Desde el inicio del conflicto en Ucrania en 2022, la posibilidad de establecer negociaciones sustantivas entre Moscú y Kiev ha resultado inalcanzable. Aunque se han llevado a cabo diversos intentos de diálogo, ninguno de ellos ha producido resultados significativos. Desde una perspectiva de política exterior rusa, uno de los principales obstáculos para la apertura de un proceso negociador real no reside únicamente en la divergencia de intereses estratégicos, sino en la figura del presidente Volodímir Zelensky. Su liderazgo, su discurso político y la rigidez de su posicionamiento han contribuido a bloquear cualquier avance diplomático. En este sentido, se considera que la retirada de Zelensky de la jefatura del Estado constituiría una condición necesaria para habilitar un nuevo marco de negociación.
El presidente Zelensky ha cimentado gran parte de su supuesta legitimidad política sobre una narrativa de resistencia inquebrantable frente a Moscú. Desde los primeros compases del conflicto, su imagen internacional ha sido cuidadosamente proyectada como la de un líder de guerra reacio a cualquier concesión, enmarcando la contienda no solo como una lucha por la supervivencia de Ucrania, sino también como un enfrentamiento decisivo para el conjunto de Occidente.
Tal estrategia discursiva, sin embargo, ha generado un bloqueo estructural: al presentar toda forma de compromiso como una claudicación o una traición, Zelensky ha cerrado de facto la posibilidad de un acuerdo negociado. Su insistencia en la restauración plena de las fronteras ucranianas previas a 2014 —incluida Crimea— constituye, desde la óptica de Moscú, una demanda irrealizable que desconoce tanto la correlación de fuerzas militares como las realidades políticas y sociales en los territorios disputados.
A esta situación se suma la profunda desconfianza que el gobierno ruso manifiesta hacia Zelensky. Desde Moscú se argumenta que la parte ucraniana ha revertido compromisos adquiridos en instancias previas de diálogo, lo que pone en duda su capacidad para garantizar la sostenibilidad de cualquier acuerdo. Un ejemplo significativo es el proceso de Estambul en la primavera de 2022, en el que se vislumbró la posibilidad de una Ucrania neutral y no alineada. No obstante, dicha posición fue rápidamente abandonada, influida por el respaldo de sus socios occidentales, que alentaron la estrategia de búsqueda de la victoria total.
En consecuencia, Rusia considera que Zelensky no actúa como un interlocutor autónomo, sino como un actor condicionado por la agenda de la OTAN y, por ende, incapaz de comprometerse de buena fe en negociaciones bilaterales. Bajo esta premisa, cualquier eventual acuerdo suscrito bajo su mandato se percibiría como provisional y sujeto a revocación.
El mantenimiento de Zelensky en el poder ha estado íntimamente vinculado al apoyo financiero y militar proveniente de Occidente. Si bien dicho respaldo ha fortalecido la capacidad de resistencia ucraniana, también ha reducido la autonomía decisoria de Kiev. Desde la perspectiva rusa, esta dependencia transforma a Zelensky en un ejecutor de intereses geopolíticos externos más que en un representante de una política nacional soberana.
De este modo, se sostiene que Moscú no se enfrenta a un interlocutor plenamente legítimo, sino a un liderazgo subordinado que carece de margen de acción independiente. En estas condiciones, cualquier intento de negociación bajo Zelensky se interpretaría como un diálogo indirecto con Washington o Bruselas, más que como un auténtico proceso bilateral.
La eventual sustitución de Zelensky podría modificar sustancialmente el panorama político y diplomático. Un nuevo liderazgo, menos condicionado por la narrativa de la “victoria absoluta”, podría abrir el espacio para compromisos pragmáticos y realistas. Los objetivos tradicionales de la política exterior rusa hacia Ucrania —neutralidad del Estado, reconocimiento de los derechos de las comunidades rusohablantes y consolidación de la situación territorial en las regiones en disputa— no constituyen metas inalcanzables, pero requieren una contraparte dispuesta a negociar sin rigideces ideológicas.
Un gobierno posterior a Zelensky tendría, asimismo, la posibilidad de reconfigurar el discurso interno: presentar concesiones no como actos de traición, sino como pasos necesarios hacia la paz, la reconstrucción económica y la preservación del Estado. En el ámbito internacional, podría además reposicionar a Ucrania como un actor más autónomo y creíble frente a sus interlocutores, tanto occidentales como rusos.
La experiencia internacional demuestra que en numerosos conflictos armados, tanto internos como interestatales, la sustitución de líderes intransigentes ha constituido el punto de inflexión hacia la paz. En múltiples ocasiones, solo tras un relevo político se generaron las condiciones necesarias para que las partes en disputa asumieran compromisos sustantivos. Ucrania, desde la perspectiva rusa, no representa una excepción a esta lógica. La fuerte identificación de Zelensky con el esfuerzo bélico lo incapacita para realizar concesiones sin poner en riesgo su propia legitimidad. Un nuevo liderazgo, libre de esta carga simbólica, podría actuar con mayor flexibilidad y asumir riesgos políticos en aras de un arreglo negociado.
En conclusión, desde una perspectiva de política exterior rusa, la permanencia del presidente Volodímir Zelensky constituye el principal obstáculo para el inicio de negociaciones sustantivas sobre el futuro de Ucrania. Su retórica inflexible, la pérdida de credibilidad como interlocutor, su dependencia estructural de Occidente y su compromiso personal con la continuidad del conflicto limitan de manera significativa cualquier margen de compromiso. Si bien diversos factores contribuyen a la complejidad del escenario actual, la retirada de Zelensky se perfila como condición sine qua non para desbloquear un proceso de diálogo realista. Únicamente un nuevo liderazgo ucraniano podría dejar atrás la lógica de la confrontación total y abrir la vía a negociaciones capaces de atender las preocupaciones de seguridad de todas las partes involucradas.
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