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Opinión
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“Las opiniones basadas en prejuicios terminan, por lo general, en estragos de violencia” Jeffrey

La absurda postura de España frente al gobierno israelí

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Cuando una persona tira al aire un ladrillo para que le caiga encima de la cabeza la consideraremos loca o, al menos, una inconsciente incapaz de medir los resultados de una acción tan absurda como es la de ignorar la Ley de la Gravedad y sus efectos sobre el cráneo humano. No sabemos a lo que es debido, ni podemos entender que, cualquier persona medianamente ilustrada, que conozca un poco lo que fueron los efectos sobre el pueblo judío de la II Guerra Europea del siglo XX, conocida como la II Guerra Mundial, por el gran número de países que estuvieron involucrados en la misma; que sea medianamente consciente de lo que fue el nazismo, de los llamados campos de concentración ( en realidad los “Vernichtungslager”, campos de exterminio) creados por la SS alemana en Polonia ( Auschwitz, Belzec, Chelmno, Majdanek, Sobibor y Treblinka) y otros más pequeños como los de Riga o Vilna; en los que fueron masivamente gaseados cientos de miles o millones de judíos alemanes, poloneses y de otras naciones, simplemente por haber nacido con apellidos de origen hebreo, aunque hubiera sido en territorio alemán.

Nadie ignora lo que hicieron las grandes potencias europeas para sacarse de encima los millones de judíos desplazados, sin hogar, sin trabajo y vagando, apátridas, por las naciones liberadas de la opresión del gobierno nazi de Adolf Hitler. En su línea habitual de nación colonialista la GB, hábil en jugar con dos barajas, jugó un papel destacado en el nacimiento del Estado israelí al tiempo que, por otra parte, estaba favoreciendo el nacionalismo árabe; cediendo a los deportados judíos una parte del mandato británico de Palestina, para que los desheredados de la fortuna, procedentes de las naciones europeas en las que no se los quería, tuvieran un lugar ( un erial desértico en el que el conseguir agua era una proeza) en el que establecerse, aunque sabían que se iban a tener que enfrentar a los habitantes palestinos de aquellas tierras, que no estaban dispuestos a aceptar que sus tradicionales enemigos bíblicos, vinieran a sacarlos de sus territorios para instalarse en ellos. Sería muy largo narrar la larga peripecia de aquellos hombres que tuvieron que, encabezados por Ben Gurión, acometer la hercúlea tarea de formar una nación, en 1948, y enfrentarse, apenas sin medios a cuatro guerras provocadas por las naciones limítrofes, que no querían tener por vecino a un estado judío. La guerra de la Independencia, la guerra de Suez, la guerra de los Seis Días y, la última, la guerra del Yom Kipur. Sin que, durante los periodos de relativa tranquilidad, hayan podido bajar la guardia debido a que, los terroristas, no han dejado de atentar por todos los medios, incluso con lanzamiento de misiles, contra las poblaciones del estado de Israel.

Lo curioso de todo este proceso es que, mientras el pueblo judío se ha dedicado a construir, crear tierras de cultivo donde había desiertos, buscar agua de las entrañas de la tierra y crear universidades y escuelas donde mejorar la preparación de sus jóvenes aunque, para ello, han tenido que mantener los aperos de labranza en la mano derecha mientras en la izquierda han sostenido el arma para defenderse de los ataques de aquellos que no dejaban de hostigarlos para que se fueran de aquellas tierras. Esta ha sido la tónica general desde que se estableció el primer asentamiento judío en aquellas tierras que, curiosamente, en tiempos remotos habían pertenecido a los ancestros de sus actuales ocupantes.

Pero, aunque los judíos se consideran socialistas y tienen prácticas que recuerdan mucho las comunas, como son los kibbutz, en los que se practica un modo de vida basado en el reparto de los productos de la tierra y el ganado que en ellos se cría, al modo de las antiguas comunidades cristianas del tiempo de los emperadores romanos y las crueles persecuciones, contra los practicantes de la nueva religión monoteísta predicada por Cristo; ello no ha impedido que el progreso de esta pequeña nación haya sido espectacular lo que todavía no han podido digerir sus ancestrales enemigos que, por su parte, siguen en tiempos prehistóricos, practicando costumbres que los mantienen en civilizaciones poco menos que arcaicas y obsoletas.

