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David S.Broder

Obama sube al candelero

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WASHINGTON - Llevó un mes a Barack Obama dejar en claro lo aprendido de la "paliza" de las legislativas, pero el tiempo no se ha perdido. Es probable que los futuros cronistas políticos remonten su recuperación - y la reelección, si llega a suceder - a las decisiones tomadas en diciembre.

En estos últimos días, ha vuelto a arrebatar la iniciativa económica a los Republicanos triunfadores, se ha distanciado de la izquierda de su propio partido, y ha reivindicado una clara influencia sobre el territorio en donde se libran y se ganan las nacionales: el centro independiente.

Al optar por amoldarse a la realidad accediendo a la exigencia Republicana de conservar todas las deducciones fiscales Bush y sacar un precio a sus concesiones más alto de lo que esperaban muchos, Obama ha hecho casi todo lo posible por el momento por crear un entorno económico favorable de cara a la campaña de 2012. Añada el pacto comercial con Corea del Sur que ayuda al repunte de la actividad en el sector automovilístico - y la región de los lagos, el principal terreno de batalla donde arrasaron los Republicanos en 2010, empieza a parecer recuperable.

Obama sigue enfrentándose a enormes desafíos -- controlar los focos de la atención mundial desde Afganistán a Corea del Norte pasando por Irán, y la cuestión pendiente de cómo invertir la amenaza de la deuda y el déficit desbocados.

Pero tras un periodo inestable durante el que su propia imagen de liderazgo se ha vuelto difusa, ha comenzado a definirse como el izquierdista pragmático que es - no el socialista radical que pintaban los Republicanos, sino un presidente mucho más práctico y mundano que sus detractores entre el ala izquierda del Partido Demócrata.

Ha despejado el terreno a propuestas de continuidad que pueden convertir el alambicado sistema tributario en un mecanismo de crecimiento - y ha obligado a los Republicanos a explicar y defender su debilidad por atender a sus partidarios más ricos del sector privado.

Esa es la postura ganadora del presidente que aspira a una segunda legislatura.

Sin recurrir a la evidente "carambola a tres bandas" de la que se valió Bill Clinton para recuperarse del retorno Republicano de 1994 y despejar el terreno a su victoria de segunda legislatura, Obama ha logrado situarse donde quiere estar: en el centro del espectro político estadounidense.

Al ceder temporalmente a la insistencia del Partido Republicano de conservar las deducciones de las rentas altas, Obama ha evitado la amenaza mayor a un mayor número de votantes: la subida tributaria que podría haber puesto en peligro la frágil recuperación económica fácilmente.

A cambio logra la prolongación del subsidio a los parados que han agotado la prestación y, más importante, una reducción temporal de las retenciones que estimulará el crecimiento económico.

Cuando sus electores vean nóminas más altas, los legisladores Demócratas del Congreso van a tener problemas para seguir vertiendo comentarios mordaces sobre la oportunidad perdida de implicar al Partido Republicano en una campaña contra los peces gordos de las de toda la vida.

Además, los 900.000 millones que añade este acuerdo a la deuda nacional elevan la presión para que Obama y Congreso emprendan la clase de cambio presupuestario disciplinario esbozado por la comisión presidencial del déficit.

Pero esto simplemente aumenta las posibilidades de reforma fiscal, una iniciativa que Obama está ahora idóneamente posicionado para protagonizar. Cuente con ver a la Casa Blanca ofrecer un plan para reducir los tipos impositivos individuales y corporativos a cambio de purgar el código fiscal de las miles de lagunas que benefician a los grupos de interés.

Eso colocará a los congresistas Republicanos en la posición de tener que elegir entre cooperar dando a Obama una gran victoria o aceptar el oprobio de defender el estatus quo frente a los deseos de los votantes del movimiento fiscal en todo el país. Si bien exponen ese electorado a una incursión Obama, los acontecimientos de las últimas semanas también han apuntado una ruptura clara entre el presidente y la cada vez más impopular ala izquierda de su representación parlamentaria.

El divorcio de los Demócratas Pelosi lleva gestándose un tiempo, pero se hizo visible cuando tantos congresistas denunciaron el acuerdo fiscal y tributario con los Republicanos.

Si esto no fue un momento Sister Souljah, al menos es comparable a la decisión de Bill Clinton de aprobar la ley de reforma de lo social de 1996 tramitada por un Congreso Republicano - un paso que hundió la campaña presidencial de Bob Dole antes de empezar realmente.

Obama se valió de su rueda de prensa el martes para definirse, más claramente que nunca antes, como un moderado rabioso - un caballero que reconoce que el compromiso es la clave para satisfacer a un grupo amplio y diverso de electorados, en lugar de encajar en algún criterio ideológico de pureza intelectual.

Esta fue la mejor actuación de Obama en muchos meses.

