Al pensar en la cultura de Honduras, se viene a mi mente, la influencia que tuvo Rubén Darío ante las relaciones y vinculaciones literarias con dos de los más ilustres escritores y poetas hondureños, que han deslumbrado ese país, como lo fueron Juan Ramón Molina y Rafael Heliodoro Valle.
Si bien la obra de Juan Ramo a nivel de América casi no se conoce, y este murió joven cuando tan solo tenía 33 años; su obra fue de una calidad literaria bella, hasta de haber sido considerado por Miguel Ángel Asturias como el: “el Poeta gemelo de Rubén” y es que sus obras, sus poemas son muy parecidas y sus aproximaciones son innumerables. Juan Ramón conoció a Darío siendo este cuando eran muy jóvenes, cuando Rubén llego a Guatemala por primera vez en 1891, al salir apresuradamente de El Salvador, huyendo del tal Carlos Ezeta después del golpe de Estado, que provoco la muerte de su mecenas presidente Menéndez.
Su destino estuvo marcado por la desgracia, ya que, al perder a su hijo de tan solo 4 meses, lo entristeció de tal manera, que se vio arrastrado al consumo del licor provocándola afectar muy mal su vida, al hacerse de una dipsomanía que le llevo a morir muy joven.
Rubén con estima a la amistad, que habían mantenido y a su vinculo literario, escribió: “No dejare de consagrar su recuerdo final a Juan Ramon Molina, (mismo poeta secretario en su delegación que asistió a Brasil donde se destaco en un concurso de poesía provisional). “Buen poeta. Fuerte poeta pereció victima de aquel medio matador de todo anhelo intelectual que apaga el alma”. Terminaba de escribir Rubén.
Y es que Molina, que era un poeta intelectual de buenas luces, Darío no solo supo admirar su carisma, sino sus dotes intelectuales, y en lo que pudo le condujo intelectualmente, asunto que le permitió desarrollarse poéticamente. Oigamos a Molina es parte de este soneto:
Y he de besarlo un día, con rojo beso ardiente Apoyada en mi pecho como convaleciente Me mirara asombrada con íntimo pavor
La amistad y vinculo literario que Rubén Darío tuvo con el hondureño Rafael Heliodoro Valle fue de tanta fraternidad y sincera honestidad valorativa, que le hizo decir en una carta a él dirigida: “El talento es joya de Honduras” y a Rafael hacerlo suyo, al escribir un artículo titulado “Nuestro Rubén Darío”, cuando narro o relato su regreso final hacia su patria natal, decir entre otros: “Acaba de salir de un hospital neoyorquino. Se acobarda; en la convalecencia al recordar la mano fría que lo tentó para llevárselo Ha sufrido y amado mucho, y aun le amamos”.
En carta al amigo mutuo Amado Nervo en febrero de 1916, cuando le informa el deceso de Rubén, le dice: “Se nos fue para siempre. Recemos por su descanso y definitiva transfiguración…Ya se sentó en la sede azulada de la inmortalidad. No volverá a decir: Vamos a morir. Dios mío, vamos a morir. Aquí todos estamos consternados”.
Me he referido a quien realizo el poema: San Rubén Darío”, que en un quinteto dice:
Traed los griegos ramos del acanto Para mezclarlas con laurel sombrío Donde derrama su cristal el llanto Y venid adorar a nuestro santo Que está en el cielo ¡San Rubén Darío!
|