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Herme Cerezo

‘El Soldado Desconocido’, de Joe Kubert y otros. Una buena recopilación de historietas bélicas 

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Editorial Planeta DeAgostini publicó hace unos meses un recopilatorio de ‘El soldado desconocido’, grueso volumen de casi seiscientas páginas en las que se recogen las aventuras de un héroe anónimo norteamericano de la II Guerra Mundial. Muchas veces hemos oído hablar del monumento al soldado desconocido y nos hemos preguntado quién demonios estaría enterrado en aquel lugar. "Aquí yace con honor un soldado americano al que sólo Dios conoce. Ésta es la inscripción grabada en la sencilla tumba de mármol ... ¡Y el hombre que yace bajo ella puede ser cualquier soldado muerto en acto de servicio después de la I Guerra Mundial! ¡Aquí descansa para siempre, convertido en uno de nuestros héroes nacionales!". Estas palabras, incluidas en el bocadillo de una viñeta, son la pista que nos suministra el autor de la serie para responder a nuestra pregunta del principio. La tumba del soldado desconocido, un mausoleo, un lugar frecuentemente visitado por muchas personas para rendir un homenaje abstracto y póstumo, en el que depositar ramos de flores se ha convertido, a lo largo del tiempo, en un rito simbólico para glorificar el heroísmo militar.




Portada del cómic.


Algo parecido debió pensar el creador de la serie, el dibujante norteamericano Joe Kubert, al plantearse el perfil de este personaje. ‘El soldado desconocido’ comenzó a publicarse allá por 1970 y, construido bajo la estructura de aventuras breves (14 páginas de extensión), enormemente dinámicas y con un exhaustivo ahorro de informaciones accesorias, nos plantea la existencia de un soldado en permanente estado de alerta, dispuesto a ser enviado a los lugares más insospechados para desatascar la marcha de la II Guerra Mundial. En modo individual, sería apropiado decir que el soldado desconocido siempre marcha camino de una misión imposible, pero que, con su entrega sin límites, él convierte en factible. Su relación es directa con los jefes del alto mando militar estadounidense y lo mismo cae en paracaídas sobre una isla repleta de japoneses, que aparece en Francia, Londres o en el interior de un submarino alemán. Para El soldado desconocido no existen barreras idiomáticas o climatológicas, asume sus roles y los desempeña a la perfección. Hasta tal punto llegará su osadía que le veremos participar en un atentado contra el propio Hitler, en una resumida versión del famoso complot conocido por el sobrenombre de Operación Walkiria.

Lo único que conocemos del personaje es que se había alistado, junto con su hermano Harry, para combatir en la II Guerra Mundial. En una refriega que se torna especialmente dura, una bomba matará a su hermano, mientras que nuestro héroe salvará la vida pero, a cambio, su rostro quedará completamente desfigurado. De hecho los distintos dibujantes de la serie lo representan al principio de cada aventura con el rostro completamente tapado por un complicado vendaje o en una inaccesible penumbra. A partir de su primera misión el atrezzo se convertirá en la primera herramienta de nuestro héroe, especialmente las caretas, que le permitirán adquirir la fisonomía perfecta de un nipón, de un nazi o de un soldado del propio ejército norteamericano. Por supuesto y aunque no llega al maniqueísmo de las ‘Hazañas bélicas’ o ‘El sargento Gorila’ que leíamos en los años 60, aquí los japoneses y los alemanes son los malos de la película, aunque en ocasiones se reconozca alguno de sus méritos.

En general, la serie mantiene el interés y la calidad en la mayoría de sus historietas, aunque servidor prefiere las guionizadas y, sobre todo, dibujadas por Joe Kubert quien, además y por suerte, realizó una buena parte de las portadillas, portadillas llenas de dibujos minuciosos, trazados con tinta negra sobre fondo blanco, y, sobre todo, propuestos con enfoques tremendamente originales y atrevidos: desde luchas cuerpo a cuerpo, a imágenes de soldados sobrecogidos por el terror de la guerra. Este buen hacer de Kubert no significa que los otros guionistas, Archie Goodwin, Bob Haney, Robert Kanigher, Frank Robbins y David Michelinie, y dibujantes, Jack Sparkling, Gerry Talaoc y Dan Spiegle, no estén a la altura exigible. Pero no son Kubert.

‘El soldado desconocido’ es un cómic perfecto para leer a plazos, preferiblemente en medio de lecturas que requieren una cierta pausa por su gran extensión. La brevedad de sus historias y el dinamismo, del que les hablaba al principio, mis improbables lectores, ayudan a ello. También es un buen recurso para esos momentos en los que deseamos leer un cómic y no sabemos cuál escoger. Si optamos por ‘El soldado desconocido’ no nos vamos a equivocar.

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‘El soldado desconocido’ de Joe Kubert y otros. Ed. Planeta DeAgostini. Tapa blanda, blanco y negro, 554 páginas, 25 euros.