Obama sube al candelero

David S.Broder
David S. Broder
martes, 14 de diciembre de 2010, 08:04 h (CET)
WASHINGTON - Llevó un mes a Barack Obama dejar en claro lo aprendido de la "paliza" de las legislativas, pero el tiempo no se ha perdido. Es probable que los futuros cronistas políticos remonten su recuperación - y la reelección, si llega a suceder - a las decisiones tomadas en diciembre.

En estos últimos días, ha vuelto a arrebatar la iniciativa económica a los Republicanos triunfadores, se ha distanciado de la izquierda de su propio partido, y ha reivindicado una clara influencia sobre el territorio en donde se libran y se ganan las nacionales: el centro independiente.

Al optar por amoldarse a la realidad accediendo a la exigencia Republicana de conservar todas las deducciones fiscales Bush y sacar un precio a sus concesiones más alto de lo que esperaban muchos, Obama ha hecho casi todo lo posible por el momento por crear un entorno económico favorable de cara a la campaña de 2012. Añada el pacto comercial con Corea del Sur que ayuda al repunte de la actividad en el sector automovilístico - y la región de los lagos, el principal terreno de batalla donde arrasaron los Republicanos en 2010, empieza a parecer recuperable.

Obama sigue enfrentándose a enormes desafíos -- controlar los focos de la atención mundial desde Afganistán a Corea del Norte pasando por Irán, y la cuestión pendiente de cómo invertir la amenaza de la deuda y el déficit desbocados.

Pero tras un periodo inestable durante el que su propia imagen de liderazgo se ha vuelto difusa, ha comenzado a definirse como el izquierdista pragmático que es - no el socialista radical que pintaban los Republicanos, sino un presidente mucho más práctico y mundano que sus detractores entre el ala izquierda del Partido Demócrata.

Ha despejado el terreno a propuestas de continuidad que pueden convertir el alambicado sistema tributario en un mecanismo de crecimiento - y ha obligado a los Republicanos a explicar y defender su debilidad por atender a sus partidarios más ricos del sector privado.

Esa es la postura ganadora del presidente que aspira a una segunda legislatura.

Sin recurrir a la evidente "carambola a tres bandas" de la que se valió Bill Clinton para recuperarse del retorno Republicano de 1994 y despejar el terreno a su victoria de segunda legislatura, Obama ha logrado situarse donde quiere estar: en el centro del espectro político estadounidense.

Al ceder temporalmente a la insistencia del Partido Republicano de conservar las deducciones de las rentas altas, Obama ha evitado la amenaza mayor a un mayor número de votantes: la subida tributaria que podría haber puesto en peligro la frágil recuperación económica fácilmente.

A cambio logra la prolongación del subsidio a los parados que han agotado la prestación y, más importante, una reducción temporal de las retenciones que estimulará el crecimiento económico.

Cuando sus electores vean nóminas más altas, los legisladores Demócratas del Congreso van a tener problemas para seguir vertiendo comentarios mordaces sobre la oportunidad perdida de implicar al Partido Republicano en una campaña contra los peces gordos de las de toda la vida.

Además, los 900.000 millones que añade este acuerdo a la deuda nacional elevan la presión para que Obama y Congreso emprendan la clase de cambio presupuestario disciplinario esbozado por la comisión presidencial del déficit.

Pero esto simplemente aumenta las posibilidades de reforma fiscal, una iniciativa que Obama está ahora idóneamente posicionado para protagonizar. Cuente con ver a la Casa Blanca ofrecer un plan para reducir los tipos impositivos individuales y corporativos a cambio de purgar el código fiscal de las miles de lagunas que benefician a los grupos de interés.

Eso colocará a los congresistas Republicanos en la posición de tener que elegir entre cooperar dando a Obama una gran victoria o aceptar el oprobio de defender el estatus quo frente a los deseos de los votantes del movimiento fiscal en todo el país. Si bien exponen ese electorado a una incursión Obama, los acontecimientos de las últimas semanas también han apuntado una ruptura clara entre el presidente y la cada vez más impopular ala izquierda de su representación parlamentaria.

El divorcio de los Demócratas Pelosi lleva gestándose un tiempo, pero se hizo visible cuando tantos congresistas denunciaron el acuerdo fiscal y tributario con los Republicanos.

Si esto no fue un momento Sister Souljah, al menos es comparable a la decisión de Bill Clinton de aprobar la ley de reforma de lo social de 1996 tramitada por un Congreso Republicano - un paso que hundió la campaña presidencial de Bob Dole antes de empezar realmente.

Obama se valió de su rueda de prensa el martes para definirse, más claramente que nunca antes, como un moderado rabioso - un caballero que reconoce que el compromiso es la clave para satisfacer a un grupo amplio y diverso de electorados, en lugar de encajar en algún criterio ideológico de pureza intelectual.

Esta fue la mejor actuación de Obama en muchos meses.

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