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David S. Broder

La gran carrera, no pierda ripio

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WASHINGTON -- Ha dado comienzo una carrera transcontinental improvisada, en la que se juega nada menos que el sistema político y gubernamental estadounidense.

Comenzó hace unos meses cuando el Tribunal Supremo, en una sentencia de cinco a cuatro magistrados, levantó muchas de las restricciones impuestas a la financiación corporativa y sindical de la publicidad electoral. Ahora, el Congreso Demócrata intenta mitigar los efectos de la sentencia decretando duras exigencias a la declaración de ese dinero -- y se está encontrando con la predecible oposición de los grupos de interés.

En el ínterin, los electores de California aprobaban la semana pasada en referendo una legislación que pondrá fin el año próximo al sistema de primarias de los partidos a todos los cargos y lo sustituye por un sistema de nominación "a dos" en el cual todos los candidatos aparecen en la misma lista electoral. Los dos más destacados, con independencia de la formación, concurren en noviembre.

El nuevo sistema, intentado con anterioridad tan sólo en el estado de Washington, se enfrenta a posibles desafíos judiciales. Los detractores, -- incluyendo a los líderes de los partidos Demócrata y Republicano estatales -- afirman que debilita de forma fatal su papel en las campañas electorales.

En la práctica, lo que estamos a punto de ver es una nueva ronda importantísima del viejo enfrentamiento encaminado a equilibrar las fuerzas de cohesión y división dentro de esta república continental diversa.

Al principio, los Fundadores temieron la capacidad de fragmentación de las "formaciones", entendiendo como tales los grupos privados de interés de todo tipo. En la era industrial, ese riesgo se centró en las corporaciones y, más tarde, en los sindicatos. El resultado fue una serie de decretos, culminando más recientemente en la ley de financiación de campaña McCain-Feingold, que restringen el flujo de dinero privado a las campañas federales.

A continuación, este año, el Supremo resolvía por mayoría simple que parte de estos límites violan el derecho a la libertad de expresión de las corporaciones y los tumbaba. No está claro lo impacientes que puedan estar estos colectivos por ganar más influencia en las corporaciones, pero los Demócratas no tienen prisa por averiguarlo -- y están intentando sacar adelante una legislación que, en la práctica, eleva el precio para estos grupos obligándoles a dar a conocer cualquier papel que interpreten.

Mientras se desarrolla en Washington la batalla por ampliar o contener la influencia de los grupos de interés, California -- ese indicador nacional -- se ha convertido en el apocalipsis de los partidos políticos.

Los reformistas, encabezados por el Gobernador Arnold Schwarzenegger y frustrados por la polarización que marca a la Legislatura en la misma medida que al Congreso, recurrieron al sistema "a dos" con la esperanza de que ello conduzca a más victorias de moderados, con independencia de la afiliación.

La teoría es que si todos los electores examinan a todos los candidatos en las primarias en lugar de que los partidistas elijan a sus colegas partidistas, entonces los de los márgenes ideológicos pueden ser desplazados.

Pero la teoría no está probada en absoluto, y el coste podría ser elevado. Las formaciones minoritarias y los independientes y rebeldes probablemente lo pasarían peor buscando la forma de llegar a las urnas en noviembre.

Además, los líderes de los dos partidos principales temen que sin un papel estimable del partido en la nominación de los candidatos, la lucha por equilibrar a las fuerzas divisivas representadas en los ricos grupos de interés y los particulares famosos o ambiciosos autofinanciados no sólo contagiará a la política sino que la va a dominar. Defienden que, en especial a la luz de la sentencia del Supremo, las elecciones se convertirán en subastas.

Yo creo que nuestra historia sugiere que el poder cohesionador de los partidos es el único contrapeso real a las agendas más cerradas de los grupos de interés -- como fuimos testigos durante el reciente enfrentamiento de la reforma de la sanidad. Hace falta un partido fuerte para superar a los grupos de presión.

El capítulo más reciente de esta histórica lucha acaba de empezar, y es posible que aquellos que intentan limitar la influencia de los grupos de presión y reforzar a los partidos políticos encuentren formas de resarcirse. Pero para aquellos de nosotros que creemos que la "formación" es el peligro y que los partidos políticos son como poco parte de la solución, es un momento siniestro.

