Dice la RAE que discernir es “distinguir algo de otra cosa, señalando la diferencia que hay entre ellas. Comúnmente se refiere a operaciones del ánimo”. Consiguientemente, discernimiento es “la acción y el efecto de discernir”. Es decir aplicar la clarividencia, el juicio o la sensatez ante una disyuntiva. En romance paladino: hacer uso del sentido común. Justo lo contrario de lo que pretende la mayoría de los seres humanos. Que piensen y decidan por ellos. Sin mojarse lo más mínimo.
El concepto discernimiento flota a lo largo de todo el libro de Javier Cercas que se ha puesto de moda desde el día en que se puso a la venta. Se trata del “Loco de Dios en el fin del mundo”. Un documento periodístico-literario difícil de clasificar y del que varios amigos piden mi opinión sobre su contenido.
Dios me libre de convertirme en crítico literario. No estoy preparado -ni necesitado de serlo- para emitir un dictamen distinto del que se desprende del criterio de un montón de expertos mucho más versados que yo en la literatura y, porqué no, en teología y vaticanismo.
A mi parecer todo el relato ronda sobre una idea base, que se presenta de una forma excesivamente reiterativa para mi gusto. Una rueda de preguntas a una serie de personas perfectamente identificadas sobre su criterio acerca de la resurrección y la vida eterna.
Una y otra vez, de una forma intensiva, interroga al Papa Francisco, a miembros destacados de la curia vaticana, a varios misioneros, en su mayoría africanos y asiáticos, así como a periodistas de ambos sexos sobre la Vida Eterna. Todo ello envuelto en el contexto de un viaje apostólico del Papa Francisco a Mongolia.
Coincido con el escritor en su opinión sobre el Papa. Él, como yo, manifestamos nuestra admiración por el Vicario de Cristo que se siente pecador, que se equivoca, que se enfurruña y que sobre todo ama por encima de su debilidad como ser humano. Por eso habla de la capacidad de discernimiento, que para mí, amén de pensar detenidamente antes de tomar decisiones, se trata de aceptar que a veces, quizás demasiadas, se ha equivocado. Por eso pide reiteradamente que recen por él. Se manifiesta pecador.
Es un libro que te hace pensar, dudar y aceptar la escasez de tu pobre fe. Esa que pone en su boca tajantemente el Papa Francisco cuando manifiesta: creo en la resurrección y en la vida eterna sin ninguna duda. Cuánto me gustaría decir lo mismo. Desgraciadamente me quedo en la pobreza del pensamiento de Pascal del siglo XVII. (Si interesa a los lectores que echen un vistazo a la IA). Pero vivo con la esperanza que manifiesta Cercas en su libro. Comparto su cercanía con la labor de los misioneros, su “anticlericalismo pernicioso” y su admiración por los verdaderos seguidores de Jesús.
El contacto con aquellos que se encuentran con el Padre ya lo tengo desde hace años. Todo lo que sé y lo que soy lo he aprendido de ellos y lo rememoro a menudo en mi pensamiento. Lo que quizás hago peor es compartirlo. No tengo la habilidad de Cercas. Pero prometo trabajar más mi discernimiento.
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