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Gabriel Roselló (Madrid)

La pesadilla del aborto

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“Sí, aborté, y no puedo salir de esa pesadilla”, esa mañana quedó grabada en la memoria de Debra que, bajo la coacción psicológica de sus progenitores acabó con la existencia de su propio hijo, que se estaba gestando dentro de sus entrañas.

Sabía que su zarandeado estilo de vida, a sus 18 años, podría traerle problemas, y así ocurrió. Cuando se percató de que estaba embarazada, lo primero que pensó fue contar a sus padres lo que había sucedido. La primera aseveración de su familia fue: “Deséchalo, no arruines tu vida”.

“Todo sucedió muy rápido, no me daba tiempo para pensar ni para exponer lo que sentía. Yo quería tener el bebé”, dice, mientras inundaban las lágrimas sus fanales. Se sentía aislada y sin ningún estímulo.

Llegó el día. En su memoria aún centellean las fijezas atormentadas de las adolescentes que aguardaban su turno, en el chiringuito abortista.

En el chamizo abortista se respiraba la muerte. Llegó al linde de la locura. Suele tener un sueño suplicante de aquel día que asesinó a su hijo.

La pesadilla del aborto

Gabriel Roselló (Madrid)
Redacción
lunes, 21 de junio de 2010, 04:05 h (CET)
“Sí, aborté, y no puedo salir de esa pesadilla”, esa mañana quedó grabada en la memoria de Debra que, bajo la coacción psicológica de sus progenitores acabó con la existencia de su propio hijo, que se estaba gestando dentro de sus entrañas.

Sabía que su zarandeado estilo de vida, a sus 18 años, podría traerle problemas, y así ocurrió. Cuando se percató de que estaba embarazada, lo primero que pensó fue contar a sus padres lo que había sucedido. La primera aseveración de su familia fue: “Deséchalo, no arruines tu vida”.

“Todo sucedió muy rápido, no me daba tiempo para pensar ni para exponer lo que sentía. Yo quería tener el bebé”, dice, mientras inundaban las lágrimas sus fanales. Se sentía aislada y sin ningún estímulo.

Llegó el día. En su memoria aún centellean las fijezas atormentadas de las adolescentes que aguardaban su turno, en el chiringuito abortista.

En el chamizo abortista se respiraba la muerte. Llegó al linde de la locura. Suele tener un sueño suplicante de aquel día que asesinó a su hijo.

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