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​Netanyahu: la guerra contra Gaza y el asesinato de la verdad

Entre el asedio militar, el hambre, el asesinato sistemático de la población civil, la censura sistemática y la eliminación física de periodistas, el conflicto revela una estrategia malévola y calculada para controlar la narrativa y enterrar las pruebas de crímenes de guerra
Maylene Cotto Andino
miércoles, 13 de agosto de 2025, 13:58 h (CET)

Introducción: Gaza bajo asedio y el periodismo bajo fuego


En pleno siglo XXI, mientras las naciones discuten sobre inteligencia artificial y cambio climático, Gaza vive atrapada en un ciclo infinito de violencia que no solo devasta vidas y ciudades, sino también asesina la verdad. La ofensiva israelí liderada por Benjamin Netanyahu no se limita al terreno militar: abarca un campo de batalla paralelo, invisible pero letal, donde el objetivo es silenciar las voces que documentan lo que ocurre. Periodistas locales e internacionales han sido asesinados en cifras sin precedentes, en lo que observadores y organismos de derechos humanos califican como la campaña históricamente más mortal contra la prensa en un conflicto contemporáneo.


Bajo el mandato de Netanyahu, Israel ha lanzado una ofensiva implacable en Gaza que no solo destruye vidas y espacios civiles, sino también el derecho fundamental a la libertad de expresión. Los ataques sistemáticos contra periodistas —las últimas víctimas del conflicto— revelan una estrategia alarmante de silenciar los pocos ojos independientes que aún informan desde el interior del enclave, justo cuando el mundo más necesita conocer la verdad. La guerra en Gaza no es solo un enfrentamiento territorial: es una guerra contra la memoria y contra la capacidad del mundo de saber. Cada bomba sobre un barrio densamente poblado, cada ataque contra un hospital, y cada proyectil que alcanza un chaleco con la palabra “Press” bordada, es también un proyectil contra el derecho fundamental a la información, contra la libertad de prensa.


Netanyahu y el modelo de ocupación permanente


Benjamin Netanyahu ha gobernado Israel durante más de quince años, con una visión geopolítica marcada por la expansión de los asentamientos, el fortalecimiento del aparato militar, la marginación y el olvido sistemático de cualquier proceso de paz efectivo con los palestinos. Bajo su liderazgo, el concepto de una “ocupación temporal” ha desaparecido del vocabulario oficial. Gaza y Cisjordania se han convertido en espacios donde la seguridad se define como control total, y donde la paz se relega a un horizonte abstracto, eternamente pospuesto.


En la actual ofensiva sobre Gaza —que comenzó tras los ataques del 7 de octubre de 2023 y se intensificó hasta los niveles actuales— Netanyahu ha articulado un plan de “seguridad” que, según documentos filtrados y reportes de The Washington Post (11 de agosto de 2025), busca que Israel mantenga el control sobre hasta el 85 % del territorio gazatí. Esta estrategia, presentada como una necesidad militar, en realidad responde a una lógica de ocupación de largo plazo: control de fronteras, recursos, población y, pero, sobre todo, del relato, de lo que el resto del mundo necesita observar y saber.


Gaza: laboratorio de represión y exterminio


La franja de Gaza es hoy uno de los lugares más vigilados, cercados y aislados del planeta. Desde 2007, cuando Hamás tomó el control del enclave, Israel ha impuesto un bloqueo terrestre, marítimo y aéreo que restringe severamente el movimiento de personas y bienes. En los últimos dos años, ese bloqueo se ha endurecido hasta convertirse en un cerco total: la entrada de ayuda humanitaria está limitada, los permisos de salida son prácticamente inexistentes, y las infraestructuras básicas han sido destruidas en bombardeos que no distinguen entre objetivos militares y civiles.


En este contexto, Gaza se ha convertido en un laboratorio de políticas represivas: uso de armas prohibidas por convenciones internacionales, cortes de electricidad y agua como castigo colectivo, y ataques contra instalaciones médicas. El United Nations Office of the High Commissioner for Human Rights (OHCHR) ha documentado múltiples incidentes que podrían constituir crímenes de guerra, incluyendo la destrucción deliberada de hospitales y la muerte de personal médico y de prensa.


Periodistas como blancos deliberados


Uno de los elementos más alarmantes de esta guerra es el ataque sistemático contra periodistas. Según el Watson Institute for International and Public Affairs’ Costs of War project, Gaza se ha convertido en el conflicto más letal para la prensa desde que existen registros, con más de 230 periodistas asesinados hasta agosto de 2025, los últimos, los periodistas de Al Jazeera, el 10 de agosto de 2025. Lejos de ser daños colaterales, múltiples investigaciones señalan que estos ataques fueron selectivos. El caso del 26 de diciembre de 2024, cuando un vehículo marcado como “Press” fue alcanzado por un misil cerca del hospital Al-Awda en Nuseirat, matando a cinco reporteros, estos eran de la cadena de televisión por satélite Al Quds, el hecho está documentado por Al Jazeera y por el periódico español El País entre otros. Del mismo modo, el asesinato del periodista Anas al-Sharif el 10 de agosto de 2025, junto a otros cinco periodistas de Al Jazeera cerca del hospital Al-Shifa, fue reconocido por las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), que alegaron vínculos con Hamás sin presentar pruebas verificables (Euronews, 11 de agosto de 2025; AP News, 11 de agosto de 2025).


