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Trump y Putin en la nevera de Seward

Los presidentes de Estados Unidos y Rusia acordaron reunirse este viernes en un lugar cargado de simbolismo múltiple: Alaska
Luis Agüero Wagner
miércoles, 13 de agosto de 2025, 12:58 h (CET)

Los presidentes de Estados Unidos y Rusia, Donald Trump y Vladimir Putin, acordaron reunirse este viernes en un lugar cargado de simbolismo múltiple: Alaska.


Aunque hoy sepamos que adquirir Alaska por algo más de siete millones de dólares al imperio ruso en 1867 fue un buen negocio para Estados Unidos, no todos estuvieron a favor de la transacción en el tiempo en que se realizó. Los detractores de la operación llamaron despectivamente al territorio adquirido “la locura de Seward, la nevera de Seward o el parque de osos polares de Andrew Johnson”.


Los principales impulsores de la operación, el Secretario de Estado William H. Seward y el presidente del Comité para Relaciones Exteriores del Senado, Charles Sumner acabaron imponiendo sus argumentos y la historia acabó dándoles la razón.


Seward y Sumner alegaban a favor del tratado los posibles intereses estratégicos de los Estados Unidos, que podrían reverberar un futuro que hoy ha llegado.


Rusia había sido un importante aliado del norte durante la guerra de secesión, mientras que el Reino Unido había sido un abierto enemigo. El bloqueo de los puertos sureños durante la guerra civil estadounidense había quebrantado la industria textil británica que necesitaba del algodón confederado.


Por su parte Rusia, que atravesaba dificultades financieras, necesitaba los fondos de esa venta de manera imperiosa. La operación de 1867 resultó ser un exitoso acercamiento entre Estados Unidos y Rusia que dejó fuera de juego a las potencias europeas, algo que al menos alegóricamente, parece hoy reeditarse.


En marzo de 1867, Sumner pronunció un lúcido discurso en el congreso norteamericano en defensa de aquel negocio, en el que citó con erudición a exploradores de la talla de Alexander Von Humboldt y concluyó que toda la lógica y las perspectivas futuras daba la razón a la compra de Alaska.


El presidente Donald Trump, que en reiteradas ocasiones ha reconocido la torpeza de Washington y sobre todo de Biden al involucrarse en la guerra de Ucrania, hoy desentierra las intenciones de aquel momento histórico del siglo XIX y lleva una cumbre a la nevera de Seward con el propósito evidente de dejar a un lado a las potencias europeas.


Territorio de hielo, petróleo y bases militares, Alaska está fuera del ámbito de influencia de la OTAN. Es más, su ubicación en el Pacífico Norte, lo convierten en un lugar estratégico donde solo Rusia y Estados Unidos tienen poder de decidir.


Los rusos son los más favorecidos con este punto de encuentro, pues como lo expresó el asistente presidencia ruso Yuri Ushakov, “Parece bastante lógico que nuestra delegación simplemente sobrevuele el estrecho de Bering (apenas poco más de unos ochenta kilómetros) y que una cumbre tan importante y esperada de los líderes de los dos países se celebre en Alaska”.


Putin puede recorrer esa distancia con la absoluta seguridad de no ser molestado en su viaje por algún gobierno impertinente, aunque es bien sabido que nadie está en condiciones de ejecutar una orden de captura contra él.



Este viernes Alaska volverá a demostrar la utilidad de la transacción de 1867, más allá de haber sido el lugar donde se despidió a un monarca europeo más, que siguió el camino de los reyes de Inglaterra, España y Francia, durante las guerras de la Independencia Americana.


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