Pero, señores, en España, dentro del sector de la izquierda, de estos partidos de ideas comunistas y de objetivos ácratas; todo lo que sea que una nación se oponga a ser absorbida por sus vecinos islamistas, que haya puesto contra la pared a todos los que han intentado destruirlos y que, a fuerza de sacrificios y de esfuerzos titánicos, hayan sabido crear un ejército capaz de mantener a distancia a quienes quisieran verlos convertidos en cenizas y sean uno de los pocos países de Oriente Medio que tenga en su poder el arma nuclear, no parece que sea un mérito. Prefieren pensar que son unos opresores de aquellos que, desde que fueron derrotados en el campo de batalla, no han cesado de incordiar con el terrorismo al pueblo israelí que, como era de esperar, no se va con tonterías cuando se trata de hacer pagar sus ataques a aquellos que no valoran debidamente el potencial de la nación judía.

Lo cierto es que, la fuerza de los países productores de petróleo sigue siendo muy importante en la ONU y, no se sabe muy bien el motivo de que, en el enfrentamiento con Israel, único baluarte prooccidental en aquella zona, las izquierdas europeas se hayan conjurado para apoyar a los palestinos, seguramente porque la ignorancia, el sometimiento a las suras de sus sacerdotes y su retraso y pobreza, convierten a aquellas gentes en blancos fáciles de la propaganda comunista como lo han sido del adoctrinamiento del Daesh, que ha convertido a una parte de ellos de luchadores yihadistas dispuestos a cometer los excesos más atroces en nombre del Corán, aunque, en realidad, en este libro sagrado del Islam no hay nada que justifique que se cometan tales atrocidades.

La ONU ha conseguido, esta vez con el apoyo de los EE. UU del señor Obama (quizá una de sus últimas decisiones para fastidiar a los republicanos) una condena por los nuevos asentamientos que los judíos siguen instalando en tierra palestina. Seguramente se han olvidado de la gran cantidad de palestinos que tienen trabajo gracias a Israel, que cada día atraviesan la frontera, pese a que los constantes ataques perpetrados por los terroristas obligan a los guardias fronterizos a cerrar los pasos para impedir la posible entrada de terroristas en las ciudades judías ¿Se puede considerar que este derecho a la autodefensa sea una represalia contra los palestinos? Y ¿si así fuera, se les podría reprochar a los judíos que usaran este sistema para evitar que los terroristas insistieran en sus ataques? ¿Tienen la culpa los judíos de que sus vecinos, los palestinos, sigan empeñados en vivir en la Edad de Piedra y que, por añadidura, pretendan que Israel se avenga a situarse a su altura?

Pero nuestro gobierno, teóricamente de derechas, se ha dejado (como en tantos otros aspectos) dejar llevar por la presión de sus adversarios políticos, cometiendo la equivocación de votar en la ONU en contra de los intereses del estado de Israel. ¿Tenía necesidad de hacerlo? ¡No, evidentemente, no! Pero, como dice el refrán “tantas veces va el cántaro a la fuente que...” , en esta ocasión el señor Netanyahu, ha decidido no aguantar más afrentas de las naciones unidas y, convencido de que, con el señor Tremp, las relaciones con los americanos van a sufrir un cambio radical ( con Obama eran todo menos cordiales), ha decidido enfrentarse a la ONU y al presidente Obama, pidiendo a sus ministros que no se reúnan con los altos funcionarios de los 14 países que han votado en contra de Israel y que se abstengan de visitar dichas naciones, entre ellas la española. Se dice que la conversación con John Kerry, el secretario de Estado, fue de todo menos cordial. En el transcurso de la misma le advirtió de que “nuestros aliados republicanos y demócratas en EE.UU entienden que se trata de una resolución irresponsable. La resolución indica que el barrio judío en la ciudad vieja de Jerusalén es zona ocupada, al igual que el Muro de las Lamentaciones. No hay absurdo más grande que éste” y lo bueno, señores, es que tiene toda la razón.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos cuesta admitir que nuestro gobierno (no es la primera vez) prefiera apoyar a aquellos que alimentan hacia España sentimientos de reconquista, en sus simpatías hacia el EI o el terrorismo internacional, que respaldar al único amigo realmente importante que le queda a Europa entre los estados árabes, muchos de los cuales, por una parte, condenan los abusos del Daesh mientras, por la otra, siguen dándole dinero y proporcionándole armamento para que siga su campaña destructiva en nombre del islamismo.

