Incómodamente breve
Sin querer, el inicio estival te acerca a realidades muy cercanas que en ocasiones pasan desapercibidas e invitan al comentario obligado. Es obvio que el sector laboral mencionado, no el único, concentra a un gran número de próceres políglotas con estudios superiores o sumidos en ellos y que son el reverso de los que con una autocomplacencia desbordada continúan explotando la metáfora de “la universidad de la calle”.
Con esta cruda comparativa, que no hace sino que mostrar una realidad social de enormes desequilibrios, resultaría grotesco, cuando menos,imaginarse a asesores con la misión delegada de lograr que algún agraciado con la nómina dadivosa, que otorga nuestro voto, entendiera, en algo más de dos tardes, cualquier idea que sobrepase lo evidente sin que llegue, eso sí, a la abstracción.
Ahora bien, en este caso las diatribas a la clase política no se fundamentan tanto en la relativa necesidad de una u otra formación académica para ejercer el derecho a la participación política, si no polemizar sobre la inmadurez sobrevenida de muchos de ellos en el ejercicio de su actividad pública, y si éstos deberían, o no, volver al ‘colegio’. Ello es parte, sin duda, del fracaso político y social en el que estamos inmersos.
Es manifiesto y notorio que algo no funciona.
Salir de aquí, pasa necesariamente por una mayor reprobación ciudadana.
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