A mí hermano Amando Quinto Núñez (Q.E.PD).
Vagamente recordó que la hora marcaba algunos minutos de retraso. Se contempló en el espejo y de soslayo continuaba observando el reloj que había sobre la mesa de noche. Seguidamente se dedicó a la tarea que tenía entre manos.
Al severo estilo del momento como trazado por una fugaz ráfaga de viento que entraba por la ventana que da al patio, daba lugar a una expresión del rostro. Al final tuvo que admitir que aquel día se peinaba pomposamente para el encuentro que todavía no lo imaginaba.
Emprendió el viaje. Afortunadamente por añadidura la laguna mental que no podía llenar por conocimiento, le quedaba cubierta por el destino del diario vivir, pues este le suplicaba bondadosamente.
Siempre había tenido sed de aventuras. Su vida había sido una uniformidad monótona. Por desgracia no era posible prescindir, algún trato a detenerse.
Sólo en una ocasión contróse la mirada sibilina y la entrada desconsolada de rondón al tiempo. Es más, estuvo a punto de salir corriendo, ansiaba aventuras, y parecía condenado a una existencia. No lo sospechaba, cada hora que transcurría se acercaba más el momento en que estaba destinado a la verdad.
Ese sábado de todos los tiempos Amando llegó a la laguna más temprano que los anteriores. Antes de alistar su caña de pescar, colgar su hamaca y encender el fuego acompañado por cuatro piedras para ubicar un recipiente con café. Se acostó un momento en la hamaca, y como a las horas vio aparecer por el lado sur a los amigos de pescar, estos venían presurosos. Se otorgaron un saludo rápido, y cada quien alistó sus cosas. Amando en esos momentos tenía su caña de pescar dentro de la laguna, y pescó un colosal pez, todos se quedaron asombrados, le felicitaron.
Los amigos y Amando pasaron horas y horas en el ejercicio de la pesca, se tomaban sus buenos sorbos de café bien calientito, fumaban algunos cigarrillos. La noche con su manto color azabache y estrellado, con una luna más clara que el día brotaba sensibilidad, terneza y pasión por quererle ver. Llegó el tiempo del silencio, ya eran las once de la noche. Amando se despidió de sus compañeros que no habían pescado ni un solo pez. Se dirigió a su hamaca, y en menos de tres minutos se quedó dormido.
Permaneció dormido cuatro horas, desde las once de la noche hasta las tres de la madrugada, en ese ínterin Amando tuvo un sueño de tres días en esas cuatro horas de dormir.
En el ejercicio del sueño un coro llegó a despertarlo. Lo invitaron a una manifestación interminable jamás vista aquí en la tierra, eran los espíritus de los muertos que descansan en la muerte. Los muertos también conocen su futuro.
El coro al inicio caminaba sobre las aguas laguneras, cuando llegaron a traer Amando caminó al compás de ellos y sobre las mismas aguas no turbulentas. Amando cuando caminó sobre esas aguas, no se hundió. Le enseñaron la comodidad de su vivir, en el momento dado comenzaron a descarnarse, dando a entender que son hechos de materia.
Amando antes de despertarse, el coro con sus cantos de alegría lo levantaron, era un canto despertador, de paz. En los tres días no se comió nada, el recorrido fue gigante alrededor de la tierra, despertando a todos los espíritus que duermen la muerte.
El recorrido de la multitud de los espíritus era con el objetivo de despertar a todos los que duermen la muerte, estos se despertaron en espíritu y cantando con sonoras melodías musicales exquisitas, se dedicaron a recorrer la tierra anunciando el nuevo amanecer de la humanidad, era una alegría desbordante.
Al fin, Amando despertó del sueño, los amigos estaban preocupados porque en el dormir de Amando este se movía de un lado a otro y sudaba, y cuando estuvo bien despierto.
-Amando, qué te pasaba, te movías de un lado a otro-preguntó Ernesto-. -Bueno, es que tuve un sueño espléndido, ustedes ni se imaginan de la preciosidad de lo que me he enterado-contestó Amando-. -No vas a comentar ese sueño-inquirió Alberto-. -En este momento no, el próximo sábado lo comentaré, me siento agotado, ahora tengo que ir a visitar a mi hermano-expresó Amando-. En ese momento ya eran las 5 de la mañana comenzaban a salir pequeñísimos destellos solares en el naciente-.
Amando se despidió de sus amigos y con paso presuroso salió a la carretera y cuando estuvo frente al cementerio de la ciudad, mentalmente dio una orden: “ Que los muertos se levantaran en espíritu”, además decidió entrar al cementerio, se posternó ante las numerosas tumbas para rendir todos los honores a los que descansan en la muerte. Estos le manifestaron que la justicia espiritual es más poderosa que la material. En esos precisos momentos escuchó de nuevo los cantos sonoros, voces nunca escuchadas, eran más que notas musicales, tan exquisitas, regocijaban todos los recovecos del alma, era una música como bajada del cielo, entonada por seres especiales, con la diferencia que ahora no era un sueño, es la misma realidad vista y escuchada.
Las tumbas eran muchísimas y sólo Amando era el vivo. Dio la orden que se despertaran los muertos. La fe está viva. Entonces despierta el mundo espiritual como aquel secreto que purifica de la muerte a los seres humanos, para compenetrar al recinto de los inmortales espiritualmente, en el entendido que no hay cosa que no esté compensada por otra, la otra muerte y la otra vida.
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