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Este nido de sabandijas progres necesitaba un buen baldeo

Alguien hace justicia a Israel en la ONU

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Llevamos años tratando de una forma injusta al estado de Israel. Es evidente que cualquier signo de fortaleza, cualquier modelo de estado en el que exista orden, trabajo, esfuerzo, disciplina y tolerancia religiosa, resulta sumamente incómodo a esta izquierda revolucionaria que parece que ha obtenido carta de Urias en esta irreconocible sociedad española, dominada por los secesionismos y los renacidos rescoldos comunistas, que han permanecido en estado latente durante toda la etapa del general Franco ( sin rechistar y escondidos) y que, gracias a las facilidades que les proporcionaron los padres de la Constitución y el primer gobierno del señor Suárez, han conseguido realimentarse y reforzarse con la aparición de estos hijos de la Complutense (Alma mater del espíritu del 15M), licenciados en malas artes, doctores en el engaño y falseadores de la realidad, expertos en el arte de reactivar los odios ocultos y los rencores soterrados de aquellos españoles que fueron vencidos en la batalla que España mantuvo contra el comunismo bolchevique, cuando se apoderó de lo que quedaba de aquella II República, en febrero de 1936, con la irrupción del llamado Frente Popular.

La intolerancia tradicional de las izquierdas españolas ante lo que, en todas las ocasiones en las que el estado de Israel se ha visto obligado a defenderse de los ataques de sus endémicos enemigos, los árabes, han sido las inevitables consecuencias de cualquier tipo de contienda: la muerte de los soldados enfrentados y los inevitables efectos colaterales en la población civil, que siempre se han producido en todas las guerras del mundo, cuando las batallas han tenido lugar en las inmediaciones de cualquier población o lugar habitado.

Resulta contradictoria la postura de repudio, de crítica y de miedo mantenida por la izquierda española, en cuanto se trata de los miembros del EI o Daesh, verdaderos expertos en las carnicerías humanas y en las violaciones indiscriminadas de sus esclava sexuales pero, no obstante, no les parece mal que el pueblo israelí, de cuya historia ya hicimos mención en otro comentario, sea sometido a un constante acoso de lanzamiento de cohetes sobre sus ciudades, de actuaciones terroristas o de todo tipo de actos vandálicos con los que los árabes palestinos intentan hacerles la vida imposible. Choca que, todos estos enemigos del pueblo judío, sólo hayan aprendido a guerrear contra lo que ellos han calificado de “invasores” y, no obstante, han sido incapaces de aprender nada de las técnicas que el pueblo de Dios ha sabido ir aplicando para convertir los eriales del desierto en florecientes vergeles y huertos, de los que son capaces de sacar frutos suficientes para atender a su propio consumo y, todavía más, para exportar al exterior.

Lo curioso es que, esta animadversión, hacia Israel no sólo es propia de la izquierda española, sino que se ha extendido por todos aquellos países en los que tienen establecidos gobiernos progresistas, presuntamente democráticos, pero dominados por verdaderos sátrapas, dictadores que tienen bajo el yugo comunista a pueblos que confiaron que los librarían de los gobiernos corruptos de caciques y se encontraron con gobiernos totalitarios, venales, deshonestos, mafiosos y criminales que no dudan en apelar a la fuerza, las cárceles, las torturas y toda clase de procedimientos y persecuciones, encaminados a garantizar su permanencia en el poder. Sin embargo, es en la propia Europa la que este tipo de antisemitismo también ha tenido éxito en muchas de las naciones que la forman, así como en la propia ONU donde, en 1012, se tomó una pírrica decisión, que fue apoyada por una amplia mayoría de los miembros de dicha institución y sólo rechazada por: Estados Unidos, Canadá, República Checa, Panamá, Nauru, Palaos, Micronesia e Islas Marshall; por la que se admitía al estado palestino como “observador” en dicha asamblea.