La gran carrera, no pierda ripio

David S. Broder
David S. Broder
jueves, 17 de junio de 2010, 05:50 h (CET)
WASHINGTON -- Ha dado comienzo una carrera transcontinental improvisada, en la que se juega nada menos que el sistema político y gubernamental estadounidense.

Comenzó hace unos meses cuando el Tribunal Supremo, en una sentencia de cinco a cuatro magistrados, levantó muchas de las restricciones impuestas a la financiación corporativa y sindical de la publicidad electoral. Ahora, el Congreso Demócrata intenta mitigar los efectos de la sentencia decretando duras exigencias a la declaración de ese dinero -- y se está encontrando con la predecible oposición de los grupos de interés.

En el ínterin, los electores de California aprobaban la semana pasada en referendo una legislación que pondrá fin el año próximo al sistema de primarias de los partidos a todos los cargos y lo sustituye por un sistema de nominación "a dos" en el cual todos los candidatos aparecen en la misma lista electoral. Los dos más destacados, con independencia de la formación, concurren en noviembre.

El nuevo sistema, intentado con anterioridad tan sólo en el estado de Washington, se enfrenta a posibles desafíos judiciales. Los detractores, -- incluyendo a los líderes de los partidos Demócrata y Republicano estatales -- afirman que debilita de forma fatal su papel en las campañas electorales.

En la práctica, lo que estamos a punto de ver es una nueva ronda importantísima del viejo enfrentamiento encaminado a equilibrar las fuerzas de cohesión y división dentro de esta república continental diversa.

Al principio, los Fundadores temieron la capacidad de fragmentación de las "formaciones", entendiendo como tales los grupos privados de interés de todo tipo. En la era industrial, ese riesgo se centró en las corporaciones y, más tarde, en los sindicatos. El resultado fue una serie de decretos, culminando más recientemente en la ley de financiación de campaña McCain-Feingold, que restringen el flujo de dinero privado a las campañas federales.

A continuación, este año, el Supremo resolvía por mayoría simple que parte de estos límites violan el derecho a la libertad de expresión de las corporaciones y los tumbaba. No está claro lo impacientes que puedan estar estos colectivos por ganar más influencia en las corporaciones, pero los Demócratas no tienen prisa por averiguarlo -- y están intentando sacar adelante una legislación que, en la práctica, eleva el precio para estos grupos obligándoles a dar a conocer cualquier papel que interpreten.

Mientras se desarrolla en Washington la batalla por ampliar o contener la influencia de los grupos de interés, California -- ese indicador nacional -- se ha convertido en el apocalipsis de los partidos políticos.

Los reformistas, encabezados por el Gobernador Arnold Schwarzenegger y frustrados por la polarización que marca a la Legislatura en la misma medida que al Congreso, recurrieron al sistema "a dos" con la esperanza de que ello conduzca a más victorias de moderados, con independencia de la afiliación.

La teoría es que si todos los electores examinan a todos los candidatos en las primarias en lugar de que los partidistas elijan a sus colegas partidistas, entonces los de los márgenes ideológicos pueden ser desplazados.

Pero la teoría no está probada en absoluto, y el coste podría ser elevado. Las formaciones minoritarias y los independientes y rebeldes probablemente lo pasarían peor buscando la forma de llegar a las urnas en noviembre.

Además, los líderes de los dos partidos principales temen que sin un papel estimable del partido en la nominación de los candidatos, la lucha por equilibrar a las fuerzas divisivas representadas en los ricos grupos de interés y los particulares famosos o ambiciosos autofinanciados no sólo contagiará a la política sino que la va a dominar. Defienden que, en especial a la luz de la sentencia del Supremo, las elecciones se convertirán en subastas.

Yo creo que nuestra historia sugiere que el poder cohesionador de los partidos es el único contrapeso real a las agendas más cerradas de los grupos de interés -- como fuimos testigos durante el reciente enfrentamiento de la reforma de la sanidad. Hace falta un partido fuerte para superar a los grupos de presión.

El capítulo más reciente de esta histórica lucha acaba de empezar, y es posible que aquellos que intentan limitar la influencia de los grupos de presión y reforzar a los partidos políticos encuentren formas de resarcirse. Pero para aquellos de nosotros que creemos que la "formación" es el peligro y que los partidos políticos son como poco parte de la solución, es un momento siniestro.

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