¿Conoces a profundidad las reglas ortográficas? ¿Dominas los puntos cruciales de la gramática española? ¿Te atreverías a corregir un texto?
Puede que estas preguntas no tengan una respuesta única que determine un conocimiento absoluto de la lengua. El español, que es el idioma que nos ocupa, requiere más que saber hablarlo: exige comprenderlo para atreverse a corregirlo.
En el caso de los docentes, tenemos la obligación de corregir las palabras mal escritas. Es crucial que el maestro posea, al menos, un conocimiento básico de la lengua.
Como profesora, me he dado a la tarea de revisar los escritos de mis alumnos y he notado que la mayoría escribe como escucha, así como habla. Por ejemplo, en gran parte de América Latina solemos pronunciar “sapato” en lugar de “zapato”. Esto se debe al fenómeno conocido como seseo.
Recordemos un dato histórico: el español es una lengua con más de cinco mil años de evolución, aproximadamente. Su desarrollo comenzó con la fusión de las lenguas de los pueblos que habitaban la Península Ibérica (tartesios, fenicios, celtas, íberos, entre otros). Luego llegaron los cartagineses, y más tarde los romanos, quienes permanecieron siglos tras las guerras púnicas. Posteriormente, la península sufrió la invasión visigoda, seguida por la influencia árabe, hasta llegar al descubrimiento del “Nuevo Mundo”. Con la expansión hacia América, el español incorporó vocablos de origen indígena, desde el taíno en las islas del Caribe, hasta términos náhuatl, mayas y quechuas.
Un aspecto importante a considerar son las variaciones lingüísticas, clasificadas en tres grandes categorías: dialecto, sociolecto e idiolecto. Es necesario entender que los cambios en la lengua los realizan los propios hablantes.
Estas variaciones, también conocidas como variedades o niveles de la lengua, se producen por factores internos (propios del idioma) y externos (geográficos, sociales, circunstanciales, etc.). La variación se manifiesta a través del habla, ya que es esta la que cambia, mientras que la lengua como sistema permanece.
Las tres variaciones principales
1. Dialecto o isolecto Es una variación regional o geográfica de la lengua (diatópica y horizontal). El término dialecto no es peyorativo: se refiere a la forma particular de hablar en una región, caracterizada por sus regionalismos.
Por ejemplo, el castellano presenta múltiples dialectos: mexicano, peruano, peninsular, guatemalteco, salvadoreño, argentino, entre otros.
El dialecto se manifiesta en cinco niveles: - Léxico (vocabulario): niño → chibolo (Perú), chamaco (México), pibe (Argentina), chaval (España), patojo o güiro (Guatemala), cipote o bicho (El Salvador). - Semántico (significado). - Morfológico (forma y estructura de las palabras). - Sintáctico (estructura de las oraciones). - Fonético (pronunciación), donde destaca la diferencia entre ceceo y seseo. En Hispanoamérica no diferenciamos el sonido de la z, la s y la c ante e, i, mientras que en el centro y norte de España sí lo hacen, con el característico ceceo.
2. Sociolecto Es la variación de la lengua determinada por factores socioculturales (estratos sociales y nivel educativo). Corresponde a la lengua propia de un grupo social (diastrática y vertical), caracterizada por el uso de cultismos o vulgarismos.
3. Idiolecto Es la variación individual de la lengua (diafásica). Este registro personal está influido por: - La circunstancia o momento, - La edad, - El sexo.
El idiolecto es nuestra forma particular de hablar, que refleja tanto nuestra procedencia regional como sociocultural; por ello, se considera una mezcla de ambos factores.
El estudio de la lingüística es amplio y fascinante. Sin embargo, para hablar y escribir de manera medianamente correcta —o al menos, lo que creemos correcto— es imprescindible conocer los rudimentos básicos de la gramática y la ortografía. Solo así podremos comunicarnos de forma eficaz.
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