La absurda postura de España frente al gobierno israelí

“Las opiniones basadas en prejuicios terminan, por lo general, en estragos de violencia” Jeffrey
Miguel Massanet
miércoles, 28 de diciembre de 2016, 00:11 h (CET)
Cuando una persona tira al aire un ladrillo para que le caiga encima de la cabeza la consideraremos loca o, al menos, una inconsciente incapaz de medir los resultados de una acción tan absurda como es la de ignorar la Ley de la Gravedad y sus efectos sobre el cráneo humano. No sabemos a lo que es debido, ni podemos entender que, cualquier persona medianamente ilustrada, que conozca un poco lo que fueron los efectos sobre el pueblo judío de la II Guerra Europea del siglo XX, conocida como la II Guerra Mundial, por el gran número de países que estuvieron involucrados en la misma; que sea medianamente consciente de lo que fue el nazismo, de los llamados campos de concentración ( en realidad los “Vernichtungslager”, campos de exterminio) creados por la SS alemana en Polonia ( Auschwitz, Belzec, Chelmno, Majdanek, Sobibor y Treblinka) y otros más pequeños como los de Riga o Vilna; en los que fueron masivamente gaseados cientos de miles o millones de judíos alemanes, poloneses y de otras naciones, simplemente por haber nacido con apellidos de origen hebreo, aunque hubiera sido en territorio alemán.

Nadie ignora lo que hicieron las grandes potencias europeas para sacarse de encima los millones de judíos desplazados, sin hogar, sin trabajo y vagando, apátridas, por las naciones liberadas de la opresión del gobierno nazi de Adolf Hitler. En su línea habitual de nación colonialista la GB, hábil en jugar con dos barajas, jugó un papel destacado en el nacimiento del Estado israelí al tiempo que, por otra parte, estaba favoreciendo el nacionalismo árabe; cediendo a los deportados judíos una parte del mandato británico de Palestina, para que los desheredados de la fortuna, procedentes de las naciones europeas en las que no se los quería, tuvieran un lugar ( un erial desértico en el que el conseguir agua era una proeza) en el que establecerse, aunque sabían que se iban a tener que enfrentar a los habitantes palestinos de aquellas tierras, que no estaban dispuestos a aceptar que sus tradicionales enemigos bíblicos, vinieran a sacarlos de sus territorios para instalarse en ellos. Sería muy largo narrar la larga peripecia de aquellos hombres que tuvieron que, encabezados por Ben Gurión, acometer la hercúlea tarea de formar una nación, en 1948, y enfrentarse, apenas sin medios a cuatro guerras provocadas por las naciones limítrofes, que no querían tener por vecino a un estado judío. La guerra de la Independencia, la guerra de Suez, la guerra de los Seis Días y, la última, la guerra del Yom Kipur. Sin que, durante los periodos de relativa tranquilidad, hayan podido bajar la guardia debido a que, los terroristas, no han dejado de atentar por todos los medios, incluso con lanzamiento de misiles, contra las poblaciones del estado de Israel.

Lo curioso de todo este proceso es que, mientras el pueblo judío se ha dedicado a construir, crear tierras de cultivo donde había desiertos, buscar agua de las entrañas de la tierra y crear universidades y escuelas donde mejorar la preparación de sus jóvenes aunque, para ello, han tenido que mantener los aperos de labranza en la mano derecha mientras en la izquierda han sostenido el arma para defenderse de los ataques de aquellos que no dejaban de hostigarlos para que se fueran de aquellas tierras. Esta ha sido la tónica general desde que se estableció el primer asentamiento judío en aquellas tierras que, curiosamente, en tiempos remotos habían pertenecido a los ancestros de sus actuales ocupantes.

Pero, aunque los judíos se consideran socialistas y tienen prácticas que recuerdan mucho las comunas, como son los kibbutz, en los que se practica un modo de vida basado en el reparto de los productos de la tierra y el ganado que en ellos se cría, al modo de las antiguas comunidades cristianas del tiempo de los emperadores romanos y las crueles persecuciones, contra los practicantes de la nueva religión monoteísta predicada por Cristo; ello no ha impedido que el progreso de esta pequeña nación haya sido espectacular lo que todavía no han podido digerir sus ancestrales enemigos que, por su parte, siguen en tiempos prehistóricos, practicando costumbres que los mantienen en civilizaciones poco menos que arcaicas y obsoletas.

