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​John Henry Newman, el intelectual inglés que será proclamado Doctor de la Iglesia

La historia ilustra cómo, en la visión católica, los santos no son figuras lejanas del pasado, sino personas que siguen actuando en la vida de los fieles
María del Carmen Calderón Berrocal
lunes, 18 de agosto de 2025, 12:17 h (CET)

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John Henry Newman con hábito y birrete de cardenal


El Papa León XIV, de lengua inglesa, se dispone a sumar un nuevo nombre a la breve lista de los Doctores de la Iglesia: el cardenal inglés John Henry Newman (1801-1890).


Este título, reservado a solo 36 figuras a lo largo de la historia católica, distingue a quienes han aportado enseñanzas de valor universal. El último en recibirlo fue san Gregorio de Narek, proclamado en 2015 por el papa Francisco.


Nacido no católico


Newman no nació católico. Formado como clérigo e intelectual anglicano en la Universidad de Oxford, su profundo estudio de la historia cristiana le llevó, en 1845, a abrazar el catolicismo, una decisión impopular en la Inglaterra victoriana, donde los católicos eran minoría y a menudo vistos con recelo.


Su conversión inspiró a cientos de personas de alto perfil social y cultural; y cristalizó en el Oratorio de Birmingham, una comunidad que acabaría influyendo incluso en el joven J.R.R. Tolkien.


Beatificado


Beatificado en 2010 por Benedicto XVI y canonizado en 2019 por Francisco, Newman fue nombrado cardenal a los 78 años por León XIII. Su vida combinó la erudición con un estilo pastoral cercano, resumido en su lema Cor ad cor loquitur (“el corazón habla al corazón”).


Su filosofía


Fue autor de obras decisivas como Apologia pro vita sua, donde defendió su coherencia intelectual ante quienes le acusaban de traición por su cambio de confesión.


Entre sus aportaciones más influyentes está la teoría del “desarrollo de la doctrina”, que explica cómo la Iglesia, sin alterar su núcleo de fe, puede profundizar en su comprensión y adaptarse a nuevos desafíos históricos. También subrayó el papel central de la conciencia como “voz de Dios” en cada persona, una idea que terminó recogida en el Catecismo de la Iglesia Católica.


Su devoción mariana, defendida con argumentos teológicos, fue clave para explicar la relación entre la Encarnación y la figura de María como Madre de Dios. Para Newman, esa devoción protegía el núcleo cristocéntrico de la fe.


Entre dos aguas


El entonces príncipe Carlos lo definió en 2019 como “un puente entre divisiones y tradiciones” y destacó su capacidad para “defender sin acusar y discrepar sin faltar al respeto”.


Con su proclamación como Doctor de la Iglesia, Newman pasará a formar parte de un grupo selecto que incluye a figuras como san Agustín, santa Teresa de Ávila o santo Tomás de Aquino.


Joseph Pearce: cómo la conversión de John Henry Newman transformó la historia del catolicismo inglés


En la película The Unseen World (2011) de Liana Marabini, F. Murray Abraham encarna a John Henry Newman en una escena de confesión. La imagen sintetiza, de alguna manera, la trascendencia espiritual y cultural que el beato tuvo en la Inglaterra del siglo XIX.


Desde Oscar Wilde hasta Graham Greene, pasando por C.S. Lewis, Evelyn Waugh, G.K. Chesterton y J.R.R. Tolkien, la literatura anglófona está llena de grandes conversos al catolicismo. Pero todos ellos, en mayor o menor medida, beben de la figura que abrió ese camino: John Henry Newman.


El escritor Joseph Pearce —autor de biografías de muchos de esos autores— dedicó un ensayo en The Imaginative Conservative a analizar la influencia de Newman. En España, Pearce acaba de ver publicada su biografía de Hilaire Belloc (El Viejo Trueno).


En septiembre de 2010, Pearce participó junto a Raymond Arroyo y el padre Robert Sirico en la cobertura en directo de la visita de Benedicto XVI a Gran Bretaña para EWTN. El Papa recorrió lugares emblemáticos para la historia católica inglesa: Westminster Hall (donde fue juzgado Santo Tomás Moro), la abadía de Westminster (donde oró ante el sepulcro de San Eduardo el Confesor) y Hyde Park, próximo a Tyburn Tree, lugar de martirio para muchos católicos. Aquella ruta parecía un recordatorio de la herencia católica del país y de los peligros de la intolerancia secular hacia la Iglesia.


