Joaquim Rodríguez, del Katusha, se impuso en la quinta etapa de la Vuelta al País Vasco. El de Parets del Vallés aprovechó la libertad que le daba la pérdida de tiempo sufrida ayer en Arrate y demarró en la primera subida al Alto de Aia. Tras él, Samuel Sánchez, del Euskaltel-Euskadi, Alejandro Valverde, del Caisse d´Epargne, y Chris Horner, del Radioshack, cruzaron la línea de meta a 14 segundos.
Álvaro Calleja / Siglo XXI
Orio, que es una localidad guipuzcoana con gran tradición pesquera, que pertenece a un territorio que vive el ciclismo de una manera totalmente distinta, diferente, a la del resto de nuestro país, de España, que está cercana a una ciudad que cada mes de agosto se convierte en una fiesta de este bello deporte, San Sebastián con su Clásica, hoy fue escenario de una nueva demostración de ese catalán pequeño, menudo, ligero, gracioso, extrovertido, que salió del Caisse d´Epargne en busca de una nueva vida en Rusia, en el Katusha. Una nueva vida que ha comenzado a golpe de victorias, de triunfos, de exhibiciones, de recibir la recompensa que todo ciclista busca, que todo ciclista desea, por la que todo ciclista lucha, batalla, pelea.
Ese catalán es Joaquim Rodríguez, al que el mundo conoce como “Purito”, un apodo que le pusieron sus compañeros de aquel Once del año 2001 cuando en un entrenamiento le dio por gastar una de sus bromas. Una broma que consistió en ponerse en paralelo a los que comandaban al equipo en una subida y hacer como si fumara un puro de lo sencillo que era seguir el ritmo. Una muestra de que para Joaquim el ciclismo es diversión, es su hobbie, el deporte que también hubiera practicado de no haberse dedicado profesionalmente a él. Lo ve como una forma de vida, como una forma de pasarlo bien encima de una bicicleta, a la que no mira como una herramienta de un trabajo sacrificado sino como un juguete con el que puede jugar a su deporte preferido.
Un niño de 30 años que está viviendo una segunda juventud. Hace unas semanas, en la París-Niza, se sumó al festival español y ralló a gran altura, finalizando séptimo en la general. Ese fue el aperitivo para lo que después vendría, lo que después sucedería. Primero, ganó la Volta a Catalunya. Más tarde, el GP Miguel Indurain. Dos triunfos que le catapultaron en la lista de favoritos de la Vuelta al País Vasco hasta el escalón más alto, ese que compartía con Alejandro Valverde y ese del que se bajó ayer en Arrate, donde se dejó 49 segundos con Samuel Sánchez, el vencedor de la jornada.
Por ello, por ese mal día, salió “Purito” de Eibar con ganas de comerse las rampas de Aia, esas que regalan imágenes espectaculares, imágenes impresionantes que quedan en la retina del espectador durante mucho tiempo, durante años. Son estampas espeluznantes, estampas de corredores profesionales zigzagueando, de lado a lado de la estrecha carretera que conduce a ese pequeño pueblo, agarrándose al asfalto como pueden en tramos que alcanzan el 25% de desnivel. Por allí, pasó Joaquim en cabeza de carrera. Por allí, ascendió el grupo de favoritos tras su estela. Por allí, un holandés llamado Robert Gesink perdió las opciones al triunfo como Samuel Sánchez las dejó camino de Zierbena en la primera etapa. Por allí, varios echaron pie a tierra y coronaron caminando.
El líder del Katusha atacó en el primer ascenso a Aia y cogió a una escapada que tuvo, una vez más, un día más, y ya van tres, a Amets Txurruka como principal protagonista. El corredor que tiene un hueco en el corazón de muchos aficionados fue el que más aguanto de la fuga pero cayó en el descenso cuando marchaba primero con grandes esperanzas de alcanzar el triunfo en la quinta etapa de su carrera, de la carrera de casa, la que va poniendo obstáculos por el camino de los que van de naranja, de los que visten con la equipación del Euskaltel-Euskadi. La que también luce Egoi Martínez, otro de los integrantes de la fuga. Dani Navarro, del Astana, y Gonzalo Rabuñal, del Xacobeo-Galicia, eran el resto de los españoles que intentaron culminar con éxito una aventura surgida en una jornada de 170 kilómetros que finalizó con “Purito” sonriendo en Orio.