Pero vean ustedes lo que ha sucedido cuando el denostado nuevo presidente de los EE. UU de América, señor Donald Trump ha enviado una nueva embajadora de su nación ante la ONU. La señora Nikki Haley ofreció, el pasado lunes, su primera conferencia de prensa en la que dejó patente el cambio de orientación de su país respeto al que había mantenido la administración del señor Obama que, como buen demócrata, siempre mantuvo una posición crítica hacia Israel y, en especial, respecto a su máximo representante el señor Netanyahu, con el que nunca se pudo entender. En su alocución la señora Haley se mostró “sorprendida” porque la reunión mensual del Consejo de Seguridad sobre Oriente Medio se hubiese dedicado a “criticar a la única verdadera democracia” de la zona, en lugar de los muchos crímenes de Assad, el dinero o las armas con las que “Irán promueve el terrorismo” o el arsenal ilegal de cohetes que ha creado Hezbolá o cómo derrotar a ISIS. Dejó claro que “a partir de ahora los Estados Unidos no mirará hacia otro lado”.

Y es obvio que la ONU no puede echar en saco roto las advertencias del país que, seguramente, es el que más aporta a la financiación de una institución que se viene demostrando como un monumento a la burocracia, al nepotismo y a las camarillas, la mayoría de las cuales manejadas y dirigidas desde organizaciones poco fiables de tendencia claramente filocomunista. Por ello, cuando la señora Haley declaró que su país estaba decidido a atacar “el perjuicio antiisraelí” de la ONU, a muchos se les debieron encender las luces de alarma ante la mera posibilidad de que sus proyectos de favorecer a los palestinos quedaran reducidos a agua de borrajas. La embajadora americana fue contundente cuando afirmó: “nunca repetiremos el terrible error de la Resolución 2334 – aprobada en los últimos días de la administración Obama, en uno de los gestos de deslealtad que, el anterior presidente, tuvo con el recién nombrado – y permitir que resoluciones partidistas de la ONU perjudiquen a Israel”

Y es que, señores, el comportamiento de la ONU respecto al estado judío no puede haber sido más parcial, irresponsable y vergonzoso, cuando han sido numerosas las condenas que desde dicho organismo se han promovido en contra de los israelíes, que se han limitado a defenderse de aquellos que les hacían la vida imposible y, no obstante, han demostrado una permisividad, una benevolencia y una escandalosa lenidad con los actos de los palestinos contra la población israelí, que se ha visto amenazada por el terrorismo y por los cohetes que desde territorio palestino se les han ido lanzando sin que, desde la ONU, nadie se hubiera rasgado las vestiduras y pidiera que tales actos cesaran de una vez si es que, de verdad, se quería la paz en aquella región; algo de lo que dudamos porque, en realidad, lo que parece que está pretendiendo la ONU no es una paz en aquellos dos países, sino más bien la desaparición del estado de Israel y que se produzca una nueva diáspora del pueblo judío, cuando fue precisamente la ONU la que les asignó aquellos territorios para que se recogieran en ellos los huidos de la gran hecatombe del holocausto gestado por los nazis alemanes.

Choca que, mientras Europa se ve amenazada por el terrorismo del EI; cuando naciones como Bélgica y Francia ya han sufrido los efectos de los fieles seguidores del más radical islamismo, cuando se han tenido que abrir las puertas a millones de refugiados que han venido huyendo de las matanzas de las guerras de Siria e Irak; cuando esta avalancha de inmigrantes han sido vehículo para la entrada de talibanes, dispuestos a inmolarse en actos de terrorismo en las principales ciudades europeas; cuando todo Oriente Medio arde en guerras religiosas en las que, los cristianos, se han convertido en blanco de las iras de los musulmanes; cuando España, estos últimos días, se ve acosada en Ceuta por constantes intentos, muchos con éxito, de salva la valla que separa la frontera con Marruecos ( curiosamente parece que la policía marroquí ha aflojado su vigilancia para detener a los migrantes); nadie parece tener en cuenta que, la única nación, el último bastión civilizado que continúa defendiendo, sola y abandonada a su suerte, los mismos principios democráticos que tenemos en Europa, contra aquellos bárbaros que sólo esperan la ocasión para meter sus zarpas en Europa.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos congratulamos de que, la señora Nikki Haley, embajadora de los EE.UU en la ONU, les haya cantado las cuarenta a aquella pandilla de burócratas inútiles, que, con toda seguridad, van a tomar nota de las advertencias porque, en caso contrario, pudiera ser que este señor al que tanta gente odia por defender a su país, acabe por cerrar la espita que ayuda a sostenerse a una organización que, por ineficaz y contaminada, debiera hacer ya años que hubiera sido barrida de su emplazamiento en New York. Así sea.