Sin embargo, el centro de la visita era la beatificación de Newman. Fue el primer inglés no mártir elevado a los altares desde la Reforma y el primero nacido después del siglo XVII en recibir tal honor.


Un contexto adverso que Newman logró cambiar


John Henry Newman nació en 1801 y murió en 1890, atravesando casi todo el siglo XIX, época marcada por revoluciones intelectuales y políticas. En esos años, Karl Marx adaptó a Hegel para promover la revolución política; Darwin introdujo la teoría de la evolución; Nietzsche proclamó la “muerte de Dios”; Freud desplazó la moral racional por el subconsciente. En paralelo, el nacionalismo, el socialismo y el imperialismo británico moldeaban un nuevo orden mundial, preludio de la globalización.


La Iglesia católica en Inglaterra, tras siglos de persecución (1530-1680), estaba prácticamente arrinconada. La “Gloriosa” Revolución de 1688 había depuesto al rey católico Jacobo II y, tras la derrota jacobita en Culloden (1746), se cerró la posibilidad de restaurar la monarquía católica. Solo un reducido grupo de familias mantuvo la fe, aunque relegadas y sin influencia pública.


En este escenario, la conversión de Newman en 1845 —dieciséis años después de la emancipación católica y cinco antes de la restauración de la jerarquía eclesiástica— fue una señal de resurgimiento.


Hasta entonces, el catolicismo se veía en Gran Bretaña como una religión extranjera, “propia de mediterráneos supersticiosos”. Que uno de los intelectos más brillantes del país abrazara Roma cuestionó los prejuicios establecidos.


El profundo estudio de la Iglesia primitiva llevó a Newman a concluir que la fe de los Padres era la misma que la de la Iglesia católica de su tiempo. Su erudición y su capacidad de argumentar provocaron una sacudida en el anglicanismo y su ejemplo fue seguido por conversos de las élites. Sumado a la llegada masiva de irlandeses tras la gran hambruna, el catolicismo empezó a ganar peso en la sociedad británica.


Cuatro etapas del renacimiento católico inglés


  1. Periodo Newman (1845-1890): desde su conversión hasta su muerte.
  2. Interludio decadentista (1890-1900): conversión de figuras como Oscar Wilde, Aubrey Beardsley, Ernest Dowson y Lionel Johnson.
  3. Periodo Chesterbelloc (1900-1936): protagonizado por Hilaire Belloc y G.K. Chesterton.
  4. Periodo Inklings (1937-1973): marcado por J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis.


Sin Newman, difícilmente se habría producido este renacimiento cultural y religioso que situó al catolicismo en el centro de la vida intelectual británica.


Un legado multidimensional


Newman fue historiador —demostrando con rigor que la historia favorece a la Iglesia—, teólogo (Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana), filósofo (Gramática del asentimiento), educador (La idea de la Universidad), apologeta (Apologia pro vita sua) y también novelista y poeta.


Entre quienes le deben inspiración o guía directa figuran Gerard Manley Hopkins, R.H. Benson, Christopher Dawson, Ronald Knox, Muriel Spark, Alec Guinness, Hilaire Belloc y J.R.R. Tolkien, entre otros.


Su influencia fue tan decisiva que, como concluye Pearce, lo más justo es ahora pedir su intercesión: Beato John Henry Newman, ruega por nosotros.


Su primer milagro


El primer milagro atribuido a John Henry Newman y aprobado para su beatificación en 2010 fue la curación inexplicable de Jack Sullivan, un diácono permanente de la diócesis de Boston (EE.UU.).


En 2001 Jack Sullivan, 64 años en ese momento fue la persona beneficiada. Su enfermedad era una grave compresión de la médula espinal (estenosis espinal lumbar) que le causaba dolor intenso e incapacidad para caminar sin riesgo de parálisis. El tratamiento previsto fue cirugía de alto riesgo con un largo periodo de rehabilitación.


Mientras estaba postrado por el dolor, Sullivan vio en televisión un programa sobre el cardenal Newman y decidió rezarle para poder seguir sus estudios en el seminario. Al día siguiente, según su testimonio, experimentó una mejora inmediata que le permitió caminar sin ayuda. La recuperación fue tal que pudo posponer la cirugía y continuar con su formación diaconal.


