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Tomás Salinas

Duran y Lleida, los funcionarios y la gente pobre

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A morderse la lengua toca. Porque si escribiese lo que pienso tal y como lo pienso, a buen seguro que me metería en un buen lío. No hay forma de que entiendan los políticos que son empleados nuestros y que como tales tienen que rendirnos cuentas. Demandan el voto apelando a todo lo apelable, y cuando lo consiguen, cuando se ubican en el poder, olvidan los compromisos y las obligaciones, integrándose como miembros de honor en la clase dominante. Legislan en beneficio propio, se aseguran el futuro, se protegen los unos a los otros, defienden numantinamente el sistema, pues éste les garantiza seguridad y bienestar y, sin el menor recato ni el respeto obligado, se apoderan de una posición que no les pertenece.

Me siento defraudado, a la par que ofendido, por las declaraciones de Josep Antoni Duran y Lleida, un político coherente y cabal. Hasta que ha abierto la boca y ha vomitado el corporativismo atroz y miserable que caracteriza a la lamentable casta política gobernante. Resulta que no pone objeción a que se conozca el patrimonio de los parlamentarios pero sí que se opone a que se discuta sobre si diputados y senadores son unos privilegiados o no lo son (la evidencia no admite debate). Pues nada, una mordaza en la boca, y a callar, que se molesta el hombre.

Sin quitarle una coma a lo manifestado, procedo, si se me permite, a realizar una modesta réplica a éste nuestro ilustre empleado (que lo es, se ponga como se ponga). "El problema es si la sociedad pretende que al Congreso venga simplemente gente que no tenga propiedad, si pretende la sociedad que esta Cámara sea de funcionarios y de gente pobre, porque si es así, vamos por el mejor de los caminos" Vamos a ver, que no se entera el buen señor. Se lo explico. El problema es que la sociedad se ha hartado de lo que va al Congreso; gente sin preparación ni disposición, de un pésimo nivel intelectual, miserables, que no pobres, de espíritu y conciencia. Que tengan o no propiedades, nos la trae al pairo; de eso ya se encargan los interesados, pues de medios en forma de incompatibilidades van bien provistos.

Insiste con la burla. Nos pregunta si queremos una clase política "de gente preparada" o si queremos "diputados y senadores que al día siguiente de dejar de serlo tengan garantizado un puesto de trabajo por ser funcionario”. Creo que se hace el tonto. No es queramos, es que necesitamos y reclamamos gente con preparación, y no lo que hay ahora. Es un derecho, no un capricho. Además, dos cosas muy claras; una, que dudo mucho, muchísimo que una buena parte de lo que se sienta en las Cámaras sea capaz de aprobar una oposición. Y la otra, tengo la seguridad de que un funcionario cualificado haría mejor las cosas (y sin cualificar también).

Un inciso, unas cuestiones que me mantienen en vilo (igual ni duermo esta noche) ¿Qué le habrán hecho a este hombre los funcionarios para que les desprecie de esta manera? ¿Es que un funcionario no tiene derecho para ser diputado o senador? ¿La gente pobre tampoco puede acceder a la elite del poder? ¿Tan cerrado es el círculo, tan selecto es el club? ¿Hay que pasar una criba previa? ¿A quién hay que caerle bien? (le ponemos de fondo la música de “Enredo”, y queda de muerte)

Para terminar, una verdad, un error y una mentira. Gracias a la gestión de los colegas de oficio del parlamentario catalán, funcionarios y gente pobre navegan en la misma ruinosa patera. Esta es la verdad. El error lo comete cuando dice que “funcionarizando” Congreso y Senado, la calidad de las Cámaras podría bajar más. Imposible. La calidad simplemente no existe ya, murió lenta y penosamente, envenenada por los actuales rectores públicos (entre los que se encuentra don Josep). Y la mentira es definir como mito los privilegios de los parlamentarios. Señor Duran y Lleida, hombre, que no somos gilipollas.

