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Emily Rosa desmontó una pseudociencia a los nueve años y entró así en la historia de la ciencia

Su trabajo fue ampliamente reconocido y llegó incluso a figurar en el Libro Guinness de los Récords
María del Carmen Calderón Berrocal
viernes, 25 de julio de 2025, 09:25 h (CET)

A pesar de su impresionante logro, el nombre de Emily Rosa ha pasado desapercibido para muchos, mientras que la técnica que cuestionó con su experimento continúa circulando en ciertos círculos. No obstante, su hazaña merece ser recordada pues, con apenas nueve años, se convirtió en la persona más joven en publicar un estudio científico en una revista médica de alto prestigio.


Unnamed


Emily nació en 1987 en Loveland, Colorado (EE. UU.). Su interés por el llamado “toque terapéutico” (Therapeutic Touch, TT) surgió tras ver un video donde se promocionaba esta práctica como una técnica de sanación energética.


A pesar del lenguaje pseudocientífico que la envuelve, el TT tiene raíces en ideas similares al reiki: energía vital que se transmite mediante la imposición de manos, sin contacto físico.


El origen de este tipo de curación energética se remonta al Japón del siglo XX con el monje Mikao Usui, aunque en su versión moderna fue relanzada por la enfermera teósofa Dora Kunz y más tarde desarrollada por Dolores Krieger.


La base de esta práctica, sin embargo, como muchas otras cosas, -sean ciertas o no-, carece de evidencia científica verificable, porque la ciencia va con la evolución y no lo puede demostrar todo “de golpe”. La base de esta práctica se apoya en conceptos como el “qi” o “prana”, energías que no pueden medirse ni observarse, pero que son conocimientos milenarios y se practican desde los orígenes de la civilización.


En 1996, una iniciativa de la Fundación James Randi, conocida por su labor contra las pseudociencias, ofreció una cuantiosa suma de dinero a quien pudiera probar, en condiciones controladas, que el toque terapéutico realmente funcionaba. De las decenas de practicantes invitadas a participar, solo una aceptó y su desempeño no superó el nivel de acierto que se esperaría por pura casualidad.


Fue entonces cuando Emily, buscando un tema para su proyecto de ciencias en la escuela, decidió poner a prueba esta técnica. Inspirada por la controversia, diseñó un experimento de doble ciego con la ayuda de su familia. Su madre era enfermera, su padrastro, matemático y psiquiatra, Stephen Barrett, conocido por su activismo contra el fraude en el ámbito de la salud.


El experimento era sencillo pero riguroso. Los practicantes de TT debían identificar en qué mano Emily sostenía la suya, colocadas tras una pantalla que impedía cualquier tipo de pista visual. Se realizaron múltiples pruebas, tanto en sesiones aisladas como en una jornada supervisada en 1997.


Los resultados fueron concluyentes: los aciertos apenas alcanzaron el 44%, una cifra incluso inferior al azar, lo que demostraba que los supuestos poderes del toque terapéutico no resistían una evaluación científica básica.


El estudio fue publicado en la Journal of the American Medical Association (JAMA) en abril de 1998. Así, Emily Rosa se convirtió oficialmente en la autora más joven en aparecer en una revista científica con revisión por pares.


Su trabajo fue ampliamente reconocido y llegó incluso a figurar en el Libro Guinness de los Récords.


A pesar de su corta edad, Emily logró lo que muchos adultos no consiguen: diseñar y ejecutar una investigación rigurosa que desenmascaró una pseudoterapia. Su caso es un recordatorio del valor del pensamiento crítico y del método científico, incluso —o especialmente— cuando proviene de mentes jóvenes.

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