Alguien hace justicia a Israel en la ONU

Este nido de sabandijas progres necesitaba un buen baldeo
Miguel Massanet
miércoles, 22 de febrero de 2017, 00:13 h (CET)
Llevamos años tratando de una forma injusta al estado de Israel. Es evidente que cualquier signo de fortaleza, cualquier modelo de estado en el que exista orden, trabajo, esfuerzo, disciplina y tolerancia religiosa, resulta sumamente incómodo a esta izquierda revolucionaria que parece que ha obtenido carta de Urias en esta irreconocible sociedad española, dominada por los secesionismos y los renacidos rescoldos comunistas, que han permanecido en estado latente durante toda la etapa del general Franco ( sin rechistar y escondidos) y que, gracias a las facilidades que les proporcionaron los padres de la Constitución y el primer gobierno del señor Suárez, han conseguido realimentarse y reforzarse con la aparición de estos hijos de la Complutense (Alma mater del espíritu del 15M), licenciados en malas artes, doctores en el engaño y falseadores de la realidad, expertos en el arte de reactivar los odios ocultos y los rencores soterrados de aquellos españoles que fueron vencidos en la batalla que España mantuvo contra el comunismo bolchevique, cuando se apoderó de lo que quedaba de aquella II República, en febrero de 1936, con la irrupción del llamado Frente Popular.

La intolerancia tradicional de las izquierdas españolas ante lo que, en todas las ocasiones en las que el estado de Israel se ha visto obligado a defenderse de los ataques de sus endémicos enemigos, los árabes, han sido las inevitables consecuencias de cualquier tipo de contienda: la muerte de los soldados enfrentados y los inevitables efectos colaterales en la población civil, que siempre se han producido en todas las guerras del mundo, cuando las batallas han tenido lugar en las inmediaciones de cualquier población o lugar habitado.

Resulta contradictoria la postura de repudio, de crítica y de miedo mantenida por la izquierda española, en cuanto se trata de los miembros del EI o Daesh, verdaderos expertos en las carnicerías humanas y en las violaciones indiscriminadas de sus esclava sexuales pero, no obstante, no les parece mal que el pueblo israelí, de cuya historia ya hicimos mención en otro comentario, sea sometido a un constante acoso de lanzamiento de cohetes sobre sus ciudades, de actuaciones terroristas o de todo tipo de actos vandálicos con los que los árabes palestinos intentan hacerles la vida imposible. Choca que, todos estos enemigos del pueblo judío, sólo hayan aprendido a guerrear contra lo que ellos han calificado de “invasores” y, no obstante, han sido incapaces de aprender nada de las técnicas que el pueblo de Dios ha sabido ir aplicando para convertir los eriales del desierto en florecientes vergeles y huertos, de los que son capaces de sacar frutos suficientes para atender a su propio consumo y, todavía más, para exportar al exterior.

Lo curioso es que, esta animadversión, hacia Israel no sólo es propia de la izquierda española, sino que se ha extendido por todos aquellos países en los que tienen establecidos gobiernos progresistas, presuntamente democráticos, pero dominados por verdaderos sátrapas, dictadores que tienen bajo el yugo comunista a pueblos que confiaron que los librarían de los gobiernos corruptos de caciques y se encontraron con gobiernos totalitarios, venales, deshonestos, mafiosos y criminales que no dudan en apelar a la fuerza, las cárceles, las torturas y toda clase de procedimientos y persecuciones, encaminados a garantizar su permanencia en el poder. Sin embargo, es en la propia Europa la que este tipo de antisemitismo también ha tenido éxito en muchas de las naciones que la forman, así como en la propia ONU donde, en 1012, se tomó una pírrica decisión, que fue apoyada por una amplia mayoría de los miembros de dicha institución y sólo rechazada por: Estados Unidos, Canadá, República Checa, Panamá, Nauru, Palaos, Micronesia e Islas Marshall; por la que se admitía al estado palestino como “observador” en dicha asamblea.