Pero, señores, en España, dentro del sector de la izquierda, de estos partidos de ideas comunistas y de objetivos ácratas; todo lo que sea que una nación se oponga a ser absorbida por sus vecinos islamistas, que haya puesto contra la pared a todos los que han intentado destruirlos y que, a fuerza de sacrificios y de esfuerzos titánicos, hayan sabido crear un ejército capaz de mantener a distancia a quienes quisieran verlos convertidos en cenizas y sean uno de los pocos países de Oriente Medio que tenga en su poder el arma nuclear, no parece que sea un mérito. Prefieren pensar que son unos opresores de aquellos que, desde que fueron derrotados en el campo de batalla, no han cesado de incordiar con el terrorismo al pueblo israelí que, como era de esperar, no se va con tonterías cuando se trata de hacer pagar sus ataques a aquellos que no valoran debidamente el potencial de la nación judía.

Lo cierto es que, la fuerza de los países productores de petróleo sigue siendo muy importante en la ONU y, no se sabe muy bien el motivo de que, en el enfrentamiento con Israel, único baluarte prooccidental en aquella zona, las izquierdas europeas se hayan conjurado para apoyar a los palestinos, seguramente porque la ignorancia, el sometimiento a las suras de sus sacerdotes y su retraso y pobreza, convierten a aquellas gentes en blancos fáciles de la propaganda comunista como lo han sido del adoctrinamiento del Daesh, que ha convertido a una parte de ellos de luchadores yihadistas dispuestos a cometer los excesos más atroces en nombre del Corán, aunque, en realidad, en este libro sagrado del Islam no hay nada que justifique que se cometan tales atrocidades.

La ONU ha conseguido, esta vez con el apoyo de los EE. UU del señor Obama (quizá una de sus últimas decisiones para fastidiar a los republicanos) una condena por los nuevos asentamientos que los judíos siguen instalando en tierra palestina. Seguramente se han olvidado de la gran cantidad de palestinos que tienen trabajo gracias a Israel, que cada día atraviesan la frontera, pese a que los constantes ataques perpetrados por los terroristas obligan a los guardias fronterizos a cerrar los pasos para impedir la posible entrada de terroristas en las ciudades judías ¿Se puede considerar que este derecho a la autodefensa sea una represalia contra los palestinos? Y ¿si así fuera, se les podría reprochar a los judíos que usaran este sistema para evitar que los terroristas insistieran en sus ataques? ¿Tienen la culpa los judíos de que sus vecinos, los palestinos, sigan empeñados en vivir en la Edad de Piedra y que, por añadidura, pretendan que Israel se avenga a situarse a su altura?

Pero nuestro gobierno, teóricamente de derechas, se ha dejado (como en tantos otros aspectos) dejar llevar por la presión de sus adversarios políticos, cometiendo la equivocación de votar en la ONU en contra de los intereses del estado de Israel. ¿Tenía necesidad de hacerlo? ¡No, evidentemente, no! Pero, como dice el refrán “tantas veces va el cántaro a la fuente que...” , en esta ocasión el señor Netanyahu, ha decidido no aguantar más afrentas de las naciones unidas y, convencido de que, con el señor Tremp, las relaciones con los americanos van a sufrir un cambio radical ( con Obama eran todo menos cordiales), ha decidido enfrentarse a la ONU y al presidente Obama, pidiendo a sus ministros que no se reúnan con los altos funcionarios de los 14 países que han votado en contra de Israel y que se abstengan de visitar dichas naciones, entre ellas la española. Se dice que la conversación con John Kerry, el secretario de Estado, fue de todo menos cordial. En el transcurso de la misma le advirtió de que “nuestros aliados republicanos y demócratas en EE.UU entienden que se trata de una resolución irresponsable. La resolución indica que el barrio judío en la ciudad vieja de Jerusalén es zona ocupada, al igual que el Muro de las Lamentaciones. No hay absurdo más grande que éste” y lo bueno, señores, es que tiene toda la razón.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos cuesta admitir que nuestro gobierno (no es la primera vez) prefiera apoyar a aquellos que alimentan hacia España sentimientos de reconquista, en sus simpatías hacia el EI o el terrorismo internacional, que respaldar al único amigo realmente importante que le queda a Europa entre los estados árabes, muchos de los cuales, por una parte, condenan los abusos del Daesh mientras, por la otra, siguen dándole dinero y proporcionándole armamento para que siga su campaña destructiva en nombre del islamismo.

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