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E. J. Dionne

Por fin: Un presidente, no un árbitro

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WASHINGTON - El presidente Obama ha decidido por fin tomar parte en la lucha filosófica verdadero motor del debate presupuestario del país.

Tras meses de señales opuestas relativas a lo que estaba dispuesto a defender, Obama daba por fin a conocer las líneas maestras de sus objetivos y sus referentes. Su enfoque reviste dificultades propias, y mucho va a depender de su puesta en práctica. Pero el presidente se mostraba muy claro al decir que los orígenes de nuestros problemas fiscales se encuentran en las bajadas tributarias implantadas durante la última década que no nos podíamos permitir. Y elevó la temperatura de la política apuntando algo más fundamental que cifras indiferentes sobre una página o un monitor de ordenador.

"Somos individualistas convencidos, un pueblo que confía en sus posibilidades con un sano escepticismo hacia una administración demasiado intervencionista", aducía. "Pero siempre ha existido otra corriente recorriendo nuestra historia -- la fe en que todos estamos unidos; y que hay cosas que sólo podemos hacer juntos, como nación. Creemos, en palabras de nuestro primer presidente Republicano, Abraham Lincoln, que mediante la administración pública debemos hacer juntos lo que no podemos hacer igual de bien por separado".

Hay por lo menos cuatro cosas que agradecer de su enfoque. En primer lugar, sin dar el nombre del congresista Paul Ryan, se refería a la propuesta presupuestaria verdaderamente reaccionaría de Ryan como lo que es: una iniciativa para rebajar de forma drástica los programas públicos, con el fin en gran medida de conservar y ampliar las bajadas tributarias destinadas a las rentas más altas. "Eso no está bien", dijo, "y no va a pasar mientras yo sea presidente".

En segundo lugar, estaba dispuesto a hablar claro de subir los impuestos, que insistía correctamente en volver a los tipos fiscales de la era Clinton para las rentas altas. La reforma tributaria, que también propuso, es una buena idea, aunque hay motivos de escepticismo de sobra en torno a los ingresos que pueda recaudar. Sería mucho mejor volver a todos los tipos de la era Clinton y luego levantar una reforma tributaria partiendo de esa base, sobre todo a través de impuestos más altos a los beneficios.

En tercer lugar, hizo bien en centrarse en la necesidad de recortar el gasto en seguridad. Cualquier iniciativa rigurosa encaminada a reducir el déficit no puede dejar intacta la defensa. Es ridículo que los Republicanos critiquen los recortes en defensa y a continuación se muestren totalmente reacios a subir los impuestos para financiar la defensa que ellos dicen que necesitamos.

Finalmente, fue elocuente al defender los programas Medicare y Medicaid. Proponía ahorrar dinero partiendo de la reforma sanitaria del último ejercicio. Existen dos formas de reducir el gasto público sanitario. Una es la vía de Ryan que, dijo Obama, "rebaja las facturas sanitarias de la administración pidiendo a ancianos y pobres que las afronten". La alternativa, que suscribió correctamente el presidente, "rebaja las facturas sanitarias de la administración reduciendo el coste de la propia atención".

Pero un buen discurso es solamente un primer paso. Para sus aliados, el método de negociación del presidente ha sido, bueno, paralizante: ceder, ceder y volver a ceder -- y luego alcanzar un compromiso desde una posición claramente comprometida. Ése es el motivo de que fuera preocupante que propusiera recortes del gasto nacional apartados de los habituales.

Este problema empeorará si el plan Obama acaba definido como el polo "izquierdo" de la negociación. No lo es. Unos presupuestos que fueran verdaderamente progresistas incluirían subidas de la recaudación de formas más progresivas. Y en contra de lo que pueda escuchar en Fox News, la opinión generalizada de los medios en materia presupuestaria es de centro-derecha, y los presupuestos radicales de Ryan han empujado el centro percibido aún más a la derecha, agravando la tendencia a situar los presupuestos de Obama a la extrema izquierda de los otros.

Y hay algo fundamentalmente equivocado en convertir el déficit en la cuestión central de nuestra política. He aquí un pequeño secreto: El déficit no es realmente un problema difícil. Sólo la fobia a la recaudación pública que han creado los Republicanos y de la que huyen los Demócratas ha complicado esto tanto. Sí, el gasto sanitario es también una cuestión relevante. Pero son un reto a la economía en conjunto y demasiados conservadores hacen demagogia con todos los esfuerzos rigurosos por hacerles frente (véase lo de los "tribunales de eutanasia" para los ancianos).

A pesar de todo eso, hubo grandeza en el discurso de Obama que supuso un alivio tras su reciente comportamiento como juez de línea. "Estamos convencidos de que para conservar nuestras libertades y buscar nuestra felicidad, no podemos pensar simplemente en nosotros", decía. "Hemos de pensar en el país que hizo posible esas libertades. Hemos de pensar en nuestros conciudadanos con los que compartimos una comunidad". Obama vuelve a salir al terreno de juego, y es donde tiene que quedarse

Por fin: Un presidente, no un árbitro

E. J. Dionne
E. J. Dionne
viernes, 15 de abril de 2011, 07:07 h (CET)
WASHINGTON - El presidente Obama ha decidido por fin tomar parte en la lucha filosófica verdadero motor del debate presupuestario del país.