Estas muertes no solo privan al mundo de testigos directos; también buscan infundir miedo entre quienes aún se atreven a informar desde Gaza. La táctica es clara: sin periodistas, no hay imágenes; sin imágenes, no hay indignación internacional. Y sin indignación internacional; Netanyahu y sus secuaces hacen lo que bien les da la gana. También nosotros en España nos han tratado de silenciar en conflictos internacionales, el caso más destacado José Couso (2003): cámara de televisión del grupo Telecinco, fallecido en Irak tras un ataque de un tanque estadounidense en el Hotel Palestina de Bagdad. Una muerte de la que todos fuimos testigos, pues Couso recogió su propia muerte al proyectar en su tiro de cámara el tanque cuando le apuntaba. La muerte de José Couso fue una muerte muy polémica que abrió debates sobre la protección de periodistas en zonas de conflicto. Hace muy poco, la madre de Couso fallecía, sin ver en la cárcel al asesino de su hijo.


Estrategia de censura y control narrativo


Netanyahu no se limita a las operaciones militares. En paralelo, ha impulsado medidas para restringir el acceso de la prensa a Gaza y controlar el relato de la guerra. El gobierno ha prohibido la entrada de medios internacionales sin escolta militar, limitando la cobertura independiente (The Guardian, 11 de agosto de 2025). También ha promovido reformas legales que criminalizan el “consumo de materiales terroristas” —una definición tan amplia que puede incluir la mera visualización de contenidos producidos por medios palestinos— y ha autorizado el uso de software espía contra periodistas y defensores de derechos humanos (New Lines Magazine, 2025) algo totalmente inaceptable. En términos de comunicación política, la estrategia es doble: impedir que periodistas internacionales trabajen de forma autónoma en Gaza, y desacreditar a los periodistas palestinos acusándolos de parcialidad o vínculos con grupos armados. Así, se construye un relato oficial en el que la destrucción masiva se presenta como una operación quirúrgica contra “terroristas”, mientras se ocultan las consecuencias humanitarias reales.


El hambre como arma de guerra y de silenciamiento


La guerra de Netanyahu contra Gaza también se libra en el terreno de la subsistencia. Organizaciones como Human Rights Watch y Amnesty International han denunciado que Israel utiliza la privación de alimentos y medicinas como táctica de guerra. En agosto de 2025, un manifiesto firmado por múltiples organismos de prensa acusó directamente a Israel de “usar el hambre como arma para silenciar a los periodistas” (Al Jazeera, 6 de agosto de 2025). La relación entre hambre y censura es directa: los periodistas que aún trabajan en Gaza lo hacen en condiciones extremas, sin acceso suficiente a alimentos, agua o refugio seguro. Gaza convertida en un inmenso Auschwitz contemporáneo es un territorio donde incluso las organizaciones humanitarias tienen dificultades para operar, los reporteros están doblemente amenazados: por las bombas y por la desnutrición.


Reacciones internacionales: entre la condena y la inacción


Aunque organismos como la ONU, la International Federation of Journalists (IFJ) y el Committee to Protect Journalists (CPJ) han condenado enérgicamente los ataques contra periodistas en Gaza, la respuesta de los Estados ha sido tibia. Estados Unidos y la Unión Europea, principales aliados de Israel, han expresado “preocupación” pero han evitado adoptar sanciones directas contra el gobierno de Netanyahu. Esta inacción envía un mensaje preocupante: que la violación sistemática de la libertad de prensa puede quedar impune si la comete un aliado estratégico. La Corte Penal Internacional mantiene abierta una investigación sobre posibles crímenes de guerra en Palestina, incluyendo los ataques contra periodistas. Sin embargo, las presiones diplomáticas y la falta de cooperación de Israel han ralentizado el proceso, prolongando la impunidad. Y nosotros ante eso, ¿qué debemos hacer? ¿Seguir haciéndonos de la vista larga, deshojando la margarita de la muerte, ahora denunciamos o ahora no lo hacemos?


Conclusión: sin testigos, no hay justicia


El tiempo de deshojar la margarita terminó hace muchos años y no podemos ser insensibles ante lo que sabemos, ante lo que vemos. La guerra que Netanyahu libra contra Gaza no es solo territorial ni militar: es una guerra contra el periodismo, contra la transparencia y contra la memoria colectiva. Matar a un periodista es matar dos veces: primero al individuo y luego la verdad que iba a contar. Un periodista, es un testigo vivo, es un ser humano que a través de sus crónicas nos recuerda las cosas que de verdad tienen valor: el ser humano, su esencia, sus alegrías y su dolor. Al silenciar a los testigos, se busca borrar las huellas de lo que se ha convertido en uno de los episodios más oscuros del siglo XXI. Frente a esto, la comunidad internacional, los organismos de derechos humanos y, sobre todo, los ciudadanos del mundo no podemos quedarnos de brazos cruzados, tenemos la responsabilidad de exigir no solo un alto el fuego, sino también garantías para que los periodistas puedan trabajar sin temor a ser asesinados, porque la paz y la justicia son imposibles si se construyen sobre el silencio impuesto por las armas, el terror y la violencia.


Dedicado a todos los periodistas, muchos de ellos padres de familia, que han muerto en el ejercicio de documentar para el mundo la verdad y para los que aún sorteando todos los obstáculos tratan de hacerlo.

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