‘El Soldado Desconocido’, de Joe Kubert y otros. Una buena recopilación de historietas bélicas 

Herme Cerezo
Herme Cerezo
lunes, 21 de junio de 2010, 03:29 h (CET)
Editorial Planeta DeAgostini publicó hace unos meses un recopilatorio de ‘El soldado desconocido’, grueso volumen de casi seiscientas páginas en las que se recogen las aventuras de un héroe anónimo norteamericano de la II Guerra Mundial. Muchas veces hemos oído hablar del monumento al soldado desconocido y nos hemos preguntado quién demonios estaría enterrado en aquel lugar. "Aquí yace con honor un soldado americano al que sólo Dios conoce. Ésta es la inscripción grabada en la sencilla tumba de mármol ... ¡Y el hombre que yace bajo ella puede ser cualquier soldado muerto en acto de servicio después de la I Guerra Mundial! ¡Aquí descansa para siempre, convertido en uno de nuestros héroes nacionales!". Estas palabras, incluidas en el bocadillo de una viñeta, son la pista que nos suministra el autor de la serie para responder a nuestra pregunta del principio. La tumba del soldado desconocido, un mausoleo, un lugar frecuentemente visitado por muchas personas para rendir un homenaje abstracto y póstumo, en el que depositar ramos de flores se ha convertido, a lo largo del tiempo, en un rito simbólico para glorificar el heroísmo militar.




Portada del cómic.


Algo parecido debió pensar el creador de la serie, el dibujante norteamericano Joe Kubert, al plantearse el perfil de este personaje. ‘El soldado desconocido’ comenzó a publicarse allá por 1970 y, construido bajo la estructura de aventuras breves (14 páginas de extensión), enormemente dinámicas y con un exhaustivo ahorro de informaciones accesorias, nos plantea la existencia de un soldado en permanente estado de alerta, dispuesto a ser enviado a los lugares más insospechados para desatascar la marcha de la II Guerra Mundial. En modo individual, sería apropiado decir que el soldado desconocido siempre marcha camino de una misión imposible, pero que, con su entrega sin límites, él convierte en factible. Su relación es directa con los jefes del alto mando militar estadounidense y lo mismo cae en paracaídas sobre una isla repleta de japoneses, que aparece en Francia, Londres o en el interior de un submarino alemán. Para El soldado desconocido no existen barreras idiomáticas o climatológicas, asume sus roles y los desempeña a la perfección. Hasta tal punto llegará su osadía que le veremos participar en un atentado contra el propio Hitler, en una resumida versión del famoso complot conocido por el sobrenombre de Operación Walkiria.

Lo único que conocemos del personaje es que se había alistado, junto con su hermano Harry, para combatir en la II Guerra Mundial. En una refriega que se torna especialmente dura, una bomba matará a su hermano, mientras que nuestro héroe salvará la vida pero, a cambio, su rostro quedará completamente desfigurado. De hecho los distintos dibujantes de la serie lo representan al principio de cada aventura con el rostro completamente tapado por un complicado vendaje o en una inaccesible penumbra. A partir de su primera misión el atrezzo se convertirá en la primera herramienta de nuestro héroe, especialmente las caretas, que le permitirán adquirir la fisonomía perfecta de un nipón, de un nazi o de un soldado del propio ejército norteamericano. Por supuesto y aunque no llega al maniqueísmo de las ‘Hazañas bélicas’ o ‘El sargento Gorila’ que leíamos en los años 60, aquí los japoneses y los alemanes son los malos de la película, aunque en ocasiones se reconozca alguno de sus méritos.

En general, la serie mantiene el interés y la calidad en la mayoría de sus historietas, aunque servidor prefiere las guionizadas y, sobre todo, dibujadas por Joe Kubert quien, además y por suerte, realizó una buena parte de las portadillas, portadillas llenas de dibujos minuciosos, trazados con tinta negra sobre fondo blanco, y, sobre todo, propuestos con enfoques tremendamente originales y atrevidos: desde luchas cuerpo a cuerpo, a imágenes de soldados sobrecogidos por el terror de la guerra. Este buen hacer de Kubert no significa que los otros guionistas, Archie Goodwin, Bob Haney, Robert Kanigher, Frank Robbins y David Michelinie, y dibujantes, Jack Sparkling, Gerry Talaoc y Dan Spiegle, no estén a la altura exigible. Pero no son Kubert.

‘El soldado desconocido’ es un cómic perfecto para leer a plazos, preferiblemente en medio de lecturas que requieren una cierta pausa por su gran extensión. La brevedad de sus historias y el dinamismo, del que les hablaba al principio, mis improbables lectores, ayudan a ello. También es un buen recurso para esos momentos en los que deseamos leer un cómic y no sabemos cuál escoger. Si optamos por ‘El soldado desconocido’ no nos vamos a equivocar.

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‘El soldado desconocido’ de Joe Kubert y otros. Ed. Planeta DeAgostini. Tapa blanda, blanco y negro, 554 páginas, 25 euros.

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