmer se enamora de Erika. Él desea poseerla a la manera tradicional, sin rodeos, para, una vez gastada, despedirse de ella. Buena parte de la novela se dedica a la lenta conquista del corazón de Erika por parte de su alumno de piano.

Uno de los temas capitales de 'La pianista' es el sexo. La profesora de piano quiere descubrir los secretos y misterios que rodean a su cuerpo, tantos años encerrado por mandato de su madre. Algunas escenas son duras, como la que discurre en una sala X, de la que Erika es clienta fija junto a un ejército de turcos. Elfriede Jelinek critica con dureza el sentido unidireccional de las relaciones sexuales, en las que siempre el hombre es el sujeto dominante y triunfador: "Uno y otro sexo quieren siempre algo radicalmente opuesto".

'La pianista' es un libro que ataca la moral establecida y ofrece un amplio mosaico de posibilidades pasionales, entre las que se encuentran el vouyerismo y el masoquismo, las relaciones de subordinación y poder, hiladas a través de un lenguaje directo y sin concesiones a complicados recursos literarios. Una de las grandes virtudes de Jelinek consiste en provocar al lector, atacarle e incluso ofenderle mediante un léxico que no da rodeos a la hora de mostrar los instintos más primarios del ser humano: "Ahora pide ser violada, algo que se imagina más bien como una permanente amenaza de violación. Cuando no me pueda mover ni defender, háblame de violación, nada podría impedirlo".

Según discurre la lectura de la obra, el lector evidencia cómo aumenta la tensión, cómo incrementa su intensidad de manera proporcional al amor incondicional que Erika Kohut ofrece a Walter Klemmer. Para conseguir este efecto, la autora configura un espacio reducido, basado casi siempre en una habitación, una puerta, una llave y dos mundos diferenciados: el que viven los amantes en su interior, y el que sufre la madre, borracha, al otro lado de la puerta.

Una de las constantes de la genial escritora consiste en la utilización de símiles o comparaciones para explicar todo tipo de situaciones, de forma que el lector no sólo pueda comprender lo que se quiere transmitir, sino también, percibir ese halo de crítica que flota en la novela: "La mujer da un par de campanadas guturales, como un perro a punto de saltar, para que el cliente cierre de una vez el hocico. Pero el turco sigue con su música primaveral a más y más volumen".

'La pianista', en definitiva, es una novela que trasciende los límites convencionales del amor, que habla de la situación de una mujer madura que sólo quiere aspirar a ser feliz. Sin embargo, existen muchos temas escondidos es misión del lector descubrirlos que rompen con la moral establecida, con los conceptos de placer y sufrimiento, la unidad familiar y la predisposición dominante del hombre en las relaciones humanas y sexuales. En palabras de Jordi Llovet: "Qué modernos se han vuelto los nobels".

'La pianista', de Elfriede Jelinek

Pablo Bargueño
Redacción
sábado, 1 de octubre de 2005, 21:44 h (CET)
Erika Kohut es una profesora de piano que vive con su madre en un piso de Austria. Erika no es una persona convencional. Es una pianista frustrada. La señora Kohut es culpable de que su hija tenga una psicología delicada. Siempre le educó para ser la mejor; aseguraba que su niña era diferente al resto de las niñas, por lo que no podía jugar con ellas, sino que debía pasar las horas ensayando con el piano.

'La pianista' (Editorial Mondadori) refleja el yugo de una madre oprime tanto a su hija que no le permite acercarse a lo hombres. Sólo pueden traerle todo tipo de desgracias. Sin embargo, la vida de Erika dará un giro radical al conocer a Walter Klemmer, su alumno más privilegiado. Entre ambos se va a desarrollar una de las historias de amor más brutales de la literatura universal.

No se trata de la narración lineal de una historia de amor convencional, sino de una relación absolutamente tormentosa, fraguada a fuego lento. Uno de los aciertos de Jelinek consiste en transmitir al lector grandes dosis de tensión y ansiedad a medida que aumenta el grado de convivencia entre Erika y Klemmer.

La autora configura con maestría los espacios clave en donde se desarrolla la novela, que se convierten en duros ejemplos de crítica social. Así, la casa de Erika representa los valores de la sociedad de consumo, el mundo de la televisión, el armario lleno de ropa. La crítica de la moda se convierte en una constante a lo largo del relato: "Y a Erika no se le ocurre nada mejor que comprar un vestido; casi más perecedero que una pizca de mayonesa en un panecillo con pescado. Este vestido estará pasado de moda no ya el próximo año, sino el próximo mes. El dinero, en cambio, nunca pasa de moda".

Klemmer es un chico joven; Erika ha sobrepasado ya los treinta y cinco. Él representa el mundo de los sentidos, la alegría de vivir. Es un deportista nato, un amante de la naturaleza y de la música. Ella está por encima de las personas, por las cuales siente verdadero asco. Klemmer se enamora de Erika. Él desea poseerla a la manera tradicional, sin rodeos, para, una vez gastada, despedirse de ella. Buena parte de la novela se dedica a la lenta conquista del corazón de Erika por parte de su alumno de piano.

Uno de los temas capitales de 'La pianista' es el sexo. La profesora de piano quiere descubrir los secretos y misterios que rodean a su cuerpo, tantos años encerrado por mandato de su madre. Algunas escenas son duras, como la que discurre en una sala X, de la que Erika es clienta fija junto a un ejército de turcos. Elfriede Jelinek critica con dureza el sentido unidireccional de las relaciones sexuales, en las que siempre el hombre es el sujeto dominante y triunfador: "Uno y otro sexo quieren siempre algo radicalmente opuesto".

'La pianista' es un libro que ataca la moral establecida y ofrece un amplio mosaico de posibilidades pasionales, entre las que se encuentran el vouyerismo y el masoquismo, las relaciones de subordinación y poder, hiladas a través de un lenguaje directo y sin concesiones a complicados recursos literarios. Una de las grandes virtudes de Jelinek consiste en provocar al lector, atacarle e incluso ofenderle mediante un léxico que no da rodeos a la hora de mostrar los instintos más primarios del ser humano: "Ahora pide ser violada, algo que se imagina más bien como una permanente amenaza de violación. Cuando no me pueda mover ni defender, háblame de violación, nada podría impedirlo".

Según discurre la lectura de la obra, el lector evidencia cómo aumenta la tensión, cómo incrementa su intensidad de manera proporcional al amor incondicional que Erika Kohut ofrece a Walter Klemmer. Para conseguir este efecto, la autora configura un espacio reducido, basado casi siempre en una habitación, una puerta, una llave y dos mundos diferenciados: el que viven los amantes en su interior, y el que sufre la madre, borracha, al otro lado de la puerta.

Una de las constantes de la genial escritora consiste en la utilización de símiles o comparaciones para explicar todo tipo de situaciones, de forma que el lector no sólo pueda comprender lo que se quiere transmitir, sino también, percibir ese halo de crítica que flota en la novela: "La mujer da un par de campanadas guturales, como un perro a punto de saltar, para que el cliente cierre de una vez el hocico. Pero el turco sigue con su música primaveral a más y más volumen".

'La pianista', en definitiva, es una novela que trasciende los límites convencionales del amor, que habla de la situación de una mujer madura que sólo quiere aspirar a ser feliz. Sin embargo, existen muchos temas escondidos es misión del lector descubrirlos que rompen con la moral establecida, con los conceptos de placer y sufrimiento, la unidad familiar y la predisposición dominante del hombre en las relaciones humanas y sexuales. En palabras de Jordi Llovet: "Qué modernos se han vuelto los nobels".

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