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Crisis de fe

Si no se vigila, la oscuridad de la noche se introduce en las iglesias
Octavi Pereña
lunes, 25 de agosto de 2025, 14:31 h (CET)

A pesar del oropel con que se reviste, la Iglesia Católica está inmersa en una profunda crisis de fe. La falta de vocaciones es la muestra. Cuando las barbas de tu vecino veas pelar echa las tuyas a remojar. Las iglesias evangélicas también están en crisis de fe.  Que tengan que echar mano del pastoreado femenino es una muestra de ello. No se acostumbra a hablar de ello. No puede esconderse debajo de la alfombra.


Los verdaderos cristianos no lo son por voluntad propia. Lo son por iniciativa de Dios que los ha escogido, les ha dado el don de la fe que les ha permitido creer que Jesús es el Mesías que el Creador le dijo a Adán que vendría, han nacido de nuevo siendo adoptados como hijos de Dios.


Dada la condición de hijos de Dios, el apóstol Pablo posee una información muy valiosa que desea compartir con nosotros. Si quienes se consideran cristianos la aceptan, se habrá dado un paso de gigante para frenar el vaciamiento que se produce en las iglesias. De verdaderos cristianos los hay de dos categorías: los carnales, que son verdaderos hijos de Dios que no han crecido. A pesar del paso de los años se han estancado. Permanecen en la condición de niños en la fe. Son carnales y, como el adjetivo indica, el Espíritu Santo no es su Guía. Lo son los impulsos carnales del viejo hombre que sigue vivos en ellos. El apóstol Pablo nos dice: “No pude hablaros como a espirituales, sino como carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda, porque aún no eráis capaces, ni lo sois todavía, porque aún sois carnales, pues habiendo en vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” (1 Corintios 3: 1-3). Estos hijos de Dios se comportan como si nunca hubiesen nacido de nuevo, del Espíritu. Predomina en ellos el su pasado incrédulo: la carnalidad. Si a un recién nacido que lleva años viendo la luz del sol se le tiene que alimentar con leche significa que hay algo que no funciona en su organismo. Necesita urgentemente asistencia médica. Algo parecido es lo que detecta el apóstol Pablo en la iglesia de Corintio: infantilismo espiritual.


El autor de la carta a los Hebreos añade: “Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de la Palabra de Dios, y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño, pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el conocimiento del bien y del mal. Por tanto, dejando los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la madurez”  (Hebreos 5: 12-14, 6:1).


Un consejo que tiene que tenerse en cuenta: “El alma del perezoso desea, y nada encuentra, pero el alma de los diligentes prosperará” (Proverbios 13: 4). El esfuerzo tiene que hacerse con propósito. De lo contrario es pérdida de tiempo. Una estupidez. Dimitir del esfuerzo con propósito es el primer paso cuesta abajo. Lanzarse al precipicio es fácil, no requiere esfuerzo alguno.


El apóstol Pablo nos estimula a abandonar la infancia espiritual para alcanzar la madurez para poder servir al Señor en el lugar que nos ponga: “Nadie que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar al que le tomó como soldado. Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente. El labrador para participar de los frutos, debe trabajar primero. Considera lo que te digo, el Señor te dé inteligencia en todas las cosas” (2 Timoteo 2: 4-7).


Por la fe en el Nombre de Jesús nos hemos convertido en siervos suyos. Como sirvientes tenemos que preguntarnos: ¿Qué quieres que haga Señor? El apóstol Pablo nos zurra cuando nos alienta: “Velad, estad firmes en la fe, portaos varonilmente, y esforzaos” (1 Corintios 16: 13).


Con el propósito de abandonar la modorra espiritual en que hemos caído, Salomón quiere sacarnos de ella dándonos el ejemplo de un bicho tan insignificante como lo es la hormiga: “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio, la cual no tiene capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y recoge en el campo de la siega su mantenimiento. Perezoso, ¿hasta cuándo has d dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un poco de sueño, un poco de dormitar, y cruzar por un poco las manos para reposo, así vendrá tu necesidad como caminante, y tu pobreza como hombre armado” (Proverbios 6: 6-11). ¿Permitiremos que la hormiga sea más sabia que el hombre creado a imagen y semejanza de Dios? (Génesis1: 26).

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