Pero vean ustedes lo que ha sucedido cuando el denostado nuevo presidente de los EE. UU de América, señor Donald Trump ha enviado una nueva embajadora de su nación ante la ONU. La señora Nikki Haley ofreció, el pasado lunes, su primera conferencia de prensa en la que dejó patente el cambio de orientación de su país respeto al que había mantenido la administración del señor Obama que, como buen demócrata, siempre mantuvo una posición crítica hacia Israel y, en especial, respecto a su máximo representante el señor Netanyahu, con el que nunca se pudo entender. En su alocución la señora Haley se mostró “sorprendida” porque la reunión mensual del Consejo de Seguridad sobre Oriente Medio se hubiese dedicado a “criticar a la única verdadera democracia” de la zona, en lugar de los muchos crímenes de Assad, el dinero o las armas con las que “Irán promueve el terrorismo” o el arsenal ilegal de cohetes que ha creado Hezbolá o cómo derrotar a ISIS. Dejó claro que “a partir de ahora los Estados Unidos no mirará hacia otro lado”.

Y es obvio que la ONU no puede echar en saco roto las advertencias del país que, seguramente, es el que más aporta a la financiación de una institución que se viene demostrando como un monumento a la burocracia, al nepotismo y a las camarillas, la mayoría de las cuales manejadas y dirigidas desde organizaciones poco fiables de tendencia claramente filocomunista. Por ello, cuando la señora Haley declaró que su país estaba decidido a atacar “el perjuicio antiisraelí” de la ONU, a muchos se les debieron encender las luces de alarma ante la mera posibilidad de que sus proyectos de favorecer a los palestinos quedaran reducidos a agua de borrajas. La embajadora americana fue contundente cuando afirmó: “nunca repetiremos el terrible error de la Resolución 2334 – aprobada en los últimos días de la administración Obama, en uno de los gestos de deslealtad que, el anterior presidente, tuvo con el recién nombrado – y permitir que resoluciones partidistas de la ONU perjudiquen a Israel”

Y es que, señores, el comportamiento de la ONU respecto al estado judío no puede haber sido más parcial, irresponsable y vergonzoso, cuando han sido numerosas las condenas que desde dicho organismo se han promovido en contra de los israelíes, que se han limitado a defenderse de aquellos que les hacían la vida imposible y, no obstante, han demostrado una permisividad, una benevolencia y una escandalosa lenidad con los actos de los palestinos contra la población israelí, que se ha visto amenazada por el terrorismo y por los cohetes que desde territorio palestino se les han ido lanzando sin que, desde la ONU, nadie se hubiera rasgado las vestiduras y pidiera que tales actos cesaran de una vez si es que, de verdad, se quería la paz en aquella región; algo de lo que dudamos porque, en realidad, lo que parece que está pretendiendo la ONU no es una paz en aquellos dos países, sino más bien la desaparición del estado de Israel y que se produzca una nueva diáspora del pueblo judío, cuando fue precisamente la ONU la que les asignó aquellos territorios para que se recogieran en ellos los huidos de la gran hecatombe del holocausto gestado por los nazis alemanes.

Choca que, mientras Europa se ve amenazada por el terrorismo del EI; cuando naciones como Bélgica y Francia ya han sufrido los efectos de los fieles seguidores del más radical islamismo, cuando se han tenido que abrir las puertas a millones de refugiados que han venido huyendo de las matanzas de las guerras de Siria e Irak; cuando esta avalancha de inmigrantes han sido vehículo para la entrada de talibanes, dispuestos a inmolarse en actos de terrorismo en las principales ciudades europeas; cuando todo Oriente Medio arde en guerras religiosas en las que, los cristianos, se han convertido en blanco de las iras de los musulmanes; cuando España, estos últimos días, se ve acosada en Ceuta por constantes intentos, muchos con éxito, de salva la valla que separa la frontera con Marruecos ( curiosamente parece que la policía marroquí ha aflojado su vigilancia para detener a los migrantes); nadie parece tener en cuenta que, la única nación, el último bastión civilizado que continúa defendiendo, sola y abandonada a su suerte, los mismos principios democráticos que tenemos en Europa, contra aquellos bárbaros que sólo esperan la ocasión para meter sus zarpas en Europa.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos congratulamos de que, la señora Nikki Haley, embajadora de los EE.UU en la ONU, les haya cantado las cuarenta a aquella pandilla de burócratas inútiles, que, con toda seguridad, van a tomar nota de las advertencias porque, en caso contrario, pudiera ser que este señor al que tanta gente odia por defender a su país, acabe por cerrar la espita que ayuda a sostenerse a una organización que, por ineficaz y contaminada, debiera hacer ya años que hubiera sido barrida de su emplazamiento en New York. Así sea.

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