Duran y Lleida, los funcionarios y la gente pobre

Tomás Salinas
Tomás Salinas
miércoles, 26 de enero de 2011, 07:54 h (CET)
A morderse la lengua toca. Porque si escribiese lo que pienso tal y como lo pienso, a buen seguro que me metería en un buen lío. No hay forma de que entiendan los políticos que son empleados nuestros y que como tales tienen que rendirnos cuentas. Demandan el voto apelando a todo lo apelable, y cuando lo consiguen, cuando se ubican en el poder, olvidan los compromisos y las obligaciones, integrándose como miembros de honor en la clase dominante. Legislan en beneficio propio, se aseguran el futuro, se protegen los unos a los otros, defienden numantinamente el sistema, pues éste les garantiza seguridad y bienestar y, sin el menor recato ni el respeto obligado, se apoderan de una posición que no les pertenece.

Me siento defraudado, a la par que ofendido, por las declaraciones de Josep Antoni Duran y Lleida, un político coherente y cabal. Hasta que ha abierto la boca y ha vomitado el corporativismo atroz y miserable que caracteriza a la lamentable casta política gobernante. Resulta que no pone objeción a que se conozca el patrimonio de los parlamentarios pero sí que se opone a que se discuta sobre si diputados y senadores son unos privilegiados o no lo son (la evidencia no admite debate). Pues nada, una mordaza en la boca, y a callar, que se molesta el hombre.

Sin quitarle una coma a lo manifestado, procedo, si se me permite, a realizar una modesta réplica a éste nuestro ilustre empleado (que lo es, se ponga como se ponga). "El problema es si la sociedad pretende que al Congreso venga simplemente gente que no tenga propiedad, si pretende la sociedad que esta Cámara sea de funcionarios y de gente pobre, porque si es así, vamos por el mejor de los caminos" Vamos a ver, que no se entera el buen señor. Se lo explico. El problema es que la sociedad se ha hartado de lo que va al Congreso; gente sin preparación ni disposición, de un pésimo nivel intelectual, miserables, que no pobres, de espíritu y conciencia. Que tengan o no propiedades, nos la trae al pairo; de eso ya se encargan los interesados, pues de medios en forma de incompatibilidades van bien provistos.

Insiste con la burla. Nos pregunta si queremos una clase política "de gente preparada" o si queremos "diputados y senadores que al día siguiente de dejar de serlo tengan garantizado un puesto de trabajo por ser funcionario”. Creo que se hace el tonto. No es queramos, es que necesitamos y reclamamos gente con preparación, y no lo que hay ahora. Es un derecho, no un capricho. Además, dos cosas muy claras; una, que dudo mucho, muchísimo que una buena parte de lo que se sienta en las Cámaras sea capaz de aprobar una oposición. Y la otra, tengo la seguridad de que un funcionario cualificado haría mejor las cosas (y sin cualificar también).

Un inciso, unas cuestiones que me mantienen en vilo (igual ni duermo esta noche) ¿Qué le habrán hecho a este hombre los funcionarios para que les desprecie de esta manera? ¿Es que un funcionario no tiene derecho para ser diputado o senador? ¿La gente pobre tampoco puede acceder a la elite del poder? ¿Tan cerrado es el círculo, tan selecto es el club? ¿Hay que pasar una criba previa? ¿A quién hay que caerle bien? (le ponemos de fondo la música de “Enredo”, y queda de muerte)

Para terminar, una verdad, un error y una mentira. Gracias a la gestión de los colegas de oficio del parlamentario catalán, funcionarios y gente pobre navegan en la misma ruinosa patera. Esta es la verdad. El error lo comete cuando dice que “funcionarizando” Congreso y Senado, la calidad de las Cámaras podría bajar más. Imposible. La calidad simplemente no existe ya, murió lenta y penosamente, envenenada por los actuales rectores públicos (entre los que se encuentra don Josep). Y la mentira es definir como mito los privilegios de los parlamentarios. Señor Duran y Lleida, hombre, que no somos gilipollas.

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