Vivimos exultantes, disponemos de avances estupendos, como nunca soñó la gente común de los tiempos pasados. Los que sin duda aportaron soluciones técnicas decisivas, para la prolongación de la vida media, mejor calidad de esa vida, viajes, transmisión y almacenamiento de datos, con inmensas posibilidades culturales. Hacen falta pocas ratificaciones, son hechos palpables. Aunque de refilón se coló la sensación de AUTOSUFICIENCIA, que por agradable, no ha parado mientes en la comprobación de su auténtica realidad, negados a la calibración de lo que en todo ello pueda haber de autoengaño. Puestos en esta versión un tanto paranoide, es lógico el paso siguiente, la pretensión de una autonomía ilimitada en ese ambiente ufano.
Aún con la mayor abundancia de recursos que pudiéramos imaginar, la fragilidad personal es evidente para cualquiera. El reparto desequilibrado de los recursos acentúa la debilidad de los desfavorecidos, pero no elimina la fragilidad de los potentados fatuos. La incompletud de los humanos nos convierte en menesterosos, necesitamos siempre de algún APOYO para los acomodos satisfactorios. Los afectos, el dinero, la seguridad del grupo, determinadas creencias; vienen a cubrir esa necesidad inevitable. Nunca está completa la satisfacción por los dominios conseguidos en la supuesta autosuficiencia, renqueamos por extremidades imprevistas.
Algo revelan las frustraciones que acumulamos en la vida propia; si seremos capaces o no de la captación de los mensajes, eso conformará las inquietudes de cara al futuro. Por ahora, nos va la marcha, no atendemos demasiado a los mensajes reveladores, en pleno guirigay ambiental infiltrado a fondo en los sectores sociales. Porque las frustraciones son bien ELOCUENTES, reflejan con nitidez los trayectos seguidos por los protagonistas, las complicidades requeridas y los nefastos testigos mudos de aquellos eventos. Sin el análisis de las circunstancias, sin las voluntades corresctoras, los manantiales de la frustración fluyen caudalosos; si no con el beneplácito general, si con cierta tolerancia.
O nos engañamos a sabiendas o bien el despiste que arrastramos es de órdago, de otra manera no entenderíamos la profusión de equívocos en los que caemos en el curso de las manifestaciones habituales. Saquemos a colación las ramificaciones de Internet, los oradores engolados, los promotores de eventos; el discurso de la LIBERTAD ocupa como nadie los decibelios, cualquiera de ellos expone sus proposiciones o circunstancias como emblemáticas para el ejercicio libre. Sin embargo, cuando profundizamos en el funcionamiento de los sectores preconizados, es cierto que intuimos los espacios con cierto grado de libertad, sólo que, los encontramos ya ocupados.
En línea con los tecnicismos en boga, han variado la mayoría de las actividades, con cambios significativos de diverso calado. Los estudiosos insisten en hacernos conscientes del creciente nivel de incomprensión con respecto a cualquier texto leído, mientras los textos circulantes están plagados de verdades, verdades a medias y mentiras flagrantes, sin delimitaciones esclarecedoras. En ese trasfondo quedan involucrados, las enseñanzas, el comercio o las relaciones en general. Vienen a entorpecer los funcionamientos personales. Descubrimos que las verdaderas vías de la actividad están establecidas muy lejos de lo que percibimos, circulan por una NEBULOSA ajena, neutra; quién sabe si sometida a dueños perversos.
La captación de cuanto sucede origina un sinfín de perspectivas, los atentos y los distraídos hacen su juego, el tiempo modifica las existencias y las sombras, tomadas en cualquiera de sus significados, crean figuras fantasmagóricas. En semejante panorama aterrizamos cargados de intenciones, ilusiones y terquedades. Esa distancia de la realidad a lo que percibimos es inquietante, las múltiples facetas reales constituyen un carrusel ininterrumpido, del cual brotan las contradicciones como signo de vitalidad. Quedando al descubierto la TONTUNA de quienes medran a base de minar la confianza general con rotundidades inexistentes, provocando los desengaños consiguientes.
La crítica razonada expone una serie de criterios para la comprensión de las actividades; sus aportaciones son importantes, porque impiden la rutina adormecedora y revelan pormenores menos conocidos, clarifican los contenidos. Exige una dedicación concienzuda, sin forzamientos impertinentes. En la medida que contemplamos su desaparición, recalamos en las simples QUEJAS, con las protestas vociferantes desprovistas de los análisis oportunos. La progresiva ausencia de razonamientos ahoga los entusiasmos por escasez de recursos creativos. Abocamos así al estado catatónico contemplativo, plagado de lamentaciones; por la estupidez que renuncia al ejercicio de la crítica.
Es frecuente el comentario crítico desencantado, porque entre lo proclamado y las vivencias particulares detectamos demasiado trecho, de ahí las frustraciones. Diremos que es un cuestionamiento habitual tras la experiencia con las agrupaciones actuantes. Si bien, mencionamos poco la excesiva TENDENCIA a la delegación de funciones, en una equívoca postura para desplazar las exigencias hacia los gestores, mientras predomina la ligereza en los ambientes. Es una evasiva riesgosa.
Por desconfianza en uno mismo o por pereza para el desarrollo de las búsquedas apropiadas, acogemos como guías a los compendios elaborados por otra gente, adoptamos sus recomendaciones con poco filtro. Sucede con las doctrinas, catálogos de supuesto arte, antologías poéticas o recopilaciones literarias. Pronto emergen las discordancias con la sensibilidad propia, resultan frustrantes. Ponen de manifiesto el escaso empeño personal aplicado a las labores particulares encaminadas a un posicionamiento responsable. Ese ABANDONISMO es una frustración en sí mismo.
Aquello de los merecimientos, de la justicia, remueve interioridades complejas; vistas desde fuera, pueden no tener nada que ver con las realidades íntimas. La precisión de la JUSTICIA es una tarea inacabada, una sucesión de matices e insatisfacciones. Influyen los entornos, el momento y las ideas diferentes. El lamento es una constante en estos lances, poco predispuestos a los equilibrios prudentes.
La gente con buenas cualidades abunda, es una realidad contrastada, sus perfiles variados contribuyen con logros importantes; en la medicina o la ingeniería lo comprobamos con asiduidad, pero igualmente ocurre en otras áreas. Aunque, tal como sucede en la persona, el conjunto de las cualidades forma una unidad; sI cada una está desligada de las demás, crujen las estructuras. La sociedad es desigual por su constitución. Cuando cada inteligencia adopta la circulación divergente por libre, la conclusión será coherente con esa disposición, la mayoría de la gente queda descolgada de esas prerrogativas, será muy complicado que la satisfacción se generalice. Las frustraciones revelan el predominio de los INGENIOS ERRANTES.
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