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Baloncesto
Etiquetas | Real Madrid | Maccabi | Euroliga
Gran actuación de Rudy Fernández (14 puntos), Doncic (10 puntos) y Ayón (defensa y ataque con 14 puntos) ante un Maccabi que ofreció una notable imagen y que sólo cedió cuando apareció el huracanado base de Mahón.

Llull desatasca al Real Madrid en el clásico de la Euroliga (80-75)

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No es un jugador de otra galaxia. No es un jugador que juega de maravilla y es capaz de desnivelar encuentros. E incluso de negar esos constantes cantos de sirena desde Estados Unidos. Es un jugador de otra época. Sí, de otra época porque atesora una cualidad sólo al alcance de unos pocos: ser capaz de ganar encuentros en sus días menos destacados (no apareció hasta verse el Madrid contra las cuerdas). Es decir, de decidir cuándo y cómo voltear al adversario. Con diez abajo el Madrid, Llull tomó el mando y sacudió un encuentro exigente, con curvas. Lo hizo en un visto y no visto. A su sombra, Rudy dijo un ‘aquí estoy yo’ y Doncic, qué decir de Doncic. Rozó el triple doble: 10 puntos, 11 rebotes y 8 asistencias. Disfruten de su juego.

El Maccabi siempre será el Maccabi. Aunque esté inmerso en una travesía de duros resultados. O carezca de esa aura de contar con jugadores con sabor. Ya saben nombres como Berkovich, Burstein, Papaloukas, Halperin, Perry, Sheffer o Eliyahu por recordar algunos históricos. Este Maccabi cuenta con efectivos más corrientes. Eso sí, correosos y obedientes tácticamente en su máxima expresión. Venden cara su derrota. Y atesoran un nombre conocido: Goudelock. El base puso el ritmo en el cuarto de apertura: 10 puntos. A menos de un minuto, el cuadro israelí gobernaba: 12-18. Ni siquiera una reacción exprés del Madrid disminuyó la distancia. Smith anotó un triple inverosímil sobre la bocina: 16-21.

Estaba desconectado el Real Madrid. No estaba en sus biorritmos. En ataque movía el balón, encontraba tiros y carecía de efectividad en el perímetro (25 contra 75 %) y de fortaleza en el rebote. Tampoco estaba Llull. Se marchó inédito al descanso. Y más sorprendente aún: valoración negativa. Entonces resurgió Rudy Fernández. De balear a balear. Sus 10 puntos impulsaron al Real Madrid. Animaron al público. Y se volvió a dominar el marcador, yéndose al descanso con una escueta renta: 37-36. El dato más claro estaba en la valoración: 41-33. Había sensación de despegue, pero no se encontró el momento. Y eso que Goudelock se frenó en seco en su anotación. Con todo abierto, quedó en el recuerdo una excelsa canasta de Doncic: un amago por la derecha, un recorte por la izquierda, un engaño en la cinta y canasta que puso en pie a todos los espectadores.

De Goudelock a Rudd
La otra clave era evidente: el Real Madrid debía mejorar en defensa. Debía aumentar su intensidad. Sólo faltaba eso. Y se acabaría despegando. Cuando se hizo, en escasos momentos de los dos primeros cuartos, el Maccabi se quedó paralizado. Los datos son los datos: 10 balones perdidos y un 10 de 28 en tiro. Sólo había que poner intensidad y el partido se encauzaría en el carril de los blancos. Y se confirmó nada más empezar el tercer acto: parcial de 0-6 en un santiamén (37-43). Fue el momento de gloria de Rudd. Tocaba remar más de lo pensado. El Macabbi siempre será el Maccabi.

El 23 nunca falta
Superado el ecuador del tercer cuarto apareció la primera canasta de Llull. Justamente esto coincidió con el aumento de ánimos desde las gradas. Ese sexto hombre que tan buenos resultados aporta en Madrid. Novedades sin repercusión: el marcador avisaba de vientos desfavorables (43-53). Y hubo reacción antes de finiquitarse el cuarto: 53-56, después de un par de buenas acciones defensivas en conjunto y dos triples consecutivos (Llull y Thompkins). Se avecinaba un desenlace más que entretenido y apasionado.

De auténtico desenfreno con un intercambio de canastas para empezar: 59-62, con Ayón como protagonista. El mexicano fue clave en esos minutos, al igual que su agobiante defensa. Y ese sexto hombre estaba ya en pista. Dejaron sus gradas. Y Llull volvió a anotar, otro triple: 64-66. El base blanco parecía haber recuperado su energía. Justo en el momento más propicio de la cita. Y repitió instantes después: 67-66. Llull dejaba al Real Madrid arriba en el marcador a falta de 6 minutos para el final. Y de este momento hasta el final, minutos de auténtico baloncesto. De infarto. Y Rudy reivindicándose: desde el perímetro (73-71) y en defensa cogiendo rebotes de valor. Faltaban tres minutos; tiempo en donde el Real Madrid se maneja como pocos. Y Thompkins sentenció con una gran canasta. El Madrid se apuntó un triunfo de valor, una victoria en el clásico de Europa por excelencia.