Tras meses de señales opuestas relativas a lo que estaba dispuesto a defender, Obama daba por fin a conocer las líneas maestras de sus objetivos y sus referentes. Su enfoque reviste dificultades propias, y mucho va a depender de su puesta en práctica. Pero el presidente se mostraba muy claro al decir que los orígenes de nuestros problemas fiscales se encuentran en las bajadas tributarias implantadas durante la última década que no nos podíamos permitir. Y elevó la temperatura de la política apuntando algo más fundamental que cifras indiferentes sobre una página o un monitor de ordenador.

"Somos individualistas convencidos, un pueblo que confía en sus posibilidades con un sano escepticismo hacia una administración demasiado intervencionista", aducía. "Pero siempre ha existido otra corriente recorriendo nuestra historia -- la fe en que todos estamos unidos; y que hay cosas que sólo podemos hacer juntos, como nación. Creemos, en palabras de nuestro primer presidente Republicano, Abraham Lincoln, que mediante la administración pública debemos hacer juntos lo que no podemos hacer igual de bien por separado".

Hay por lo menos cuatro cosas que agradecer de su enfoque. En primer lugar, sin dar el nombre del congresista Paul Ryan, se refería a la propuesta presupuestaria verdaderamente reaccionaría de Ryan como lo que es: una iniciativa para rebajar de forma drástica los programas públicos, con el fin en gran medida de conservar y ampliar las bajadas tributarias destinadas a las rentas más altas. "Eso no está bien", dijo, "y no va a pasar mientras yo sea presidente".

En segundo lugar, estaba dispuesto a hablar claro de subir los impuestos, que insistía correctamente en volver a los tipos fiscales de la era Clinton para las rentas altas. La reforma tributaria, que también propuso, es una buena idea, aunque hay motivos de escepticismo de sobra en torno a los ingresos que pueda recaudar. Sería mucho mejor volver a todos los tipos de la era Clinton y luego levantar una reforma tributaria partiendo de esa base, sobre todo a través de impuestos más altos a los beneficios.

En tercer lugar, hizo bien en centrarse en la necesidad de recortar el gasto en seguridad. Cualquier iniciativa rigurosa encaminada a reducir el déficit no puede dejar intacta la defensa. Es ridículo que los Republicanos critiquen los recortes en defensa y a continuación se muestren totalmente reacios a subir los impuestos para financiar la defensa que ellos dicen que necesitamos.

Finalmente, fue elocuente al defender los programas Medicare y Medicaid. Proponía ahorrar dinero partiendo de la reforma sanitaria del último ejercicio. Existen dos formas de reducir el gasto público sanitario. Una es la vía de Ryan que, dijo Obama, "rebaja las facturas sanitarias de la administración pidiendo a ancianos y pobres que las afronten". La alternativa, que suscribió correctamente el presidente, "rebaja las facturas sanitarias de la administración reduciendo el coste de la propia atención".

Pero un buen discurso es solamente un primer paso. Para sus aliados, el método de negociación del presidente ha sido, bueno, paralizante: ceder, ceder y volver a ceder -- y luego alcanzar un compromiso desde una posición claramente comprometida. Ése es el motivo de que fuera preocupante que propusiera recortes del gasto nacional apartados de los habituales.

Este problema empeorará si el plan Obama acaba definido como el polo "izquierdo" de la negociación. No lo es. Unos presupuestos que fueran verdaderamente progresistas incluirían subidas de la recaudación de formas más progresivas. Y en contra de lo que pueda escuchar en Fox News, la opinión generalizada de los medios en materia presupuestaria es de centro-derecha, y los presupuestos radicales de Ryan han empujado el centro percibido aún más a la derecha, agravando la tendencia a situar los presupuestos de Obama a la extrema izquierda de los otros.

Y hay algo fundamentalmente equivocado en convertir el déficit en la cuestión central de nuestra política. He aquí un pequeño secreto: El déficit no es realmente un problema difícil. Sólo la fobia a la recaudación pública que han creado los Republicanos y de la que huyen los Demócratas ha complicado esto tanto. Sí, el gasto sanitario es también una cuestión relevante. Pero son un reto a la economía en conjunto y demasiados conservadores hacen demagogia con todos los esfuerzos rigurosos por hacerles frente (véase lo de los "tribunales de eutanasia" para los ancianos).

A pesar de todo eso, hubo grandeza en el discurso de Obama que supuso un alivio tras su reciente comportamiento como juez de línea. "Estamos convencidos de que para conservar nuestras libertades y buscar nuestra felicidad, no podemos pensar simplemente en nosotros", decía. "Hemos de pensar en el país que hizo posible esas libertades. Hemos de pensar en nuestros conciudadanos con los que compartimos una comunidad". Obama vuelve a salir al terreno de juego, y es donde tiene que quedarse

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