En 2004, sufrió un empeoramiento y fue operado, pero después volvió a invocar a Newman y, en pocos días, se recuperó de manera sorprendentemente rápida, sin secuelas y contra todos los pronósticos médicos.


Investigación del caso


Se recogieron testimonios de médicos, familiares y del propio Sullivan. Los especialistas confirmaron que la mejoría inicial y la recuperación posterior no tenían explicación médica. El caso fue remitido a la Congregación para las Causas de los Santos y aprobado como milagro por Benedicto XVI, permitiendo la beatificación de Newman el 19 de septiembre de 2010 en Birmingham, Reino Unido.


Relato del segundo milagro


En 2013, una mujer residente en la diócesis de Joliet (Illinois, EE.UU.) atravesaba un embarazo de alto riesgo. Con más de 40 años, antecedentes de abortos espontáneos y bajo estricta vigilancia médica, fue diagnosticada con un hematoma subcoriónico —acumulación de sangre entre la membrana fetal y la pared uterina—, situación que podía desencadenar la pérdida inmediata del feto si el coágulo se rompía.


La indicación médica fue reposo absoluto, una medida difícil de cumplir para alguien que ya cuidaba de tres hijos pequeños. Una mañana, mientras preparaba el desayuno, sufrió una hemorragia intensa y, consciente del peligro, se encerró en el baño. Allí, en un acto desesperado, clamó: “Cardenal Newman, por favor, detén la hemorragia”. Según su testimonio, el sangrado se detuvo de inmediato.


Esa misma tarde, su médico confirmó que los latidos del feto eran normales y el resto del embarazo transcurrió sin incidentes. Posteriormente, tuvo dos hijos más sin complicaciones.


Investigación y proceso canónico


El caso fue remitido al tribunal eclesiástico de la archidiócesis de Chicago, donde se siguió el procedimiento jurídico establecido por la Congregación para las Causas de los Santos. Este proceso tiene tres etapas principales:


- Recogida de pruebas locales. Declaraciones de la beneficiada, su esposo, su médico y su director espiritual. Testimonios bajo juramento ante un tribunal presidido por un promotor de justicia (en este caso, el padre William Woestman).


- Peritaje médico. El doctor Gerald Casey, perito principal, junto con otros especialistas en medicina materno-fetal, revisó la documentación clínica. Se evaluó si existía una causa médica conocida que explicara la recuperación. Concluyeron que no.


- Evaluación en Roma. La Congregación analizó el expediente y, en febrero de 2019, el Papa Francisco firmó el decreto reconociendo el milagro.


Elementos significativos del caso


- La súplica directa al cardenal Newman: este tipo de oración de intercesión es clave para el reconocimiento de un milagro, ya que debe existir una relación clara entre la invocación y el hecho extraordinario.


- Ausencia de explicación médica: los peritos no pueden declarar que hubo un milagro, pero sí confirmar que el hecho es científicamente inexplicable.


- Impacto espiritual en los testigos: el doctor Casey afirmó que fue “la experiencia más enriquecedora” de su vida espiritual, lo que evidencia el peso emocional de estos procesos.


Contexto histórico y teológico


John Henry Newman (1801-1890) fue primero clérigo anglicano y posteriormente sacerdote católico, figura central del Movimiento de Oxford. Su pensamiento integró fe y razón, influyendo en la teología moderna y en el Concilio Vaticano II.


Fue nombrado cardenal en 1879 por León XIII y beatificado por Benedicto XVI en 2010.


En la tradición católica, la canonización requiere al menos dos milagros posteriores a la beatificación, ambos debidamente investigados y aprobados.


Relevancia del milagro para la canonización


Este segundo milagro, ocurrido más de un siglo después de la muerte de Newman, no solo cumplió con el requisito formal para su canonización, sino que también reforzó su figura como intercesor en situaciones extremas. El hecho de que la mujer viva en una ciudad contemporánea y su caso se documente con medicina moderna da un peso probatorio mayor frente a escépticos.


Reflexión final


El caso combina: La dimensión humana: una madre que teme perder a su hijo. La dimensión espiritual: un acto de fe dirigido a un intercesor venerado. La dimensión jurídica: un proceso canónico riguroso que exige pruebas, testigos y análisis médico.


La historia ilustra cómo, en la visión católica, los santos no son figuras lejanas del pasado, sino personas que siguen actuando en la vida de los fieles.

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