Llull desatasca al Real Madrid en el clásico de la Euroliga (80-75)

Gran actuación de Rudy Fernández (14 puntos), Doncic (10 puntos) y Ayón (defensa y ataque con 14 puntos) ante un Maccabi que ofreció una notable imagen y que sólo cedió cuando apareció el huracanado base de Mahón.
Rafael Merino
viernes, 13 de enero de 2017, 22:39 h (CET)
No es un jugador de otra galaxia. No es un jugador que juega de maravilla y es capaz de desnivelar encuentros. E incluso de negar esos constantes cantos de sirena desde Estados Unidos. Es un jugador de otra época. Sí, de otra época porque atesora una cualidad sólo al alcance de unos pocos: ser capaz de ganar encuentros en sus días menos destacados (no apareció hasta verse el Madrid contra las cuerdas). Es decir, de decidir cuándo y cómo voltear al adversario. Con diez abajo el Madrid, Llull tomó el mando y sacudió un encuentro exigente, con curvas. Lo hizo en un visto y no visto. A su sombra, Rudy dijo un ‘aquí estoy yo’ y Doncic, qué decir de Doncic. Rozó el triple doble: 10 puntos, 11 rebotes y 8 asistencias. Disfruten de su juego.

El Maccabi siempre será el Maccabi. Aunque esté inmerso en una travesía de duros resultados. O carezca de esa aura de contar con jugadores con sabor. Ya saben nombres como Berkovich, Burstein, Papaloukas, Halperin, Perry, Sheffer o Eliyahu por recordar algunos históricos. Este Maccabi cuenta con efectivos más corrientes. Eso sí, correosos y obedientes tácticamente en su máxima expresión. Venden cara su derrota. Y atesoran un nombre conocido: Goudelock. El base puso el ritmo en el cuarto de apertura: 10 puntos. A menos de un minuto, el cuadro israelí gobernaba: 12-18. Ni siquiera una reacción exprés del Madrid disminuyó la distancia. Smith anotó un triple inverosímil sobre la bocina: 16-21.

Estaba desconectado el Real Madrid. No estaba en sus biorritmos. En ataque movía el balón, encontraba tiros y carecía de efectividad en el perímetro (25 contra 75 %) y de fortaleza en el rebote. Tampoco estaba Llull. Se marchó inédito al descanso. Y más sorprendente aún: valoración negativa. Entonces resurgió Rudy Fernández. De balear a balear. Sus 10 puntos impulsaron al Real Madrid. Animaron al público. Y se volvió a dominar el marcador, yéndose al descanso con una escueta renta: 37-36. El dato más claro estaba en la valoración: 41-33. Había sensación de despegue, pero no se encontró el momento. Y eso que Goudelock se frenó en seco en su anotación. Con todo abierto, quedó en el recuerdo una excelsa canasta de Doncic: un amago por la derecha, un recorte por la izquierda, un engaño en la cinta y canasta que puso en pie a todos los espectadores.

De Goudelock a Rudd
La otra clave era evidente: el Real Madrid debía mejorar en defensa. Debía aumentar su intensidad. Sólo faltaba eso. Y se acabaría despegando. Cuando se hizo, en escasos momentos de los dos primeros cuartos, el Maccabi se quedó paralizado. Los datos son los datos: 10 balones perdidos y un 10 de 28 en tiro. Sólo había que poner intensidad y el partido se encauzaría en el carril de los blancos. Y se confirmó nada más empezar el tercer acto: parcial de 0-6 en un santiamén (37-43). Fue el momento de gloria de Rudd. Tocaba remar más de lo pensado. El Macabbi siempre será el Maccabi.

El 23 nunca falta
Superado el ecuador del tercer cuarto apareció la primera canasta de Llull. Justamente esto coincidió con el aumento de ánimos desde las gradas. Ese sexto hombre que tan buenos resultados aporta en Madrid. Novedades sin repercusión: el marcador avisaba de vientos desfavorables (43-53). Y hubo reacción antes de finiquitarse el cuarto: 53-56, después de un par de buenas acciones defensivas en conjunto y dos triples consecutivos (Llull y Thompkins). Se avecinaba un desenlace más que entretenido y apasionado.

De auténtico desenfreno con un intercambio de canastas para empezar: 59-62, con Ayón como protagonista. El mexicano fue clave en esos minutos, al igual que su agobiante defensa. Y ese sexto hombre estaba ya en pista. Dejaron sus gradas. Y Llull volvió a anotar, otro triple: 64-66. El base blanco parecía haber recuperado su energía. Justo en el momento más propicio de la cita. Y repitió instantes después: 67-66. Llull dejaba al Real Madrid arriba en el marcador a falta de 6 minutos para el final. Y de este momento hasta el final, minutos de auténtico baloncesto. De infarto. Y Rudy reivindicándose: desde el perímetro (73-71) y en defensa cogiendo rebotes de valor. Faltaban tres minutos; tiempo en donde el Real Madrid se maneja como pocos. Y Thompkins sentenció con una gran canasta. El Madrid se apuntó un triunfo de valor, una victoria en el clásico de Europa por excelencia.

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